Dos consejerías en tándem

Si Miguel Angel Pesquera optó por mantener a buena parte de los altos cargos que encontró a su llegada a la Consejería de Industria, el actual titular, Javier del Olmo, ha ido procediendo a una renovación completa que va a concluir con la designación de Salvador Blanco como consejero delegado de Sodercan. Economía, a su vez, nombrará a Luis Egusquiza responsable del futuro Instituto Cántabro de Finanzas, que será el caballero blanco de una Sodercan bastante distinta a la actual y mucho más poderosa. De esta forma, dos consejerías, Industria y Economía forman un tándem muy estrecho. Su estabilidad dependerá del grado de encuentro de dos personalidades fuertes, las de Blanco y Del Olmo.

El director general de Presupuestos, Salvador Blanco, asumirá este mes el mando de Sodercan, una vez culminado el debate presupuestario. Sustituye a José Villaescusa, quien al final de la pasada legislatura solicitó el relevo a la llegada de la edad de jubilación en su empresa de origen, Caja Cantabria. El consejero de Industria le pidió la continuidad hasta comienzos de 2008, el tiempo necesario para encontrar un sustituto en un cargo que ha resultado clave en el proceso de internacionalización de la economía de Cantabria.
El nombramiento de Blanco va a cerrar los cambios que han afectado a toda la cúpula de la Consejería de Industria, algo que no ocurrió en la anterior legislatura. Un hecho que no deja de ser significativo, ya que Miguel Angel Pesquera heredaba la estructura directiva creada por un consejero del PP, mientras que Del Olmo sucede a otro consejero de su mismo partido, el PSOE.
Del Olmo comenzó por el nombramiento de un colaborador suyo en el Puerto, Marín Sánchez. como director general de Transportes y Comunicaciones y el de Ricardo Gordejuela en la secretaría general. El penúltimo superviviente de aquella estructura era el director de Industria, Pedro Obregón, un profesional con amplio respaldo entre las empresas cántabras y cuya lealtad y eficacia fue agradecida en estos términos por el consejero en el acto de toma de posesión del sucesor en el cargo, Marcos Bergua, un ingeniero de Telecomunicaciones nacido en Santander hace 37 años. Hasta ese momento, Bergua desempeñaba su trabajo en Landata, una ingeniería bilbaína del grupo Amper.
Pero ninguno de estos nombramientos realizados por Del Olmo resulta tan significativo como el del director de gabinete, Joaquín Antuñano, un hombre muy cercano a Martín Berriolope, portavoz del Grupo Socialista y como ellos castreño. Antuñano estaba anteriormente al frente de la empresa pública Ecoparque Besaya, dependiente de la Consejería de Economía.

Una Sodercan más poderosa

Si el paso de Antuñano al gabinete del consejero de Industria fue el primer indicio de este estrechamiento de estrategias entre Economía e Industria, el segundo es el traslado de Salvador Blanco –otro hombre de confianza de Agudo– desde la Dirección General de Presupuestos a Sodercan, el brazo armado de Industria para casi todo. Blanco tendrá, además, un poder que no ha tenido Villaescusa, al reabsorber todas las empresas públicas que habían surgido en esa Consejería y va a contar con unos medios económicos que tampoco tenía su antecesor.
Sodercan va a multiplicar sus necesidades de financiación al asumir la promoción de los polígonos industriales, el desarrollo del Plan Energético, las participaciones en empresas o la puesta en práctica de iniciativas tecnológicas, que antes estaban en manos de Sican, Pctcan, Genercan, Emcanta o Idican, las empresas que absorbe. Y el proveedor de recursos para todo ello va a ser el Instituto de Finanzas, que se encargará de buscarlos dentro o fuera del sector público. En palabras de Agudo, IFC y Sodercan serán «dos caras de una misma moneda», aunque el primero dependerá de la Consejería de Economía y Sodercan de la de Industria. Ambos han sido definidos como los “elementos centrales» en la reforma que quiere plantear el Gobierno cántabro en materia económica.

Cae la CEP

La marcha de Blanco deja un hueco por cubrir en Economía, pero es más aparente que real, puesto que su anterior cargo, la Dirección General de Presupuestos, va a perder la relevancia que tenía, al crearse el Instituto Cántabro de Finanzas, que asumirá muchas de sus competencias y para el que Agudo sólo ha tenido que desplazar otra ficha, al poner al frente a Luis Egusquiza, el director de CEP Cantabria.
Egusquiza, el ingeniero de la política financiera del Gobierno en la pasada legislatura, a su vez, dejará vacío el cargo de la empresa pública creada para impulsar la financiación privada de proyectos. Pero los días de gloria de la CEP, si llegó a tenerlos, han concluido. El ministro Solbes no parece muy dispuesto a aceptar como no-pública la deuda asumida por la CEP a través de la financiación estructurada (más de 700 millones de euros hasta la fecha) y en ese caso, su utilidad será muy escasa. Tanto que va a pasar a convertirse en una empresa meramente instrumental del Instituto de Finanzas, que a partir de ahora será el encargado de movilizar recursos privados y de evitar que puedan imputarse como deuda autonómica ya que, en ese caso, se incumplirían los compromisos firmados por la región en materia de equilibrio presupuestario.
La CEP ha sido una experiencia muy significativa dentro del Gobierno de Cantabria, al haber sistematizado una nueva vía de financiación que hasta ese momento se había utilizado en muy pocos casos y con resultados frustrantes, como ha ocurrido con la planta incineradora de Meruelo, donde el Gobierno de Martínez Sieso aceptó unas condiciones leoninas, pero ha tenido un recorrido más corto de lo previsto. Aunque en teoría es la coordinadora financiera de todas las empresas públicas regionales, la CEP nunca llegó a tener ascendiente sobre las que dependen de los consejeros regionalistas y en su operativa no llegó a librarse de la burocracia del sector público, como pretendía, por lo que sus proyectos se retrasaron más de lo previsto.

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