Repuntan las investigaciones para empresas en la UC

Ha sido un proceso paulatino pero que se ha acelerado en su tramo final. En los últimos 30 años, las universidades españolas han pasado de ser centros exclusivamente dedicados a la docencia a ser valoradas por su capacidad investigadora. Y, desde finales de los años 80, a ser conscientes de la necesidad de transferir a la sociedad el conocimiento así generado. O dicho con palabras del responsable de ese área en la Universidad de Cantabria, Javier León, “se dan cuenta de que no basta con hacer investigación, sino que una de las funciones de la Universidad es transferir ese conocimiento, tanto en un aspecto de divulgación y difusión de cultura científica como de transferencia de tecnología al tejido productivo”.
Fruto de ese cambio de sensibilidad fue la creación de las oficinas de transferencia de resultados de la investigación (en Cantabria, la OTRI), seguida en fechas más recientes por otra oficina, la dedicada a Proyectos Europeos e Internacionales de Investigación (OPEII). Entre ambas han conseguido más de cien millones de euros para investigación en los últimos cinco años, la mitad a través de proyectos con empresas y, en menor medida, de la administración central y regional.
Ha sido esta investigación contratada la que, en los años más duros de la crisis, ha aportado a la Universidad de Cantabria los recursos necesarios para mantener una actividad investigadora de la que dependen en estos momentos más de 400 profesionales, al margen de los cerca de 500 docentes que realizan regularmente actividad investigadora.

Despertar el interés de las empresas

La captación de recursos procedentes de las empresas tiene el mérito añadido de que la cultura empresarial española no es especialmente proclive a la investigación. Es innovadora y trata de adaptarse rápidamente a los cambios tecnológicos que surgen en su campo de trabajo pero los empresarios españoles no acaban de estar convencidos de que una inversión en I+D les vaya a suponer un retorno económico efectivo. Claro que esa misma actitud es compartida por las políticas oficiales, que no tienen la investigación como una prioridad estratégica y no dudan en recortar drásticamente los recursos en épocas de precariedad, como ha ocurrido en los últimos años.
En cualquier caso, a pesar de que los beneficios fiscales para las compañías que invierten en I+D no son muy diferentes a los que se aplican en otros países de la Unión Europea, la empresa española todavía es reacia a dar ese paso, a pesar del aliado que podía encontrar en la capacidad investigadora de las universidades locales. Esa desconexión se deja ver en un dato elocuente: mientras que la producción científica española medida en publicaciones de alto nivel se encuentra siempre entre los puestos nueve a doce del mundo, en patentes está mucho más abajo.
“No hay una buena correlación entre la capacidad investigadora del país y la capacidad de transferencia”, reconoce Javier León, vicerrector de Investigación y Transferencia del Conocimiento de la Universidad de Cantabria.
Para intentar salvar esa brecha y tender puentes con el mundo empresarial, se creó en 2013 el Foro UC-Empresas. Desde la propia institución eran conscientes de que, además del poco volumen de investigación que procedía de las empresas cántabras, había firmas que contrataban esos proyectos fuera de la comunidad, cuando esas investigaciones se podían realizar aquí. Este desconocimiento de las capacidades de la Universidad de Cantabria ha sido paliado, poco a poco, con las iniciativas de difusión puestas en marcha por el Foro, que cuenta ya con más de 140 entidades adheridas.
El siguiente paso será hacer reuniones sectoriales con las empresas, para que los problemas analizados sean comunes. Un ejemplo de esta nueva orientación es la reciente jornada celebrada por el Instituto de Biomedicina y Biotecnología (IBBTEC) en la Cámara de Comercio con la finalidad de poner en contacto al empresariado cántabro con los científicos que realizan su labor en el Instituto.
Además del Foro o de iniciativas puntuales como esta jornada sobre bioinnovación, la Universidad cántabra tiene un convenio con la CEOE, de manera que la propia patronal sirve de cauce a las necesidades que las empresas de la región puedan tener en investigación aplicada a sus procesos productivos.

Sectores más competitivos

La actividad investigadora de la Universidad de Cantabria responde, lógicamente, a las características del tejido industrial de la región. Sectores como el químico, el nuclear o los componentes de automoción –donde la región cuenta con empresas muy importantes­– han generado una investigación muy competitiva, a pesar de no tratarse de una universidad politécnica. También lo han hecho sectores como la tecnología de materiales y las telecomunicaciones.
Pero esa actividad investigadora también responde a las apuestas estratégicas que ha hecho el Gobierno de Cantabria, impulsando en su día la creación de institutos como el de Hidráulica o el de Biotecnología. Si bien este último está todavía empezando a despegar, el de Hidráulica ya se ha convertido en una referencia internacional y son muchos los proyectos de investigación en los que trabaja.
En el caso del Instituto de Biomedicina, la carencia en la región de empresas ‘bio’ de cierto peso trata de ser compensada con la captación fuera de la comunidad de proyectos de investigación, especialmente en empresas farmacéuticas situadas en León y en el País Vasco.
Pero también hay agujeros en sectores industrialmente importantes para la comunidad autónoma, como el agroalimentario, ya que no contamos con departamentos universitarios dedicados específicamente a la investigación en ese campo.

La recuperación de la investigación contratada

Aunque la situación de crisis se ha dejado sentir en la contratación con el sector empresarial, que ha moderado su apuesta por la transferencia y por la innovación, lo cierto es que en los años más duros de la recesión (entre 2012 y 2014), las empresas han aportado más recursos que los planes de investigación nacionales o internacionales (investigación competitiva).
En 2014, por ejemplo, la investigación contratada ascendió a 10,2 millones de euros, frente a los 6,8 millones obtenidos de programas públicos. Del total de la contratada, 5,3 millones fueron conseguidos a través de 214 proyectos de investigación concertados con empresas (contratos de I+D, apoyo tecnológico, ensayos, asesoría, formación, etc).
Ya en 2015 se produjo un resurgimiento de la investigación pública competitiva, con 16 millones de euros captados, frente a los 12,3 procedentes de la investigación contratada (7,2 millones con empresas), donde también se observa una evolución al alza.
La duración de los proyectos suele ser de tres años en el caso de la investigación vinculada a planes nacionales o europeos, aunque en ocasiones se prolongan hasta los cuatro o cinco. A las empresas les cuesta planificar a largo plazo y cuando son ellas las que contratan proyectos de I+D, la duración suele ser de unos dos años.
La continuidad de estos proyectos, tanto si surgen del tejido empresarial como si proceden de los programas de investigación oficial, es vital para que las cerca de 400 personas que trabajan como investigadores contratados puedan lograr la estabilidad laboral que les niega la falta de una política nacional de I+D sostenida en el tiempo.
Jesús Polvorinos

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