Fiebre en las ondas
Como en cada uno de los repartos regionales, todos los grupos que se disputan las licencias de radio cántabras han movido cuantos hilos estaban en su mano para contar con alguna de ellas. Desde los grandes popes de las ondas a los particulares más modestos, todos esperan ampliar su espacio en el dial cántabro o abrirse un hueco en él. Las tensiones previas seguramente se agravarán cuando, por fin, se conozca el resultado del concurso que dotará de tres nuevas licencias de FM a Santander y de otras siete a localidades de la provincia: Torrelavega, Santoña, Reinosa, Castro Urdiales, Laredo, Camargo y El Astillero. Y es que, la mayor parte de los peticionarios no podrán ver satisfechas sus aspiraciones.
El plazo de solicitudes se cerró el pasado 8 de marzo y el Ejecutivo ha prometido que la comisión técnica no demorará su decisión más allá de mayo o junio. A simple vista, podría parecer un proceso lento, pero esta misma decena de emisoras fueron aprobadas en Consejo de Ministros en 1997 y sacadas a concurso en febrero de 1998, con la promesa de adjudicarlas en un plazo de tres meses. Por entonces, ya se presentaron más de 160 solicitudes de emisoras por parte de casi 40 empresas. Pero, ese mismo año, lejos de publicarse la resolución, lo que apareció en el Boletín Oficial de Cantabria fue una prórroga que aparcó el asunto temporalmente y, una vez vencida, nunca más volvió a saberse del asunto.
Entre personas físicas, empresas y grupos nacionales de comunicación, los solicitantes que optan a las licencias son aún más numerosos que hace siete años. Pero ¿qué se oculta detrás de tanto interés por el mercado de la información? Probablemente, de todo: Influencia política, sinergias de grupo, hacerse con un activo valioso (hay muchos precedentes de venta) o el deseo de asentarse en el mercado legalizado por parte de quienes ahora emiten sin autorización.
Hace tiempo que el viejo asunto de las licencias trascendió el terreno de la comunicación y, según ha podido comprobarse con cada reparto autonómico, se ha convertido en una decisión de calado político. En cualquier caso, los Gobiernos son perfectamente conscientes de que, tomen la decisión que tomen, asumen la inquina de los medios menos favorecidos.
La fiebre de los medios
La irrupción de diez nuevas frecuencias de radio vendrá a complicar todavía más un escenario donde ya hay demasiados actores. Hace unos pocos años, los medios de comunicación en Cantabria apenas superaban la treintena. Ahora, con similar inversión publicitaria, la tarta ha de repartirse entre cerca de un centenar de comensales. No sólo se ha multiplicado el número de radios y televisiones locales que se disputan las ondas sino que, casi a diario, nacen publicaciones de todo tipo para pelearse por los lectores o, más bien, por los anunciantes.
Esta fiebre mediática resulta un tanto paradójica si se tiene en cuenta que el público potencial no ha crecido –al menos en la misma medida que las emisoras y cabeceras de prensa– y tampoco lo han hecho las carteras de publicidad, lo que supone que los anunciantes comienzan a verse abrumados ante la idea de tener que repartir la misma inversión entre más soportes para asegurar su presencia.
El mercado de la comunicación en Cantabria se encuentra sobredimensionado en su oferta. Un reciente estudio encargado por el grupo Recoletos para analizar la viabilidad de incluir la región entre aquellas donde lanzar su nueva cabecera de prensa local gratuita ‘Qué’ así lo puso de manifiesto: la publicidad es insuficiente y no hay espacio para todos.
No sólo es producto de la llegada de nuevas iniciativas. A imagen y semejanza de lo que ha ocurrido con los grandes grupos mediáticos, las empresas cántabras más relevantes han decidido entrar en el mundo de la información por la puerta grande y no se conforman con un sólo terreno que pisar. Quieren ser ‘multimedia’ y ampliar su red de influencias con un periódico, una emisora de radio, una cadena televisiva y una publicación digital.
Pero la concentración mediática está al alcance de muy pocos. El resto lucha por sacar adelante una iniciativa modesta y, a los más románticos, hasta les sirve con un medio de expresión en el que reflejar su mensaje. Dejando al margen manidos debates sobre el pluralismo informativo y la atomización que vive el mercado, lo cierto es que más de un tercio de los medios de comunicación en Cantabria no alcanzan a ver los números negros. Hay sectores enteros en pérdidas, como el de las televisiones locales, y sin otro horizonte de rentabilidad a medio plazo que el conseguir convencer al Gobierno regional para convertirse en su televisión autonómica o conservar unos derechos teóricos para el día en que se repartan las licencias digitales y el cambio tecnológico fuerce el cierre de quienes no la obtengan.
¿El fin de las radios ‘piratas’?
En la radio pasa algo parecido, aunque su situación económica es mucho más boyante. Todas las emisoras legales esperan que, una vez se repartan las nuevas licencias, el Gobierno cierre definitivamente las cerca de sesenta ‘piratas’ que se reparten por toda la geografía de Cantabria. Todo parece indicar que esta situación de provisionalidad que vive el sector, mientras la Administración hace la vista gorda, acabará ahora, lo que va a añadir otro coste político al Gobierno, el que supone el ejecutar cada cierre. El ex consejero de Industria y Comunicaciones José Ramón Alvarez Redondo manifestó tras dejar el cargo que una de las decisiones más difíciles que adoptó mientras estuvo en él fue la de cerrar Radio Rabel, a pesar de que había un cierto pacto tácito con los propietarios a los que se les reconocía un derecho moral a una de las futuras licencias.
Como ya ocurriera con las televisiones locales, las nuevas cadenas nacionales están tomando posiciones en la radio antes aún de contar con licencias. Punto Radio, de Vocento y Radio Marca, de Recoletos, no han dudado en hacerlo así. La primera está utilizando una emisora municipal –Radio Meruelo– para poder divulgar en la región los programas de su cadena. Por esta vía tangencial pueden tener presencia en el dial cántabro las ‘estrellas’ que fichó el pasado otoño para su proyecto: Luis del Olmo, Concha García Campoy, Manel Fuentes o Ramón García. Pero esta fórmula de radio comercial parece difícilmente compatible con la tipología legal de una emisora municipal que, si bien puede concertar una parte de sus programas, no tiene la posibilidad de convertirse en otra emisora más de una cadena convencional, y justificar su carácter municipal con unas pequeñas desconexiones diarias.
Por su parte, Radio Marca, la emisora del grupo Recoletos especializada en deporte, también ha empezado a emitir desde unos nuevos estudios ubicados en Bezana y sin esperar a disponer de una licencia, lo que deja claro la irregularidad con que funciona el sector.
Esta colonización de las ondas por las cadenas nacionales pretende ser respondida por los empresarios locales, que aspiran a tener un pequeño hueco. José Ramón Saiz, nuevo director de Telecabarga, una de las empresas que concursan por las nuevas frecuencias, insiste en la necesidad de equilibrar la importante presencia de las cadenas nacionales de radio en nuestra comunidad: “Cantabria necesita empresas propias de información y comunicación que puedan desarrollar un modelo de radio regional a lo largo de las 24 horas del día, con una clara identificación con los valores de identidad histórica y cultural que define nuestro Estatuto de Autonomía”, dice.
Cantabria es una buena plaza para las cadenas, si se tiene en cuenta el consumo de radio. La Asociación para la Investigación en Medios de Comunicación, AIMC, desveló hace pocos meses que a los cántabros nos atrae la radio más que al resto de los españoles. De hecho, con una escucha de 135 minutos diarios, nuestra comunidad figura en segundo lugar –sólo detrás del País Vasco– cuando la media nacional no alcanza las dos horas. Un dato que alienta el lanzamiento de las nuevas emisoras y la implantación de la tecnología DAB –Digital Audio Broadcasting– que permitirá en el futuro próximo la escucha sin interferencias y con gran calidad de sonido.
El apagón digital
Una situación legal semejante a la de la radio sufren las cadenas de televisión local, que emiten sin autorización administrativa y sólo esperan que la revolución digital –para la que ya se ha reservado una frecuencia autonómica– arregle su futuro con la regularización del sector. Su número también se ha triplicado y, en la actualidad, rondan la docena. Hay para todos los gustos, desde televisiones generalistas hasta telefórmulas: teletienda, videncia, pornografía o concursos. En este caso, la ‘culpa’ de su anómala situación legal puede atribuirse a otra fallida ley de 1995, que no aclaró las cosas y dejó en un extraño limbo a las existentes y a las que han nacido después. Lo más benévolo que puede decirse de ellas es que son alegales.
Esta indolencia de la Administración para regularizar el sector provocará que las emisoras locales de televisión pasen directamente de la oscuridad al apagón, al producirse el cambio tecnológico en las transmisiones de ondas que impedirá sintonizarlas. Sólo las que consigan las ansiadas licencias sobrevivirán después de que la emisión analógica pase a la historia en 2008. Cuando apenas quedan tres años para que se produzca esta circunstancia, resulta curiosa la aparición de televisiones con una tecnología que nunca más se podrá volver a utilizar.
De momento, parece que las comunidades están preparando concursos públicos para la distribución de las licencias de televisión digital, una por cada municipio, dos en el caso de las grandes capitales. Y este será el único asidero al que podrán agarrarse las televisiones locales que, desde el inicio de su historia, han emitido sin licencia de la Administración.
El avance de la prensa gratuita
La prensa escrita no se enfrenta a un terreno legal tan farragoso como los medios audiovisuales pero sí a la aparición de un nuevo modelo con el que le resulta muy difícil competir, el de los periódicos gratuitos –un fenómeno que resultaba impensable hace años– y el de las publicaciones corporativas, que también viven un desarrollo espectacular. Internet es otro competidor en potencia, cuya importancia real está aún por ver, y las ediciones digitales de noticias y los polémicos confidenciales comienzan a afianzarse en el hueco que les facilita su inmediatez y la frugalidad de medios que requieren.
Cantabria no ha sido elegida por ninguno de los tres grandes grupos de prensa gratuita que ya operan en España porque no hay grandes poblaciones, las posibilidades de negocio son limitadas y el reparto resulta caro. No obstante, hay varios editados por empresas locales a los que se ha unido ‘Gente en Santander’, el tercer rotativo que saca a la luz un grupo de comunicación burgales, liderado por el empresario Juan Carlos Llorente.
Bien sea por estas publicaciones gratuitas o por haber alcanzado techo, los medios tradicionales se encuentran con serias dificultades para elevar la difusión. No obstante, eso no impide que el grupo asturiano Moll mantenga su interés por sacar un periódico diario en Cantabria para competir con ‘El Diario Montañés’ y ‘Alerta’, un proyecto que se aplaza en el tiempo desde 1996, y que puntualmente se reactiva, como ocurre ahora.
Todo ello conforma un mercado de comportamiento demasiado extraño si es analizado exclusivamente por parámetros económicos. Una avalancha de iniciativas que en muchos casos ni siquiera se plantean la rentabilidad a medio plazo, un asunto menor cuando lo que está en juego es una cuota de poder.