Luis Zubeldia. LAUREL:
Se define como tendero y humilde hortelano aunque también fue relojero. Fruto de su pasión por la agricultura ecológica (“mi religión es la ecología”, dice) fundó hace veinticinco años la tienda de herboristería y alimentos biológicos Laurel, en Santander. Luis Zubeldia es optimista con respecto a este tipo de producción: “Estamos creciendo en la venta a un cinco por ciento anual”, subraya. Asegura que siente al ganadero como un hermano y la desaparición de cada uno de ellos le causa una profunda tristeza: “Todos los Gobiernos de España han dejado morir el campo”, se lamenta.
P.- ¿Cuándo comenzó a interesarse por el mundo de la agricultura ecológica usted, que es urbano?
R.- Siempre estuve muy concienciado. Formé parte de la Coordinadora Ecologista Cántabra y los miembros nos reuníamos para evitar la central nuclear que se quería instalar en San Vicente de la Barquera; lucho contra los transgénicos y soy socio fundador de Arca. Por otra parte, mis tíos eran ganaderos en Galizano y en mi niñez recogía con ellos alubias y tomates lo que me dejó marcado.
P.- Está claro que para usted no sólo es un negocio sino un estilo de vida.
R.- Sí, sin duda. Mi religión es la ecología; mi partido político es la ecología y mi conducta social es la ecológica. Si me tocaran 50 millones de euros los invertiría en un proyecto integral de agricultura ecológica. Para mí representa un hobbie y una forma de subsistir. Por eso, también tengo una huerta en Selaya en la que produzco lechugas, alcachofas, repollo y coliflor. En la tienda de Santander que fundé hace veinticinco años somos siete: cuatro de mi familia –mi mujer, dos hijas y yo mismo– y tres empleadas.
P.- ¿El consumidor ecológico está completamente ideologizado o simplemente le preocupa su salud?
R.- Hay un poco de todo. Están los que quieren mejorar su alimentación entre las comidas y se decantan por las barritas energéticas de cereales y batidos vegetales, todo ello ecológico; los que no tienen mucho tiempo para cocinar y escogen el producto precocinado ecológico (croquetas, empanadillas) y los que tienen integrada en su vida la alimentación ecológica. Vienen a comprar arroz, macarrones, aceite, algunos desde hace veinticinco años. Lo que está claro es que es un tipo de alimentación sana y rica que ha calado en la sociedad.
P.- Pero algunos ganaderos y parte de la sociedad lo ven con recelo.
R.- El problema es que el ganadero no ha encontrado otra forma de comercializar su producto que la recogida que hacen las industrias y es víctima de los precios impuestos por las multinacionales. Tengo claro que el litro de leche debería costar dos euros y ellos en mí siempre han encontrado a un amigo. En cuanto al resto de la sociedad, el concepto de la agricultura ecológica está calando poco a poco.
P.- Sinceramente, ¿un consumidor de agricultura ecológica vivirá más años?
R.- Esta no es la pretensión sino que tengan más calidad de vida.
P.- ¿Hay clientela suficiente para los productos ecológicos?
R.- Sí. En este momento, hay 7.500 tiendas en España. En las grandes ciudades es donde más demanda tienen, precisamente porque el entorno es más desequilibrante para el ser humano y busca en la agricultura ecológica una solución a su desequilibrio.
P.- Su establecimiento tiene ya una larga trayectoria. ¿Se han cubierto las expectativas? ¿Qué productos son los más demandados?
R.- Ha sido un crecimiento sorprendente, con un aumento medio sostenido de un cinco por ciento anual. En mi establecimiento comenzamos mi mujer y yo y ahora somos siete.
Los productos más demandados son la leche vegetal (los batidos de soja y de arroz), los precocinados y las pastas, de las que vendemos veinte variedades.
P.- ¿Cuánto vale una docena de huevos de gallinas de corral, un pollo campero o un litro de leche ecológica?
R.- La docena de huevos cuesta 4,80 euros; yo no vendo pollos, pero el campero de cuatro kilos cuesta 40 euros, y el litro de leche ecológica está a 1,79 euros. Son precios caros, pero es que estamos hablando de quien escoge para su compra el jamón de pata negra frente a la mortadela. No tiene nada que ver una alimentación con la otra.
P.- Cantabria, según todos los expertos, es un sitio magnífico para producir carne ecológica o para cultivos de este tipo. Sin embargo, no hay demasiadas explotaciones que se dediquen a ello. ¿Qué ocurre, no son rentables?
R.- Es un problema de distribución. Las cooperativas tienen que hacer marcas y crear franquicias para que el producto pueda llegar consumidor de toda España. No se han abierto mercados.
P.- Los productos ecológicos tienen que luchar contra las espectaculares presentaciones de los envasados industrialmente o con la perfección de formas de las frutas y verduras que proceden de los cultivos convencionales. No será fácil…
R.- Esa imagen tapa la verdad de un producto que es engañoso y a veces se descubre. Por ejemplo, hay gente que no tolera el trigo convencional pero sí el ecológico.
P.- Cuándo uno compra un producto ecológico sabe que no tiene plaguicidas ni abonos químicos, pero ¿algún procedimiento tendrán que utilizar los agricultores para mejorar las cosechas y defenderse de las plagas?
R.- No hay ningún problema. Todo en la agricultura y ganadería ecológica está certificado. Las grandes compañías también tienen productos sanitarios certificados para ello.
P.- ¿Cree que el Gobierno regional apoya lo suficiente este tipo de producción a través del Consejo Regulador de la Agricultura Ecológica?
R.- El Consejo Regulador tiene mucho por hacer. No quiero decir más.
P.- ¿Ha pensado en abrir otros establecimientos o incluso instalarse en los centros comerciales?
R.- No me gusta crecer en medidas que no controlo. Mi negocio es duro pero lo controlo.
P.- ¿La desaparición de los ganaderos y las huertas domésticas le causa un problema de suministro?
R.- Yo tengo el suministro garantizado, pero cada ganadero o agricultor que desaparece se empobrece el tejido social de nuestro país. Por desgracia, todos los gobiernos de España han dejado morir el campo.