Nueve años estancados en el mismo Presupuesto

En la Suecia de los años 70 hubo un movimiento social muy fuerte en favor del crecimiento cero. En vista de las ventajas que ya comportaba el estado del bienestar, muy superiores a las de cualquier otro país, muchos ciudadanos suponían que no había motivos para aspirar a más. En Cantabria nadie ha pensado tal cosa: El presupuesto lleva estancado en los 2.500 millones casi una década simplemente porque la autonomía no es capaz de recaudar más. No es una cuestión de opciones, porque no hay ninguna otra que no sea la de generar un déficit aún más desbocado, y el Ministerio de Economía no lo toleraría.
Nueve años con el reloj presupuestario parado son muchos años y nadie garantiza que el de 2016 sea el último. Probablemente habrá más.
En esta evolución no ha tenido nada que ver el color político del Gobierno: el presupuesto se estancó con la aparición de la crisis en el segundo mandato del PRC-PSOE (2008 a 2011); a su llegada, Diego creyó que en cien días podía dar la vuelta a la situación e hizo un presupuesto con pretensiones, pero inmediatamente tuvo que rectificar y aplicó la misma medicina otros cuatro años; y la vuelta al Gobierno del PRC y el PSOE cambia ligeramente la música pero no la letra: los Presupuestos de 2016 otra vez se quedan en los 2.400 millones de euros.
Esa especie de foto fija es engañosa porque no significa que cada año se pueda gastar lo mismo que el anterior. La disponibilidad es cada vez menor, porque el servicio de la deuda (amortizaciones y pago de intereses) se come una parte mayor cada ejercicio de los presupuestos regionales. Así que, en términos reales (y sin tener en cuenta la inflación) descienden ininterrumpidamente desde hace nueve años. Nada tienen que ver los 2.408 millones de que dispuso el Gobierno en 2008 con los 2.464 que va a gestionar en 2016.
Esta capacidad de decidir cada vez más constreñida hace que las cuentas regionales hayan perdido gran parte de su carga política. Es cierto que el nuevo Gobierno quiere hacer más hincapié en lo social, pero su margen de maniobra, una vez detraído el millón de euros diario que devora la deuda, el pago de las nóminas (que se lleva un tercio de los Presupuestos) y los gastos corrientes es tan pequeño que apenas es posible cambiar nada.
La parte más política de los Presupuestos siempre estuvo en las inversiones, pero ahora una parte está condicionada por las obras plurianuales contratadas por Gobiernos anteriores y el resto se ha minimizado tanto que ya apenas existe: las carreteras de primera generación autonómica, que empiezan a necesitar una revisión, tendrán que esperar a mejores tiempos, así como las obras portuarias o los grandes edificios. Solo se salvan las obras municipales, un ámbito donde el dinero siempre luce más, porque suelen ser poco costosas.

Ligados al PIB

El estancamiento de los Presupuestos es culpa del estancamiento del PIB regional, del que se alimenta vía impuestos. Después de un bajón de 500 millones de euros en los años de la crisis, el PIB cántabro empieza a recuperar un poco de aliento pero los 12.983 millones en que se puede situar el año próximo, si se cumplen las previsiones, siguen siendo bastante menos que los 13.280 de 2008. Eso significa que la recuperación sólo es una expresión para significar el cambio de tendencia, no para indicar un retorno a las cifras de los buenos tiempos. Queda demasiado camino para eso.
Los consejeros del Gobierno han hecho un encaje de bolillos para ajustar el gasto a los ingresos previstos más un déficit del 0,34% del PIB, mucho más ajustado que el admitido por el Ministerio de Economía en los años anteriores. Casi todos han renunciado a las inversiones, especialmente Obras Públicas e Industria.
El Gobierno no podrá evitar que las empresas públicas sigan perdiendo dinero, y el año que viene tendrá que inyectarles 27,25 millones de euros. También tendrá que asumir su propia herencia, cuatro años después: los pagos por las obras de colegios y centros de salud contratadas con financiación estructurada (a las que se sumarán las que hizo Diego por este mismo procedimiento) y la devolución de las liquidaciones negativas de la financiación autonómica de 2008 y 2009, cuando los anticipos enviados por Zapatero a las comunidades por su participación en los ingresos del Estado resultaron ser muy superiores a la recaudación final. Esos anticipos se calculaban en función de los ingresos anteriores pero la crisis desbarató las previsiones.
Devolver este dinero con una economía en caída libre suponía un problema inabordable para las autonomías, algunas de las cuales estaban ya en situación de rescate, y el Gabinete de Zapatero acabó admitiendo que la devolución se hiciese cómodamente, en veinte años, de forma que a Cantabria le toca retornar 19,11 millones por ejercicio. No obstante, la mejoría que se ha producido en la recaudación de 2015 con los primeros síntomas de la recuperación hace que el saldo del próximo año acabe por resultar positivo para las autonomías y lo que recibirán de más compensará sobradamente lo que tienen que devolver.

El impacto de Valdecilla en el déficit

El nuevo Gobierno y el nuevo Valdecilla no se llevan bien del todo, por el sistema elegido por el PP para acabar la obra, pero lo cierto es que al PRC y PSOE le hará un pequeño favor. Dado que el Banco de España le obligó al Gobierno de Ignacio Diego a repercutir todo el coste de la obra en el déficit de los dos últimos ejercicios (lo que provocó, entre otros motivos, que no pudiese cumplir el objetivo), sus sucesores tendrán que pagar el canon anual a la UTE adjudicataria por los servicios y el coste prorrateado de la construcción (44 millones), pero la parte que va a la obra (unos 3,5 millones) ya no computará como más déficit.

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