La ciencia al día
Atropellos de animales
Unos investigadores españoles han desarrollado un modelo para reducir los atropellos de animales cuando cruzan las carreteras. El trabajo, realizado en lugares de Soria donde más accidentes de este tipo se producen, permite predecir cual es la mejor localización para tomar medidas que mitiguen este problema, dado que no es posible hacer pasos de animales por doquier sin saber, siquiera, cuáles serían los usados por sus supuestos beneficiarios.
En Norteamérica, donde todo lo miran bajo la óptica monetaria, calculan que cada colisión con un gran mamífero tiene un coste de 1.500 dólares. Pero lo peor es que, la estadística indica que el animal suele morir y que el humano sufre heridas. Las medidas utilizadas hasta ahora para evitarlo (vallas, espejos, pasos superiores o inferiores y señalizaciones de precaución para los conductores) no han tenido demasiado resultado.
Por primera vez se han tipificado los pasos que suelen usar estos animales (por lo general en las zonas más profundas del bosque) y se ha recomendado una combinación de métodos que dificultan sus intentos de atravesar la calzada por otros puntos.
La vitamina E no protege el corazón
El papel de los complejos vitamínicos está cada día más en cuestión. Ahora se ha demostrado que la vitamina E no protege contra las enfermedades cardiovasculares o el cáncer, según una nueva investigación realizada en Estados Unidos.
Aunque estudios previos habían deducido que la capacidad antioxidante de la vitamina E podría ser beneficiosa para evitar estos males, las conclusiones más recientes van a desanimar a muchos norteamericanos, un país donde una de cada diez mujeres ingiere habitualmente este suplemento vitamínico. Una extensa investigación llevada a cabo con 40.000 mujeres de más de 45 años durante los diez últimos años ha demostrado que la vitamina E no ofrece resultados distintos a los obtenidos entre quienes simplemente tomaron placebos.
Olas de leyenda
¿Es verdad que hay olas solitarias de hasta 30 metros de altura o es solo una leyenda de Bécquer cuando decía eso de “olas gigantes que os rompéis bramando en las playas desiertas y remotas…”? La ciencia siempre se había mostrado bastante escéptica y lo consideraba exageraciones típicas de gente de la mar o de la imaginación exaltada de algún romántico, pero resulta que era verdad. ¿Cómo se han convencido esos incrédulos? Pues por medio del satélite ERS.
El asunto tiene su importancia porque en los últimos 20 años y debido oficialmente al mal tiempo se han hundido nada menos que 200 barcos de contenedores. Pero esto de echarle la culpa al empedrado ya no es suficiente y las aseguradoras optaron por investigar el asunto. Mediante unas 30.000 imágenes en detalle de la superficie de los océanos tomadas desde el satélite ha quedado constancia de la existencia de un centenar de olas gigantes en distintos lugares el mundo en apenas tres semanas de observación. Los científicos achacan estas olas anómalas a la unión de olas normales con corrientes y remolinos que multiplican su energía hasta formar una gigante. Sin embargo, su aparición en lugares sin corrientes invitan a pensar que algunos temporales también tienen algo que ver en el asunto.
El pasado, en un arcón frigorífico
Un grupo de científicos ingleses está dispuesto a congelar ejemplares de todas las especies en peligro de extinción. Su propósito está claro: preservar su ADN con el fin de que no se pierda su riqueza genética y pueda ser aprovechada por los investigadores que ya no convivan en el tiempo con estos animales.
El director del proyecto, que se llama “El Arca de los Congelados” –no es ningún chiste– dice que la actual desaparición de animales es, con mucho, la mayor que se ha dado en toda la historia y puede tener un valor incalculable para los estudiosos del futuro el disponer de muestras genéticas de todos ellos.
Para mayor seguridad, estos científicos precavidos piensan guardar duplicados en lugares del mundo distantes.