La batalla por el control de la CEOE cántabra deja herida la patronal

Cuando Lope Carral dimitió en febrero como presidente de la CEOE cántabra, poco antes de concluir su mandato, probablemente pensó que era la forma de dejar en manos de su sucesor la renovación interna de la patronal, incluida la del secretario general, Miguel Angel Castanedo, con el que llevaba enfrentado más de un año. La nueva junta directiva justificaría el cambio de equipo. Pero la sucesión natural estalló antes de que el parto estuviese preparado. Gómez Otero, vicepresidente, exigió que Carral dejase la presidencia durante el proceso electivo, lo que le convertía a él en presidente en funciones, y a las pocas horas de conocerse la lista supuestamente consensuada por Carral para hacerse cargo de la patronal cántabra, se celebraban reuniones en cuatro restaurantes distintos donde los mismos nombres aparecían en otras potenciales candidaturas.
Carral había pensado en González Cuevas como presidente y en Mirones como delfín, todo ello con el apoyo de las grandes empresas. Pero la candidatura institucional duró muy poco. Bien por el deseo de Mirones de probar suerte por sí solo o –según ha sostenido en todo momento González Cuevas– por la activa gestión de Miguel Angel Castanedo, que sabía que no continuaría si éste ganaba, comenzaron a gestarse otras candidaturas. Hasta cuatro pudieron llegar a formarse de no haber resultado tan complicado recabar los avales suficientes, ya que cada una necesitaba los de, al menos, doce asociaciones sectoriales y en la CEOE cántabra sólo hay 52.
El presidente de Pymetal, José Gómez Otero, y el de Coercan, Miguel Angel Cuerno, finalmente desistieron de hacer candidatura propia y optaron por integrarse en la lista de Mirones quien, con el control de la hostelería, el comercio y el pequeño metal sólo estaba preocupado por el comportamiento de las grandes empresas, las que realmente iban a decidir en el momento de las votaciones, ya que controlan la mitad de los votos totales. Y es ahí donde, según la candidatura perdedora, tuvo un papel muy activo Miguel Angel Castanedo.
Para sorpresa general, El Corte Inglés se alineaba con Mirones, integrándose en su lista. Una decisión que pronto movió toda la artillería pesada de la candidatura oficialista para que la dirección nacional de los grandes almacenes forzase a su establecimiento cántabro a dar marcha atrás. Y lo consiguió, aunque se produjo en un momento de cambio de fichas que hizo que pasase desapercibido, porque las presiones internas forzaron la salida de Caja Cantabria de la lista de González Cuevas.
El presidente de los constructores se quedaba sin uno de los pesos pesados de una lista que ya había defraudado algunas expectativas, aunque incluía empresas como Teka, Garvasa (Valentín Valle) o Mecánica Industrial Buelna. A partir de ese momento, su candidatura quedaba tocada, tanto que Lope Carral se vio forzado a volver por una puerta lateral, y dar apoyo moral a su candidato con una inclusión de última hora, arrostrando el posible fracaso.
Mirones había dado otro golpe de efecto, al llevar en sus listas a una empresa pública del Estado, como Equipos Nucleares, cuando en el aire flotaba que el Gobierno regional –más el sector del PRC que el del PSOE– era claramente favorable a la candidatura de González Cuevas, con el que Revilla mantiene una gran sintonía desde su apoyo sin complejos al POL.

Malestar de las grandes empresas

La presencia de ENSA también fue motivo de debate y las grandes empresas empezaron a sentir urticaria hacia todo el proceso, por lo que cubrir los puestos vacíos resultó más difícil de lo que cabía suponer.
No obstante, hubo una que se arriesgó, Cementos Alfa, y salió escaldada. La cementera, curiosamente, no apostó por el presidente de los constructores, sino por el de los hosteleros, lo que añadía aún más morbo a todo el proceso. De nuevo, las presiones forzaron su salida de la lista y Alfa no sólo anunció su abandono la misma mañana de las votaciones, dejando coja la lista de Mirones –no hay suplentes– sino que ni siquiera acudió a votar.
Fue una de los pocas, porque desde que se abrieron las urnas los empresarios se agolparon para ante ellas. Ambos candidatos habían conseguido muchas delegaciones de voto, pero la mayoría de las grandes empresas optó por ejercer el sufragio personalmente y ocultar el sentido de su voto. El hecho de que las preferencias de algunas de ellas pudieran deducirse fácilmente por el número de sufragios a que tenían derecho hizo que tuviesen la precaución de fraccionarlos utilizando sobres de un solo voto, mucho más abundantes y, por tanto, menos identificables.
De 1.825 votos posibles, se emitieron 1.633, el 89%, y acudió el 82% del censo de votantes. Tras un recuento extraordinariamente prolijo, por la necesidad de confirmar, una a una, las delegaciones de voto, a las 6.00 de la madrugada, la Junta Electoral proclamaba vencedora a la candidatura de Miguel Mirones, con 1.049 votos (el 66,5%) frente a los 529 (33,5%) de González Cuevas.
La victoria parecía clara desde el momento en que cada candidato entregó las delegaciones, mucho más numerosas en el caso de Mirones. Las patronales sectoriales que le apoyaban hicieron un trabajo a fondo entre sus asociados. El equipo de González Cuevas también trabajó a fondo, pero era mucho más corto. Nunca se llegó tan lejos en la búsqueda de votos y nunca bailaron tanto los apoyos. Empresas que aceptaban delegar su voto a una de las candidaturas se lo entregaban a la rival veinticuatro horas más tarde. El mismo baile de apoyos que se dio en los avales de la primera fase para formar candidaturas (había asociaciones que llegaron a avalar a varias) se dio con las delegaciones de voto y, todavía a última hora, algunos de los que habían confiado su voto se personaron ante las urnas, con lo que automáticamente revocaban su delegación.

Desgaste

Todo ese proceso ha supuesto un enorme desgaste tanto para los encargados de recabar los apoyos como para las propias empresas que, en casi todos los casos, tienen vinculaciones personales o de negocio con miembros de las dos candidaturas y han atravesado todo un mar de dudas antes de elegir su opción.
Desde fuera ha habido varios intentos para reconducir una situación que, a medida que transcurrían los días se crispaba más, sobre todo, por el tono que alcanzaron algunas de las acusaciones de González Cuevas contra Mirones y contra Miguel Angel Castanedo. El propio director del SCH en Cantabria intentó una mediación para tratar de que ambas candidaturas se fusionasen, pero ninguno de los dos candidatos quiso ceder su prelación.
El proceso no sólo ha tensionado la vida diaria de las empresas cántabras de todos los tamaños y sectores, sino que puede afectar a la propia Asociación de Promotores y Constructores, por la presencia de Arruti y Cementos Alfa en la candidatura de Mirones.
También han quedado en entredicho algunos responsables de empresas que tuvieron que replegarse en sus apoyos públicos cuando vieron arreciar el chaparrón o cuando, directamente, fueron reconvenidos por instancias superiores.
Pero la más tocada ha sido la propia CEOE, tanto por la participación activa de la plantilla en favor de uno u otro candidato, como por la divulgación de circunstancias internas y la sombra de sospecha extendida por González Cuevas sobre la gestión del secretario general, que le llevó a anunciar que realizaría una auditoría a fondo si ganaba. Una situación que Mirones consideraba paradójica, dado que, de alguna forma, su rival era el candidato propuesto por la anterior ejecutiva.
Algunos directivos de empresas se han manifestado en privado hartos de este proceso y poco proclives a implicarse en cuanto tenga que ver con la patronal, aunque ese desahogo parezca contradictorio con la afluencia masiva a las urnas, algo que no se hubiese producido con una campaña más meliflua. Un problema de desafección que, a partir de ahora, Miguel Mirones y su Junta Directiva tendrán que afrontar para evitar que se diluya la capacidad de influencia de la patronal en el ámbito que le es propio. Un problema que se agravaría si empeora la interlocución con el Gobierno, que durante el último mandato de Carral ha sido muy fluida. Quizá por eso Mirones ha guardado mucho las distancias cuando el alcalde de Santander se ha apresurado a magnificar su victoria, con el mensaje soterrado de ser, supuestamente, el candidato que el Gobierno no prefería.

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