Los ganaderos redescubren la venta directa de leche
El pulso entre las industrias lácteas y los ganaderos a cuenta del desplome que sufre el precio de la leche, está generando muchas iniciativas individuales y algunas parecen rescatadas de tiempos pasados. Lo que hasta los años sesenta y setenta era una práctica habitual, la venta directa de leche por el ganadero al consumidor, vuelve a emerger como una solución a la asfixiante presión de las firmas embotelladoras sobre los productores. En pocos meses, tres ganaderías de Cantabria han puesto en marcha la comercialización de leche fresca a través de máquinas de vending, y una cuarta, Granja La Flor, proyecta levantar una planta envasadora en la propia explotación para distribuir directamente la leche que produce.
La respuesta del consumidor está siendo muy alentadora y, con ella, la rentabilidad para el productor. Mientras que los precios que paga la industria láctea han llegado a descender hasta los 0,24 céntimos de euros por litro, la leche que los ganaderos venden directamente al consumidor, tanto a través de máquinas expendedoras como la que saldrá de la futura envasadora de Cayón, se comercializa a un euro por litro. Una diferencia que explica la resolución con que estos ganaderos han asumido una mentalidad empresarial poco habitual en el sector.
Vender en el Valle
El propietario de Granja La Flor, Jesús Alonso, se ha fijado como objetivos iniciales de la leche que se dispone a embotellar los restaurantes, negocios de hostelería y consumidores del Valle de Cayón, donde está situada su ganadería. En esa zona viven unas nueve mil personas y, si consigue llegar a ellas a través de la decena de supermercados del Valle, dispondría de un mercado potencial con unas necesidades muy superiores a los 500 litros diarios que aspira a vender en una primera etapa. Su intención, en realidad, va más lejos. Apoyado en la creciente demanda que tienen los productos naturales, está convencido de que algún día llegará a envasar los 4.000 litros diarios que produce la granja, para lo que necesitaría vender también en Santander.
Mientras llega ese día, su principal cliente seguirá siendo la fábrica de Nestlé, que hasta ahora ha comprado la totalidad de la leche que produce su granja, como la de la mayoría de los ganaderos de la zona.
La inversión prevista para levantar la envasadora es relevante para una ganadería aunque no sea exagerada para una industria, unos 280.000 euros, y las dimensiones de la planta (unos 200 metros cuadrados) permitirán instalarla dentro de la propia explotación. Tendrá una sala de pasteurización y una embotelladora capaz de envasar unos mil litros de leche a la hora.
La Flor también pretende hacer la distribución por sí misma, con una flotilla propia de reparto formada por tres furgonetas que recorrerán las carreteras del Valle de Cayón y de las localidades cercanas llevando leche fresca a supermercados, restaurantes y tiendas de alimentación.
Una vuelta al pasado
La iniciativa de Alonso nos devuelve a un escenario que era muy común años atrás, cuando la industria láctea tenía sistemas de conservación y envasado más rudimentarios y la distribución a los comercios estaba prácticamente en mantillas, de forma que muchos ganaderos comercializaban la leche por sí mismos en su entorno cercano. El sistema tenía muchas deficiencias, sobre todo las higiénicas (algo que ahora no ocurrirá), pero el producto conservaba el sabor natural. Un sabor bastante distinto del que tienen las leches tratadas industrialmente. Tan alejado que quizá la vuelta a la leche fresca puede chocar a consumidores actuales, acostumbrados al gusto más suave con que toda la industria láctea ha estandarizado el producto.
No sólo se van a recuperar sabores y sensaciones olvidadas, sino que esta vez se hará con las garantías sanitarias que décadas atrás no existían para la distribución de leche fresca. La envasadora que va a montar La Flor estará dotada con un equipo que analizará cada partida de leche que se embotelle y, además, deberá someterse al control de un laboratorio externo.
Si los plazos administrativos se cumplen, la envasadora podría estar funcionando en primavera. En ese momento, la iniciativa de Alonso puede convertirse en un referente para otros ganaderos cansados de los vaivenes de un mercado en el que se sienten a merced de las cadenas comerciales o de la industria. Un sector al que reprochan, también, la baja calidad de algunos de los productos lácteos que envían a los supermercados.
Según un reciente análisis de la calidad de la leche que se distribuye en la región, realizado por la Asociación Frisona de Cantabria, el 30% no llega al mínimo exigible y rebaja el nivel de calidad de la leche que recogen de los ganaderos. Una idea en la que abunda también el propietario de La Flor al que no le salen las cuentas: “Ahora mismo hay cuatro millones de toneladas de producción, se consumen muchos más y sobra leche. Cómo se explica eso –se pregunta–, cuando, además, otros dos millones de litros se utilizan para productos derivados de la leche”, señala Alonso que, a pesar de sus 38 años, ya es un veterano ganadero. Cuando se puso al frente de la explotación creada por su padre, tenía 18 años. En este tiempo ha triplicado el tamaño de la granja heredada, hasta contar con unas 250 vacas y una cuota láctea de millón y medio de kilos.
Alonso compagina su trabajo al frente de la granja con el cargo de concejal de Obras en el Ayuntamiento de Santa María de Cayón y es, también, un experto en concursos ganaderos. Sus conocimientos sobre cómo preparar una vaca para su exposición son muy valorados.
De Granja La Flor ha partido otra idea que está dando mucho juego en los centros escolares de la región, la de convertir a la explotación ganadera en un centro de interpretación para que los estudiantes conozcan el trabajo que se lleva a cabo en una granja y sepan que la leche no sale de un brick. Algo de lo que no les quedará ninguna duda si se generalizan iniciativas como la de este puñado de ganaderos decididos a que la leche fresca vuelva a ocupar el lugar que tenía años atrás en los hogares.