Mucho más que un deporte
A los ocho años, Jaime Suárez recibió como regalo una jaca de paseo. Hoy es uno de los jinetes cántabros más laureados y el propietario de un club de equitación en Liencres. En el caso de Jaime, jaca y jinete aprendieron a saltar juntos. Tanto que pronto quedó por dos veces campeón infantil de la Comunidad Valenciana (por entonces su familia vivía en Alicante). Luego se formó como jinete en Estados Unidos y cuando la residencia familiar se trasladó a Cantabria comenzó a concursar en la región y quedó campeón de España de Hunters por dos años seguidos (2002 y 2003) mientras daba clases de equitación en la escuela de El Bocal.
Allí surgió la idea de montar su propio club y optó por arrendar unas instalaciones que ya existían en Liencres, muy cerca de la pinada del parque natural, la Escuela de Equitación Equus. Esa es su plataforma económica para llegar a la alta competición, un mundo vedado a todo aquel que no pueda adquirir un par de caballos de altísimas prestaciones y que no cuente con patrocinadores para financiar la tourné de competiciones por todo el país y el gran camión que se necesita para el transporte de los animales.
Al margen de los que se emplean para la enseñanza de los niños que acuden a su escuela, Suárez tiene dos caballos de calidad suficiente para llegar al estadio previo, el Grupo I de saltos, donde los obstáculos alcanzan una altura de 1,5 metros, algo que sólo está al alcance de unos pocos caballos, que se cotizan en el mercado a un precio medio de 10 millones de pesetas.
Con su mejor caballo ya ha conseguido grandes éxitos, pero su objetivo es disponer de otro puntero, la base mínima para entrar en ese selecto club de competición.
Esto puede crear la falsa sensación de que toda la equitación es un deporte caro. En realidad, no lo es, y probablemente por eso está claramente en alza. En Cantabria se han multiplicado las escuelas y, en concreto, Equus ofrece bonos para diez clases de una hora por un precio tan razonable como 120 euros y clases sueltas a 15 euros.
El centro de equitación cuenta con un picadero cubierto de 800 m2, con una pista de arena de sílice y 32 boxes para albergar caballos propios y ajenos, por cuyo pupilaje los propietarios pagan 250 euros al mes. Además, tiene un salón social, dos cuartos acondicionados con literas para los jóvenes alumnos que optan por hacer cursos intensivos de una o dos semanas y se está acondicionando una pista exterior, dentro de la magnífica finca de 6.000 m2, situada en las inmediaciones de las playas de Liencres.
Por lo general, la aspiración de los niños que acuden a la escuela de equitación es comprar un caballo propio, con el que, a los dos o tres años de experiencia, comienzan a saltar en competiciones de promoción. El primer caballo de saltos cuesta entre 6.000 y 9.000 euros, bastante más que un caballo de paseo, que ronda los 3.000. Pero es que son caballos mayores, domados y con experiencia, que resultan ser los auténticos profesores del futuro saltador y la mayoría proceden del mercado francés, mucho más abundante que el español.
Terapias a caballo
La equitación también se ha convertido en un curioso tratamiento terapéutico y son varias las instituciones de minusválidos o de niños con lesiones cerebrales que aprovechan la escuela de Liencres con este fin. Es muy frecuente ver jóvenes con hemiplejias o paraplejias junto al profesor de equitación a lomos de los caballos más tranquilos de la escuela. Allí se reencuentran con sensaciones que habían perdido o no han tenido nunca. El movimiento del caballo y el contacto con el animal –cabalgan sin silla– hace mover músculos que difícilmente podrían ser estimulados con una máquina o con fisioterapeutas y eso se nota en la evolución física de los enfermos. Pero probablemente se nota mucho más en su estado de ánimo. Los profesores están convencidos de que los caballos tienen una especial sensibilidad con estos jinetes, y la familiarización entre ambos es rápida, especialmente en los jóvenes afectados por síndrome de Down, siempre encantados de subir a la grupa del animal.
A estas terapias diarias acuden con toda normalidad, muchachos de Ampros, del CAM de Sierrallana o del Colegio Fernando Arce, de Torrelavega, además de enfermos del Hospital Psiquiátrico de Parayas, instituciones que han llegado a convenios con la Escuela muy favorables. Tanto como para que la equitación se haya convertido ya en una terapia ordinaria.