La operadora cántabra Netcan lleva la banda ancha fuera de las ciudades
La brecha digital es una forma gráfica de representar la diferencia que hay entre los servicios telemáticos que se pueden disfrutar en la mayoría de las ciudades y los que tiene a sus disposición los habitantes del medio rural. Esta discriminación no es fácil de evitar en regiones como Cantabria, donde la población está muy dispersa y la orografía obliga a inversiones costosas para dar un servicio universal que las operadoras de telefonía saben que nunca rentabilizarán.
Los habitantes de los pueblos parecían condenados hasta ahora a un Internet de segunda o tercera división, a no ser que los gobiernos subvencionasen los tendidos de cable o la instalación de los repetidores. En realidad, su condena iba mucho más allá, porque la mayoría de los negocios ya no pueden manejarse sin un internet de banda ancha y eso empujaba a los pueblos a una muerte lenta por ausencia de actividad económica, como en su día ocurría con las malas carreteras.
Este panorama desanimante para los vecinos empieza a tener los días contados, al surgir empresas capaces de aprovechar esos nichos de mercado que las grandes operadoras de telefonía desprecian porque para ellas no son rentables.
Una de las que están dispuestas a aprovechar esos nichos es la operadora cántabra Netcan, cuya cabeza visible es Fernando Gaspar, que ya está registrada como tal en la Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones.
Después de una primera etapa en la que ofreció señal de wifi a establecimientos hosteleros de la costa cántabra, comprobó que el auténtico problema estaba en la baja calidad de las comunicaciones que llegan a estas zonas, un cuello de botella que le impedía dar a sus clientes el servicio de internet de alta velocidad que pretendía. Así que optó por convertirse en operadora, un terreno que parecía reservado a las grandes compañías.
En su nueva actividad, Netcan toma la señal de alta velocidad de un proveedor de fibra óptica y la envía a través de un radioenlace hasta una red de repetidores desplegados desde el Monte Ibio, en el centro de la región, al Monte Candiano, en el extremo occidental, desde los que puede ofrecer internet de banda ancha a gran parte de la comunidad autónoma.
Gracias a esta tecnología inalámbrica, y como tal muchísimo menos costosa de lo que costaría cablear estas zonas, Netcan ya proporciona banda ancha a la mayoría de núcleos rurales y viviendas dispersas, con dos ventajas añadidas: un precio muy competitivo y un caudal de señal que se ajusta exactamente a lo contratado, lo que no ocurre con las operadoras convencionales, en las que la oferta nominal es un máximo teórico, que depende, entre otros factores, de la distancia del usuario al nodo de conexión. El paquete básico de Netcan cuesta 47 euros al mes (38+IVA), para un flujo invariable de 10 Mb de bajada y 2 de subida, sin límites de descarga ni compromiso de permanencia.
La cuota de alta es de 99 euros, que no llegan a cubrir los gastos de la pequeña antena que se instala en el domicilio del cliente para la recepción de la señal, si bien Netcan considera estas pérdidas como una inversión.
La operadora asegura que su servicio es extremadamente fiable, porque la red de repetidores con que cuenta está mallada y la señal puede circular en los dos sentidos, de forma que se minimiza el riesgo de fallo de la red.
La intención de la empresa no es competir con las grandes operadoras, sino rentabilizar las zonas que éstas dejan sin atender por razones comerciales, ya que, por su escaso volumen de población o por la lejanía, no pueden rentabilizarlas. Las circunstancias orográficas de Cantabria hacen que esas zonas de sombra sean numerosas, pero Netcan tampoco descarta ampliar su servicio a otras comunidades limítrofes, porque en la mayoría de ellas la banda ancha solo ha llegado a los grandes núcleos de población.
Paradójicamente, Netcan suministra en el campo un ancho de banda mayor del que están ofreciendo las operadoras convencionales en las ciudades y a un precio competitivo. Eso puede dar lugar a una reversión del problema, que se pueda navegar por Internet a más velocidad allí donde hasta ahora apenas llegaba.
Una tecnología eficaz y barata
La tecnología inalámbrica requiere un importante desarrollo de investigación pero no grandes infraestructuras. De hecho, los clientes no necesitan contar con cobertura de ADSL; ni siquiera necesitan tener una línea telefónica. Les basta una pequeña antena en la casa, orientada hacia el repetidor más próximo.
Esa mínima instalación es suficiente para que una empresa de cierto tamaño que se emplace en el medio rural pueda contratar un caudal simétrico de hasta 20 Mb de bajada y de subida, al precio de 229 euros al mes. Unas condiciones impensables hasta ahora en esas zonas y con una calidad muy alta, ya que en este sistema la latencia (la suma de los retardos que acumula la red) es de 20/30 milisegundos frente a los 60 de un ADSL.