Fuera, pero dentro

La CEOE cántabra parece dispuesta a demostrar su capacidad para improvisar soluciones a la medida para cubrir el puesto de primer ejecutivo, un cargo que los estatutos quisieron convertir en un ejemplo de estabilidad y que en la práctica se ha convertido en todo lo contrario. La patronal acaba de llegar a un acuerdo para la rescisión del contrato de su gerente, Pedro Nalda, algo que empieza a convertirse en costumbre. Sus dos antecesores, Yves Díaz de Villegas y Miguel Ángel Castanedo, fueron despedidos, una trayectoria poco edificante para la institución. Lo sorprendente es que quien sustituye a Nalda es Elena Palacio, que también fue despedida por la propia patronal durante el mandato de la anterior presidenta y que ahora ha sido contratada asesora externa ejecutiva, una situación administrativamente muy compleja.
El despido de Yves Díaz de Villegas dio lugar a una situación muy tensa en el interior de la patronal, porque su cargo de secretario general ni siquiera podía ser removido por el Comité, el órgano ejecutivo, y tenía que ser aprobado por la Junta Directiva, una especie de junta general cuyas decisiones son imprevisibles.
A la vista de estas circunstancias y de que el elegido tendría que ser ratificado por la Junta, la anterior presidenta de CEOE, Gema Díaz Real, optó por dejar vacante la figura de secretario general e improvisó una solución: crear una gerencia, para la que designó a Pedro Nalda, exconsejero de Industria y exdelegado del Gobierno con el PP.
Vidal de la Peña, a su vez, ha optado por una solución aún más sorprendente, al convertir a alguien que no estará formalmente en la CEOE en primera ejecutiva. Elena Palacio ha sido contratada como asesora externa, lo que no va a impedir que tenga un despacho en la sede.

Renuncia del tesorero

La salida de Nalda ha coincidido en el tiempo con la renuncia del tesorero de la patronal, Carlos Pajares, que apenas ha permanecido cuatro meses en la dirección formada por Vidal de la Peña. Curiosamente, el anterior ocupante de este cargo también dimitió, lo que acabó por desencadenar la crisis que hizo perder la presidencia a Díaz Real.
La patronal cántabra parece especialmente predispuesta a los movimientos internos y la clausura de algunos programas en marcha por parte del nuevo presidente ya han dado lugar a algunas muestras de incomodidad. A pesar de que hay unanimidad al aceptar la política de ajustes, para tratar de reequilibrar los gastos, no la hay tanto con la supresión de programas, como el de internacionalización, que presentaban superávit, o con la decisión de renunciar a los cursos de formación, que suponían una de las principales fuentes de ingresos.

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