El arte de torcer puros

Leonardo Rosario es un torcedor de puros de la República Dominicana. En su país a los que viven de este oficio se les llama tabaqueros y un buen profesional puede ganar unas 35.000 pesetas a la semana, que allí es mucho dinero.
Leo, así es como le llaman los amigos, es natural de Tamboril (muy cerca de Santiago), un pueblo en el que todos se dedican a elaborar manualmente los cigarros (puros). Allí no parece mucho mérito, pero en un estanco de la Calle del Martillo de Santander, donde hace una demostración, Leo atrae la atención de clientes y viandantes que paran a observar el proceso de fabricación manual de un buen puro.
Sobre la mesa de trabajo dispone tres montones de hojas para otras tantas utilidades: la tripa, el capote, y la capa. No es posible iniciar la fabricación si la noche anterior no se ha humedecido convenientemente el capote y la capa para poder trabajarlo. Esta es la razón de que los puros recién hechos tengan un tacto húmedo, como si la hoja estuviese recién recogida. Por eso, muchos aconsejan que se espere al menos un día para fumar un puro de estas características.
La tripa se envuelve con el capote. Una vez hecho el empuño, se introduce en un bonche, es decir un molde y de ahí se pasa a la prensa donde el puro ha de permanecer durante media hora para adquirir forma y consistencia. El último paso es ponerle la capa o envuelta natural que perfecciona el aspecto exterior y mejora su combustión.
Ismael Llach, director comercial de Tabantillas España, la empresa para la que trabaja Leo, explica que la tripa puede estar hecha del tabaco que se conoce como ligero cubano o del seco dominicano y el capote con el que trabaja la empresa es el denominado olor dominicano.
Los puros que Leo hace a mano vienen a costar entre las 200 y las 1.000 pesetas, un amplio margen en el que únicamente influye la materia prima de la liga y en la capa. Las capas más caras son las calidades conética y arapiraca, que junto con la indonesia son las tres utilizadas por esta empresa.
Mientras Leo tuerce puros y la gente se agolpa alrededor de su mesa de trabajo, Ismael Llach explica la diferencia entre un puro artesanal y uno mecanizado, que no lleva capa natural y utiliza picadura (tabaco molido) en vez de una sola hoja.
La diferencia entre los habanos y uno de estos puros dominicanos ya es más sutil. El habano se hace con hoja del año, mientras que la hoja de los dominicanos se deja envejecer y fermentar hasta cinco años. Todo el tabaco que envejece dos años pierde el 50% de nicotina y por eso el dominicano es de gusto más suave que el habano.
La mejor manera de conservar un puro es mantenerlo con una humedad de 70 a 80 grados, que permite conservarlo en perfectas condiciones hasta cinco años.
Tabantillas tiene 1.200 torcedores como Leo, repartidos en dos fábricas. Cada trabajador hace una media de 300 puros al día. El 80% de ellos se consumen en los Estados Unidos, donde hay un mercado floreciente a pesar de la enorme presión social contra el tabaco. Otro 15% de la producción viene a España, sobre todo al norte del país, una de las zonas más aficionadas a los puros.

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