Un año que Botín querría olvidar
La decisión de Emilio Botín de no celebrar la habitual junta de accionistas del mes de febrero en Santander ha provocado un respingo en el mundillo económico. El aplazamiento a junio se ha sustanciado cuando ya estaban contratados los locales y todo preparado, lo que ha caldeado el mercado de los rumores. Obviamente, el problema no es la mala evolución bursátil del valor en el último año, a pesar de que no habrá dejado muy satisfechos a los accionistas, y tampoco la presentación de unos resultados inferiores a los del ejercicio precedente, puesto que ya han sido divulgados y se ajustan a las previsiones. ¿Cuál puede ser entonces la razón?
Las especulaciones apuntan a dos causas que, en el fondo, son solo una: los problemas judiciales que ha deparado la elevada cantidad pagada al ex copresidente Amusátegui a su salida de la entidad y los que podrían derivarse de la abonada después al ex consejero delegado Angel Corcóstegui, que inevitablemente aparecerá consignada en la memoria que se entregue a los accionistas. Una cuantía que fuentes citadas por algunos periódicos estiman en 113 millones de euros (18.800 millones de pesetas), de los cuales la mitad se habrían pagado en concepto de retribución y el resto habría dotado una previsión para indemnizar a su mujer en caso de viudedad.
Denuncia
La indemnización al ex presidente del Central Hispano José María Amusátegui ha dado lugar a una denuncia ante los tribunales por parte de Francisco Franco Otegui, un interviniente habitual en las juntas del Santander, que por el tipo de críticas que realiza sistemáticamente al consejo de la entidad parece coordinado con el ex consejero de Banesto Rafael Pérez Escolar, procesado y condenado por el caso Conde y que desde entonces mantiene una guerra contra el Santander, al que achaca su situación judicial.
La denuncia de Franco contra Botín por delito societario fue admitida a trámite en octubre y ha obligado al presidente del Santander a justificar ante la juez de la Audiencia Nacional la cantidad pagada a Amusátegui. Botín ha asegurado que no se trata de una indemnización por su salida de la entidad de la que era copresidente, sino una gratificación por su aportación a los resultados del banco, lo que daría un carácter muy distinto al problema.
El presidente del Santander parece especialmente interesado en quitarse de encima esta incidencia judicial antes de la junta, lo que podría haber motivado su aplazamiento, cuando ya estaban organizados, incluso, los viajes de ejecutivos del Banco repartidos por todo el mundo que acuden cada año a la convención que ahora se hace en Madrid el día anterior a la junta.
La Bolsa tampoco da alegrías
Aunque probablemente sea el más incómodo, las cantidades abonadas a Corcóstegui y Amusátegui no son el único problema de Botín, que ha atravesado un año muy difícil tanto para la entidad como para su propia persona, y ha tenido que afrontar, además, la reaparición de un caso que parecía olvidado, el de las cesiones de crédito. Once años después de su apertura aún colea por los juzgados y también ha obligado al presidente del Santander a acudir a declarar ante la jueza Teresa Palacios como imputado.
A los dos procesos judiciales abiertos se ha unido una evolución bursátil del Banco muy negativa, que si bien no ha sido muy diferente de la que han tenido otras entidades rivales, ha provocado entre los inversores un cierto desánimo, al ver que el valor tiene dificultades para sostener los seis euros, cuando no hace tanto tiempo se codeaba con los 11. Eso no ha impedido que la maquinaria del SCH haya sido capaz de conseguir más de cien mil accionistas nuevos.
Desde la crisis de Latinoamérica de los años 80 no se había producido una situación semejante, y el banco, al igual que el BBVA, ha sido excesivamente castigado por sus inversiones en Argentina, a pesar de haber provisionado los riesgos o de los magníficos resultados que siguen deparando otras filiales en la zona.
Algunos aliados tampoco han colaborado mucho, como ha ocurrido con el presidente del Commerzbank alemán, que a pesar de tener un 1,8% de las acciones del Santander ha manifestado ante su junta que no se siente muy satisfecho de la evolución del banco español en el último año, una forma de ver la paja en el ojo ajeno, ya que las acciones de su propio banco cayeron casi el doble en ese periodo. Sólo puede entenderse esta reacción como un desquite a la afirmación que realizó Botín el pasado año cuando señaló que la inversión del Santander en el Commerzbank no era estratégica, o lo que es lo mismo, que puede ser vendida si con ello hace un buen negocio.
Todo ello ha llevado al SCH a una estrategia defensiva, con una cascada de ventas destinada a fortalecer sus ratios de capital, que habían caído notablemente, una política muy distinta a la que está acostumbrado Emilio Botín, aunque nunca le ha temblado la mano para convertir en dinero las oportunidades de negocio que generan sus participadas, cuando cree que no son estratégicas para su matriz.
El ejercicio más difícil
Los beneficios netos del grupo SCH el pasado año fueron de 2.247 millones de euros (unos 374.000 millones de pesetas), un 9,6% inferiores a los del año anterior. Si el banco hubiese podido quitar del balance Argentina y la evolución de los tipos de cambio, el resultado hubiese mejorado un 6,8% con respecto al año anterior, aunque eso sí, apoyado por la venta de muchas empresas participadas, que permitieron aflorar buena parte de las plusvalías que el banco guardaba para momentos difíciles.
Emilio Botín siempre ha procurado garantizar en cada ejercicio los resultados del siguiente. Eso le ha permitido sostener una senda de crecimiento del beneficio sin sobresaltos, pero en esta ocasión no ha podido confirmar esta tendencia y se ha reducido su margen de maniobra para los ejercicios siguientes.
Había demasiados factores en contra, además del caos argentino. Uno de ellos era la evolución de la bolsa, que redujo los resultados por operaciones financieras un 48%. Afortunadamente, algún susto anterior en este terreno había reconducido la política del SCH hacia el negocio bancario típico, de ingresos recurrentes, mucho menos sometido a los avatares de los mercados. La banca comercial ha aportado ya un 84% del negocio del grupo y casi la mitad proviene de América Latina.
‘El Santander no está de compras”
A pesar del castigo recibido en Bolsa por sus intereses en el subcontinente americano, el SCH no puede quejarse del rendimiento que está obteniendo en la mayoría de estos países. En Brasil, su filial Banespa obtuvo unos beneficios netos de 801,9 millones de euros (más de 133.000 millones de pesetas) que hubiesen sido sensiblemente mayores si el tipo de cambio no hubiese evolucionado desfavorablemente con respecto al euro. En México, su filial Serfin le aportó 681,4 millones (más 113.000 millones de pesetas) y el Banco Santander Chile 228 millones (38.000 millones de pesetas).
Botín ha sondeado ya todos los mercados del continente americano, excluyendo Canadá, algunos de los asiáticos y muchos de los europeos occidentales y en los últimos meses ha reconducido la estrategia del banco, concentrando sus intereses en los cinco donde se siente más cómodo: el español, el portugués y los latinos de Brasil, México y Chile. Cinco países que conoce muy bien, que están aportando el grueso de los beneficios y en los que el Santander posee cuotas de mercado superiores al 10%.
Un perímetro que en opinión de Botín ofrece un potencial de crecimiento sobrado para el Santander. Por si alguien dudaba que el Banco ha puesto fin a la etapa expansionista anterior, el presidente ha manifestado explícitamente que “ya no está de compras”.
El Banco ha reducido sensiblemente su agresividad en el resto de los países, donde se conforma con la alianza con el Royal Bank of Scotland, con la que se siente muy cómodo, y con la recién alcanzada con el Bank of America en México, que le puede abrir la puerta del amplísimo mercado hispano de EE UU.
El consejo se quita el blindaje
El Santander nunca se sintió preocupado por los tiburones financieros que acechaban otras entidades a finales de los 80 “porque aquí las aguas están muy frías”, decía Botín. La traducción del mensaje es que él, su familia y un grupo de empresarios de confianza controlaban una parte del capital que hacía muy difícil el triunfo de una operación hostil.
Las circunstancias cambiaron notoriamente al fusionarse, dado que las participaciones de la familia Botín y de sus aliados tradicionales se diluyeron y Emilio Botín, incluso, dejó de ser el primer inversor individual en el banco, desplazado por Antonio Champalimaud, que cobró en acciones del SCH la venta de sus bancos portugueses.
El Santander se blindó, como han hecho otras muchas empresas, exigiendo a cualquier comprador hostil porcentajes de acciones desmesuradas e imposibles de reunir (75%) como mínimo para poder cambiar el consejo. Una decisión a la que ni el Banco de España ni la Comisión Nacional del Mercado de Valores pusieron objeciones, a pesar de que parece difícil conciliar con el sentido común que un hipotético comprador del 74% del capital no pueda desplazar a un consejo que, como ocurre con algún competidor del Santander, puede que no llegue a reunir ni el 1% de las acciones. El blindaje, por otra parte, es posible que resulte muy beneficioso para el consejo, pero no para el accionista, dado que al impedir cualquier posible OPA, ahuyenta a compradores que pudieran ofrecer por los títulos precios muy superiores a los de cotización.
Emilio Botín ha sido el primero en reconocer que efectivamente, las cláusulas anti-opa no benefician a los accionistas y en anunciar que en la próxima junta las derogará. Una muestra, por otra parte, de que mantiene una plena confianza en su capacidad de controlar la sociedad en sus actuales dimensiones, a pesar de que una maniobra hostil desde el exterior sería hoy relativamente barata, si se toma como referencia la fecha del blindaje, cuando las acciones del Banco estaban mucho más caras.