Una ‘app’ para hacer los cálculos a pie de obra
Las aplicaciones móviles que más llaman la atención suelen asociarse a funciones lúdicas o a propuestas ingeniosas ligadas muchas veces al ocio. Menos habitual es pensar en ellas como herramientas de trabajo en campos tan exigentes como el de la ingeniería. Una empresa cántabra, Terrasolum, especializada en geotecnia y mecánica de rocas, ha creado una aplicación móvil que no solo se ha revelado muy útil para procesar datos a pie de obra, sino que ha llamado la atención del programa de la Comisión Europea que busca pymes innovadoras para apoyar sus proyectos. En este restringidísimo grupo de elegidos (solo 39 empresas en España y tres de ellas en Cantabria), Terrasolum ha hecho valer su app como una solución pionera en su campo y que se puede comercializar entre las ingenierías de todo el mundo. De momento cuenta con un ayuda de 50.000 euros para terminar de perfilar un plan de negocio. Si en marzo logra convencer nuevamente a la Comisión, podría lograr más ayudas (oscilan, según los proyectos, entre los 500.000 y los dos millones y medio de euros) para la difusión de su aplicación móvil.
El germen de Terrasolum surgió en la Escuela de Caminos, cuando dos ingenieros, Belén Martínez y Falko Schmidt, coincidieron mientras hacían su tesis doctoral y el proyecto de fin de master. Detectaron que en campos como la geotecnia y la mecánica de rocas existía una carencia en servicios especializados en cálculos y en informes basados en simulaciones en 3D. Eso les animó a crear Terrasolum, una ingeniería orientada hacia la obra civil y la minería para ofrecer soluciones e informes geotécnicos, análisis de procesos o el diseño de galerías y túneles que pueden optimizar el rendimiento de una explotación.
La empresa cántabra aportaba a las ingenierías modelos muy complejos en 3D con los que verificar la validez de las soluciones propuestas para ejecutar la obra. En la minería, en concreto, la precisión a la hora de trazar las galerías de acceso a los recursos puede ahorrar mucho dinero a las empresas.
Terrasolum ya tenía una experiencia directa en la minería, puesto que ha trabajado en explotaciones de cobre de Chile y Kazajistán. En el ámbito de la ingeniería civil, ha participado en el análisis de la estabilidad de un talud de roca en el Puerto de Bilbao y en la valoración de los efectos sísmicos sobre el revestimiento de un túnel construido en la región del Epiro, en Grecia.
Una ‘app’ como herramienta de campo
El paso previo a todos estos estudios es la recogida de datos a pie de obra para procesarlos y generar una simulación en 3D. Y es aquí donde ambos socios se plantearon la posibilidad de crear una aplicación para uso propio que les permitiera, usando simplemente un móvil o una tablet, realizar sobre el terreno los cálculos que hasta ese momento tenían que hacer en los ordenadores del despacho. Esto les facilitaría, al mismo tiempo, enviar de inmediato el informe a la ingeniería que planifica la obra.
“Nos dimos cuenta –explica Falko Schmidt– que con esta aplicación eramos 30 veces más rápidos al hacer trabajos de campo que de la manera tradicional”.
El resultado fue tan convincente que les ha valido el apoyo de la Comisión Europea para explorar las posibilidades de negocio que encierra la comercialización de esta aplicación móvil, de la que Terrasolum ha creado cuatro prototipos. El uso de esta app, cuya versión más cara (Geostation) cuesta 19 euros, convierte en innecesarios los costosos programas informáticos utilizados por los gabinetes de ingeniería para el procesado de datos.
La decisión de poner un precio tan barato a la aplicación, cuando hay programas convencionales que superan los mil euros, como los que calculan la estabilidad de un talud, responde a una estrategia para sondear la respuesta del mercado.
Su utilidad ya ha sido reconocida por diversas ingenierías, muchas de ellas en Indonesia y la India, que ya se han descargado la aplicación, la primera herramienta de este tipo creada para el ámbito de la geotecnia. Este carácter pionero abre posibilidades inéditas a estos dos ingenieros, que tuvieron que desempolvar los estudios de programación que habían hecho durante la carrera para poner a punto –con ayuda de becarios del Programa CRUE del Banco Santander– una aplicación que puede marcar un hito en el mundo de los informes sobre el suelo.