¿Quién es y qué busca Mr. Ali?
“¿Pero, parece que de verdad tiene dinero?” La pregunta debiera resultar ociosa para los abogados que han estado detrás de la operación de la compra del Racing por Ali Syed, pero a todo el mundo le seguía quedando un rictus de duda la noche del viernes 28 de enero cuando el empresario indio se presentó en el hotel de Zurich y los presentes retransmitían por teléfono la llegada a sus colegas, reunidos en Santander. –“Al menos trae unas veinte personas y varios de seguridad”, constataban quienes vivían en directo la aparición de Syed Ali, después de muchos nervios, porque el nuevo dueño del Racing se había retrasado dos horas en su llegada al acto donde debía firmar el preacuerdo.
Los exhaustivos informes emitidos por un banco tan reputado como Credit Suisse garantizan que el nuevo propietario del Racing puede pagar. En realidad, en función de los recursos que maneja, los quince millones de euros que tiene que desembolsar apenas son una bagatela, pero no ha sido fácil, ni mucho menos, sacarle cada euro del bolsillo (hasta el momento sólo ha pagado una pequeña cantidad de ese compromiso) y a lo largo de los informes no aparece con claridad de dónde sale el río de dinero que de la noche a la mañana ha llegado a las empresas que maneja y que, informalmente, se atribuye unas veces a familiares, otras a negocios petroleros y alguna vez al sistema musulmán de préstamos, absolutamente ajeno a nuestro modelo bancario.
Según su página web, igual de oscura que todo cuanto rodea a Ali, su negocio es la gestión de patrimonios y los préstamos, aunque el interés a los que ofrece el dinero no parece lo suficientemente remunerador (5-7%) para los riesgos que parece dispuesto a asumir ofreciendo financiación a quienes tienen problemas de liquidez y no la consiguen en los bancos.
Santander como marca
Mr. Ali sigue siendo un misterio para los vendedores, para el Gobierno de Cantabria y para los expertos que han trabajado en la operación. Por eso, todos ellos necesitaban encontrar algo, aunque fuese en el mero aspecto externo del magnate indio, que sirviese para confirmar la solvencia que los informes bancarios indican, sobre todo después de que algunas investigaciones periodísticas desvelasen la existencia de muchos proyectos anteriores sin concretar y de algunas deudas en otros países.
Lo cierto es que el aspecto menudo y aniñado de Ali y de su corte de ayudantes, unida a su pasión por los jerseys tampoco sirve para despejar los recelos. Pero entre los magnates que operan en Bahrein hay criterios que escapan a la lógica occidental. Muchos de ellos han promovido espectaculares rascacielos, que están prácticamente deshabitados, como mera demostración de poder del propietario. Una especie de escultura monumental, sólo que habitable. Tampoco pretenden ganar dinero con las cuadras de caballos que poseen, con establos donde los animales viven con aire acondicionado. Es una cuestión de prestigio. Y, dentro de la misma lógica, comprar equipos de fútbol en Gran Bretaña o en España, las dos ligas con más proyección internacional, también es una exhibición de poderío.
En realidad, Ali Sayed quedó prendado por la marca y no por el equipo. Ni siquiera sabía de la existencia del Racing, cuando a empezó a sonarle el nombre de Santander, a través del patrocinio del Gran Premio de Bahrein por el Banco cántabro. Al rebufo de la publicidad que hace la entidad, cualquier cosa que lleve el apellido Santander tiene una parte del camino andado en el terreno comercial y, nada como la proyección mediática de un club de fútbol como el que le ofreció el banco Credit Suisse, donde el Racing estaba a la venta desde hacía más de dos años. No es el único en parecida situación. En los últimos días a Mr Ali le han ofrecido al menos otros dos equipos españoles (Zaragoza y Getafe) pero su interés estaba claro: El Racing, que, a partir de ahora, será más Santander y menos Racing. No será la primera vez, ya que por exigencias de una norma poco comprensible de la Liga, en los años 70 y 80 ya fue obligado a cambiar su nombre oficial por el de Real Santander.
Syed pretende utilizar el Racing como soporte publicitario de su marca en los mercados internacionales, especialmente en Oriente Medio y la India, si bien su compañía, WGA, no vende un producto de consumo, lo que parece corroborar la intención de buscar prestigio e imagen personal más que resultados económicos. Para que de verdad resulte efectivo, el equipo tiene que llegar a ser relevante en el ámbito internacional, lo que conlleva que, al menos, ha de conseguir colarse en la UEFA. Un objetivo que no solo requiere recursos económicos, sino también suerte. Basta fijarse en el ejemplo del Málaga, último equipo de la Primera División al finalizar el mes de enero, a pesar de que su nuevo dueño, un jeque árabe, ha invertido 40 millones de euros en fichajes para hacerlo más competitivo.
Ali Syed no lo tendrá más fácil en el terreno económico, aunque la deuda del Racing sea relativamente manejable si se compara con la de otros clubs (16,8 millones a largo plazo y unos 32, netos, a corto, según las últimas cuentas). No se ha podido endeudar más porque desde hace años las entidades financieras no le prestan dinero. Eso le ha obligado a una gestión muy austera, aunque no le impide presupuestar cada año mucho más de lo que ingresará realmente. Por ejemplo, los 33 millones previstos para esta temporada, muy poco realistas si se tiene en cuenta que en la anterior los ingresos materializados se quedaron en 19,6, poco más de la mitad.
En ocasiones, una venta afortunada salvaba la temporada económica, pero el club en estos momentos apenas tiene activos. Poco más que el material para entrenamiento y para el cuidado del campo. Ni es suyo el estadio, ni las instalaciones de La Albericia ni los jugadores, ya que ha tenido que limitarse a cesiones o a contratar a quienes quedaban libres sin equipo. Los derechos que posee están pignorados por Hacienda. Por no tener, no tiene ni la marca, que es propiedad del Gobierno de Cantabria y que la seguirá reteniendo hasta 2017, igual que el derecho a jugar en Primera División, como una garantía de que el comprador no pretende conseguir una franquicia y llevárse el equipo a otra ciudad.
Tampoco está en disposición de obtener subvenciones oficiales, al menos del Gobierno regional, puesto que los 22 millones de euros que anticipó hace cuatro años para salir de un complicado trance económico representaban las subvenciones de todo un decenio. Aunque en teoría las sigue recibiendo cada año, esa cuantía se corresponde simétricamente con la cantidad que el equipo paga por el arrendamiento de su marca al Instituto Cántabro de Finanzas (el Gobierno) que es el propietario, con lo que el resultado es un deportivo empate a cero. No hay dinero público y no lo volverá a haber hasta que se cumplan los diez años anticipados.
Con semejante bagaje, y una pérdidas de unos 15 millones de euros por temporada, Ali Syed tendrá que desembolsar bastante más de los quince millones de euros que ha comprometido si quiere que el equipo salga adelante. Lo más cómodo para él será el calendario de pagos por las acciones, porque las partes le han dejado tiempo para hacer el desembolso. Eso sí, cada vez que abone un plazo al vendedor ha de pagar lo mismo al Gobierno por los avales de Cantur (ambas cuantías son semejantes) para que ninguno de los dos tenga preferencia.
¿Un gesto hacia los accionistas?
El resto de los accionistas se han convertido en irrelevantes, aunque alguno de ellos, como Piterman o Lupa hayan puesto cantidades importantes. También tenían paquetes significativos en su día Norcasa o Francisco Reda. Las sucesivas reduccioney ampliaciones de capital, para enjugar pérdidas, han hecho que estas acciones hayan perdido cualquier valor, aunque fuentes de la negociación no descartan que el magnate indio lance un mensaje a la afición ofreciendo la compra de las que aún no posee a un precio bastante superior a su valor contable, prácticamente cero. A la vista del entusiasmo con que le han acogido a su llegada y de que, tras la ampliación prevista de 3,5 millones de euros, tendrá bastante más del 99% del capital, no parece que lo vaya a necesitar.
Con ocasión de su intento de compra del Blackburn británico –un club no muy distinto al Racing por tamaño y posición– el magnate indio advirtió que su empeño era a medio y largo plazo y su vista estaba puesta en el potencial que tiene el fútbol europeo en el Oriente Medio y Lejano. Sabía lo que podía costarle anualmente el club, pero prefiere pensar que es una parte del presupuesto de sus empresas en publicidad.
En el Blackburn Rovers –el equipo donde juega actualmente el exmadridista Michel Salgado– no se fiaron de la oferta de 300 millones de libras presentada por Ali, después de que la prensa inglesa desvelase algunos negocios frustrados que el magnate indio había intentado anteriormente y varias deudas que había dejado mientras residió en Inglaterra. Lo curioso es que, finalmente, fue vendido a otro indio, Venkateshwara Hatcheries, dedicado a la misma actividad que la familia de Ali, la producción de aves. Unnegocio volátil por definición.