Grandes empresas familiares optan por la venta
Si las grandes empresas están aprovechando estos momentos de euforia bursátil para salir a cotizar, las medianas y pequeñas también parecen estar convencidas de que es un buen momento para vender, al menos en Cantabria, donde están cambiando de manos más compañías familiares que nunca, algunas con varias generaciones a sus espaldas.
La última de ellas es Propulsora Montañesa, más conocida por su marca Radio Santander y por su emisora de televisión Localia Cantabria. Propulsora siempre ha estado asociada a la cadena SER, que ha decidido cubrir los pocos huecos que aún tenía en su mapa nacional de emisoras propias –uno de ellos en Santander– e invitar a sus asociados a vender. La SER (Grupo Prisa) ya ha conseguido la aceptación de la mayoría de los accionistas de Propulsora Montañesa, que cuenta con tres licencias de radio de su propiedad y otras tres con acuerdos de explotación, y se da por seguro que a lo largo del próximo año se hará con el 100% del capital de la compañía santanderina que preside Pedro Pérez del Molino.
En el caso de IFC (Laboratorios Cantabria) la operación tampoco es oficial, pero el mercado de los rumores ya da por seguro que la empresa de la familia Matji va a ser adquirida por la compañía india Wanbury Pharmaceutical, por 42 millones de euros.
El objetivo de la empresa de Bombay es entrar en el mercado europeo y no ha dudado en incurrir en un fuerte endeudamiento para conseguirlo, ya que es más pequeña que la empresa cántabra. La operación suscita cierta perplejidad porque las actividades son muy dispares. Mientras que el laboratorio cántabro se dedica a los productos de nutrición, dermatología e inmunología, la empresa india es la primera productora mundial de metformin, una sustancia empleada en los medicamentos contra la diabetes.
Las ventas de estas dos compañías tan tradicionales en Cantabria como saneadas se unen a las muy recientes de Cerámica de Cabezón, Naviera del Odiel y Fasgel (el franquiciado de Telepizza en Cantabria) o a la salida a bolsa del grupo Vocento, dentro del cual está El Diario Montañés.
Otras operaciones recientes son la venta de Arenas de Muñorrodero al grupo Portland Valderrivas; la privatización del Servicio Municipal de Aguas de Santander, adquirido por Aqualia (también del Grupo FCC) en 69,2 millones de euros; la de Greyco a unos inversores vascos especializados en empresas metalúrgicas en crisis; las instalaciones de Codercarsa a unos carniceros madrileños y el Hotel y Restaurante Rhin a la cadena hotelera Silken por 19 millones de euros.
Unos movimientos empresariales que tienen como denominador común el dejar el control de estas medianas compañías locales fuera de la región, como ya lo estaba el de las grandes empresas.
Las razones de las ventas son evidentes. En el mercado hay más dinero que iniciativas y una fiebre por las concentraciones. Así que muchos empresarios familiares parecen dispuestos a renunciar a una globalización que les desborda y ceden su cuota a quien está dispuesto a pagarla a buen precio, casi siempre una multinacional o la compañía líder del sector en España.
Las primeras ventas
En Cantabria el fenómeno comenzó con la venta de Galletas Cuétara, Repostería Martínez y Gerposa prácticamente al mismo tiempo. Tres empresas de enorme éxito en sus respectivos sectores que podían haber aspirado a liderarlos pero que, seducidas por el jugoso precio que estaba dispuesto a pagar una multinacional, afectadas por disensiones internas o temerosas de dar el salto al escalón superior, optaron por vender.
Lo mismo ocurrió con Karlia, que la familia Carral prefirió dejar en manos de la primera empresa nacional del sector; con Seguridad y Control del Norte, la compañía fundada por Manuel Pellón, que fue adquirida por Segurcontrol, o con Usado Cantabria, una iniciativa de éxito en el terreno de los anuncios gratuitos creada por Federico Núñez, que hoy es propiedad de Anuntis.
Las grandes compañías nacionales o multinacionales quieren cuota de mercado y están dispuestas a comprarla cuando necesitan alcanzar una masa crítica determinada o no pueden conseguirla de otra forma, como ocurre con empresas de alimentación locales que tienen una clientela muy fidelizada. Aunque también hay excepciones. Cuando dos de los hermanos Baqué adquirieron Cafés Dromediario lo que buscaban era reeditar la aventura familiar de su progenitor en el mismo negocio y su posición ha sido desde ese momento compradora, adquiriendo más empresas cafeteras en otras provincias.
Pero son muy pocas las empresas familiares dispuestas a lanzarse a una política de endeudamiento para realizar adquisiones y contribuir a la concentración del sector. Otro de los escasos ejemplos es el de Consorcio Conservero, que parece decidido a despejar el desmigado negocio del envasado de anchoas, convirtiéndose en el eje central, como lo demuestra la compra de Pelazza, dentro de la región y de Campanal en Asturias.
Pero no es lo habitual. Por lo general, el comprador es foráneo, cotiza en bolsa y tiene un compromiso de crecimiento muy agresivo. Sus ejecutivos no sólo no tienen problemas de apalancamiento financiero, sino que no podrían justificar ante los inversores un exceso de liquidez, algo que, por el contrario, en la empresa familiar se valora mucho.
Empresarios más fríos
Javier González Sopelana, de One to One, una consultora que se encarga de mediar en operaciones de compraventa de empresas, reconoce que “quizá ahora se produzcan más ventas, porque antes muchos empresarios no sabían que su negocio podía ser comprado. Pensaban que tenían que liquidar. Ahora existen herramientas para instrumentalizar estas operaciones”.
También ha cambiado la forma de actuar del empresario, que es mucho más frío al plantear la sucesión familiar: “Si son conscientes de que los hijos no están cualificados, prefieren vender antes de que el negocio quede desprestigiado”, dice.
Esa progresiva objetivación del negocio familiar hace que también haya menos propietarios dispuestos a morir con las botas puestas y decidan vender si la salud no les acompaña o la aparición de un nuevo modelo de empresario, aquel que a los 50 años decide capitalizar su éxito y utilizar el dinero que obtiene por la venta de su compañía en otras actividades menos absorbentes o más lúdicas. Los elevados rendimientos de la construcción y de la bolsa suelen ser tentadores para la mayoría.
Pero no sólo hay una forma distinta y más práctica de ver el negocio. La aceleración de las ventas también está influida por circunstancias objetivas como el cambio de fiscalidad que se avecina, que elevará al 18% el gravamen de las plusvalías, frente al 15% actual o la exención total en algunos casos.
Ni a China ni al campo
Cambian las personas, pero cambia mucho más el mercado y hay quien se siente incapaz de adaptarse, sobre todo empresarios que fabrican productos que ahora pueden importarse de China mucho más baratos. Para ellos, el desplazarse a Extremo Oriente y levantar allí una nueva industria sólo para competir en igualdad de condiciones con quienes ahora se convierten en sus verdugos es una aventura excesiva, así que deciden tirar la toalla.
A todos ellos se les unen los que se fijaron unas expectativas de negocio que la realidad no demostró, algo que ha sido bastante habitual entre quienes se lanzaron a abrir hoteles rurales. Hoy tienen un patrimonio inmobiliario muy importante, pero con un rendimiento tan modesto que apenas les da para vivir. En realidad, ellos no venden empresas sino inmuebles, ya que lo que buscan es hacer liquidez el edificio y dedicar ese dinero a algo más rentable.
Lo que mejor se vende
A pesar de las operaciones que se producen, González Sopelana asegura que hay mucha más liquidez en el mercado que empresas en venta. No obstante, no todos los sectores suscitan el mismo interés. “Cualquier constructora tendría un comprador inmediato, sobre todo aquellas que tienen un fuerte componente de servicios”, dice. En ese grupo incluye canteras, cementeras, ingenierías, concesionarios de servicios públicos y cualquier industria auxiliar de la construcción, un sector donde los grandes grupos nacionales mantienen políticas de compras muy agresivas, porque saben que la rentabilidad es muy superior a los tipos de interés.
También tienen una venta muy rápida los negocios agroalimentarios, lo que indica que en el mundo actual de las nuevas tecnologías siguen teniendo buena salida los negocios de toda la vida, “menos aquellos cuyos productos están agotados y no generan valor añadido”, precisa.
Pero no siempre hay posibilidad de casar lo que ofrece el comprador y lo que pide el vendedor: “Quien compra lo hace con criterios financieros y aplicando una tasa de retorno. Ya no hay un mercado localista. Todos presentamos operaciones a los inversores, que eligen la más ajustada de precio”.
Sobreprecio en Cantabria
Cada vez se compra menos por impulsos emocionales y más por criterios técnicos. Y esos criterios indican que en Cantabria el vendedor suele pedir demasiado, quizá no sin motivo, porque el propio González Sopelana reconoce que en las rondas nacionales que se realizan con inversores cualquier oportunidad en Cantabria despierta más interés, porque la región se ve con simpatía. No obstante, el hecho de que muchos sectores estén controlados por unas pocas familias obliga a pagar un sobreprecio por entrar en la región al que no todos los compradores están dispuestos y hay quien, como Antonio Catalán, lleva años intentando adquirir un hotel en Santander para su cadena, pero no al precio que aquí se pide.
Hay otras restricciones de tipo psicológico. Muchos empresarios cántabros que desean desprenderse de su compañía mandatan al intermediario para que sólo busque compradores de fuera, con la intención de evitar que se sepa su intención, o se lo encargan a bancos de confianza, un canal con gran capacidad para casar compraventas porque conoce las circunstancias de cada empresa.
A veces, estos prejuicios de ciudad pequeña no son tan ajenos a la lógica, porque cualquier empresario sabe que si el comprador es alguno de sus rivales locales de toda la vida, lo más probable es que sólo esté interesado en la cartera de clientes, puesto que ya está implantado en la región y no estaría dispuesto a pagar lo mismo que un inversor exterior.
Todas estas circunstancias han contribuido a que la mayor parte de las empresas que se venden queden en manos foráneas, aunque también es cierto que hay empresarios cántabros que están realizando compras y el ejemplo más notorio es el de los hermanos Gómez Sainz, que se han hecho con el control de Sniace.