La madera recupera terreno en la edificación
Cuando hace tres años los aserraderos cántabros trataron de aprovisionarse de troncos de roble en el habitual mercado francés se encontraron con una inesperada escasez de materia prima. No es que esta especie se viese amenazada por algún peligro que aconsejase disminuir su explotación, sino que el Ayuntamiento de Venecia había acaparado miles de metros cúbicos de esa madera para reemplazar los vetustos pilotes, también de roble, que sustentan desde hace siglos la ciudad. Ni las más modernas tecnologías aplicadas a la construcción han sido capaces de alumbrar un material que, con los mismos costes, mejore las prestaciones de la madera para cumplir esa función bajo el agua. Ejemplos como éste ilustran las cualidades de este material noble, que aspira a recuperar en la edificación el protagonismo que secularmente ha tenido y que perdió hace algunas décadas en España, en beneficio del hormigón.
Una de las zonas del país donde más auge están teniendo las nuevas construcciones de madera es precisamente la Cornisa Cantábrica, quizá porque este material ya se ha usado tradicionalmente. También en Levante se están recuperando las estructuras de madera en las viviendas, aunque en este caso se trata de una demanda motivada por los residentes procedentes del centro y norte de Europa, que trasladan conceptos arquitectónicos propios de sus países de origen. Y es que, en contra de lo que pueda parecer, son los países más desarrollados los que utilizan con mayor profusión la madera en estructuras de construcción, especialmente en cubiertas y tejados.
Una homologación tardía
Al contrario de lo ocurrido en los países europeos, en España las vigas de madera fueron masivamente desplazadas por la irrupción del hormigón y la poca entidad que siempre ha tenido el sector maderero en nuestro país fue incapaz de oponer resistencia a lo que se entendía como un progreso en la edificación. Tampoco les ayudó su retraso en incorporar las posibilidades que brindaban los avances tecnológicos para mejorar las prestaciones de sus productos, ya fuese con el uso de nueva maquinaria, de laboratorios de control de calidad o con la simple creación de normas de homologación que garantizasen sus vigas o entarimados, algo que sí hizo la industria cementera con sus productos.
Esta ausencia de normativa es la que ha estado a punto de echar al sector maderero fuera del mercado de la construcción, ante la negativa de las aseguradoras a dar cobertura a la garantía decenal exigida por la Ley de Ordenación de la Edificación. La creación de sellos como AITIM han venido a suplir la ausencia de certificaciones de calidad en la madera. Garantía que se verá reforzada por la entrada en vigor en 2008 del marcado CE para este sector, exigido por el Código Técnico de la Edificación.
Estar incluida en este Código significa también que la madera será un elemento de estudio obligado en las Escuelas de Arquitectura. Los empresarios del sector confían en que, con un mejor conocimiento por parte de estos profesionales se producirá una mayor aplicación en sus diseños y en sus memorias de calidades. Claro que de nada servirá en ayuntamientos como Laredo donde, sorprendentemente, las normas urbanísticas en vigor prohíben la utilización de la madera en la estructura de los edificios.
Los madereros confían en que este Código sirva también para que se valoren las cualidades y ventajas de su producto frente a otros materiales de construcción. Salvo en aspectos como la insonorización –que es más barato de resolver en un forjado de hormigón– los empresarios madereros defienden las ventajas de su producto en cuestiones como el aislamiento térmico o el mantenimiento. Si bien la conservación exige una mayor atención durante los primeros cinco años, una vez pasado ese periodo, y gracias a la evolución de los protectores químicos, la madera se estabiliza y los mantenimientos se alargan, al contrario de lo que ocurre con el resto de los materiales.
El uso creciente de la madera en mobiliario urbano o en sustitución de los quitamiedos de metal en las carreteras, por su mejor comportamiento en la absorción de impactos, refuerza los argumentos de sus defensores para quienes la utilización de la madera se ha visto lastrada por la inexistencia en España de una industria potente, capaz de promocionar el sector.
El peso de la industria maderera cántabra
Cantabria es una región con una gran tradición de empresas madereras que, aunque sea con materia prima importada, siguen surtiendo a buena parte del país, como ocurre con Marino de la Fuente, Armando Alvarez, García Varona, Sifer o José Saiz. También ha tenido un importante sector del mueble, si bien muchos pequeños talleres dispersos por la geografía regional están sufriendo un proceso de paulatina desaparición. Los que han sobrevivido han encontrado en la fabricación de muebles a medida para hoteles y tiendas o en la especialización en armarios empotrados e instalación de muebles de cocina, el hueco perdido por la fabricación del mueble tradicional. Según datos de la asociación empresarial del sector (ACEMM), en Cantabria hay 548 empresas en el sector de la madera entre aserraderos, almacenes, industria del mueble y carpintería (incluyendo envases y embalajes).
El tamaño de una de las empresas ha hecho que el apartado de aserraderos sea más importante. En Cantabria subsisten quince y uno de ellos, el de José Saiz, en San Vicente de Toranzo, es el mayor de España. Aunque este dato pueda inducir a pensar otra cosa, lo cierto es que Cantabria esta lejos de ser una potencia forestal o de tener un papel relevante en la fabricación de vigas de madera. Buena parte de la materia prima que se transforma en ese aserradero proviene de Francia, ya que nuestra región, salvo en la explotación del eucalipto, no cuenta con bosques maderables, a pesar de que el 40% de su superficie (214.257 hectáreas) está arbolada.
La región tiene un cierto peso en la distribución de madera importada, un negocio en el que el puerto de Santander ha resultado clave para comprender la importancia alcanzada por algunos almacenes cántabros, como los de Marino de la Fuente o Alvarez, dos de los mayores importadores de madera del país.
El sector maderero alcanza una dimensión bastante mayor si se incluye el comercio del mueble. En este caso, el número de empresas vinculadas con la madera asciende en Cantabria hasta las mil, con una facturación anual que ronda los 350 millones de euros y un número de empleos que se aproxima a las 6.600 personas. Cifras todas ellas que resaltan la importancia de un sector sostenido por el largo ciclo de bonanza de la construcción, pero que debe prepararse para afrontar la desaceleración de ese proceso.