Pro Maiorem abre una residencia de 160 plazas en Valdenoja
Que la atención sociosanitaria tiene una demanda creciente lo demuestra el hecho de que la edificación de residencias continúa siendo prácticamente los únicos encargos privados que le llegan al sector de la construcción. A los centros que se han ido abriendo en los últimos dos años en la región se sumará ahora el recién construido en Santander, que responde, tanto por el lugar en el que se levanta como por su adecuación, a las características del residente urbano.
Una parcela de propiedad municipal situada en Valdenoja ha sido el lugar elegido por el Ayuntamiento santanderino para promover, a través de una concesión, una residencia acorde con las necesidades de una gran ciudad. La Residencia Virgen del Faro, ya concluida, está preparada para alojar a 160 personas y la empresa que ha sufragado la obra y que la gestionará durante los próximos cuarenta años, el grupo Pro Mairoem, va a volcar en ella la experiencia que posee en la gestión de este tipo de centros, no solo en Cantabria, a donde llegó hace relativamente poco, sino también en su lugar de origen, el País Vasco, donde es una empresa centenaria.
Un diseño netamente urbano
La zona de La Pereda-Valdenoja es uno de los polos de expansión de Santander y uno de los que más calidad arquitectónica reúne en el diseño de sus edificios. La residencia, que ocupa un solar de más de 17.000 m2 ubicado en la confluencia de las calles Ernest Lluch y la Avenida de Cantabria, tenía que adecuarse a las características estéticas y urbanísticas de ese entorno.
El edificio diseñado por los arquitectos Ignacio Bartolomé y José Luis Salcines recuerda más a un moderno hotel que a una residencia de ancianos. La combinación de muros cortina con la sencillez geométrica de las líneas de la fachada, o detalles decorativos como las placas de hormigón que decoran el falso techo del hall, los grandes murales de los espacios comunes o los led que iluminan los zócalos de los pasillos son una muestra del cuidado puesto en la obra, dentro de un diseño funcional. Además de la luminosidad que aportan los muros cortina de la fachada sur, los usuarios de la residencia van a disfrutar de las espléndidas vistas que ofrece la ubicación de este edificio, que levanta sus seis plantas sobre uno de los puntos más elevados de la ciudad, abarcando una panorámica que va desde los Picos de Europa hasta el Cabo de Ajo.
Un edificio modular
Al tratarse de una gran residencia, con 5.500 m2 construidos, los promotores del proyecto han diseñado un reparto de los espacios que evite la sensación de masificación y aporta comodidad. La solución ha sido dividir cada planta en dos módulos con capacidad para 20 personas que funcionan como miniresidencias, ya que, además de las grandes salas comunes, la cafetería y los servicios centrales, que se sitúan en la planta baja, cada módulo cuenta con su propia sala de estar y su comedor. De esta manera, los residentes pueden hacer su vida diaria en un entorno más íntimo. De hecho, el acceso a estos módulos está restringido para los visitantes. También se buscará la mayor homogeneidad posible entre los ocupantes, de manera que puedan interactuar en un ambiente que les estimule.
Las 160 plazas con que cuenta la residencia se distribuyen en 96 habitaciones individuales y 32 dobles. El precio de cada plaza esta todavía por concretar, ya que la oferta con la que concurrió el Grupo Pro Maiorem al concurso hace dos años necesita de una actualización, pero la media del sector oscila entre los 1.500 y los 1.800 euros.
La concertación de plazas por el Gobierno cántabro resulta vital para la sostenibilidad de estos centros, pero en los últimos años se ha visto afectada por los recortes y los gestores dependen más que antes de las plazas privadas. Del ritmo con el que se vaya cubriendo la oferta de estancias dependerá su funcionamiento al 100%, que requerirá un centenar de personas de plantilla.
Además de la residencia, Pro Maiorem ha construido en un ala del edificio un centro de día con capacidad para 33 personas. Pero sobre su apertura inmediata planean algunas dudas, ante la evidencia de que la demanda de este tipo de centros ha caído de una manera drástica en los últimos tiempos. En cualquier caso, el centro está construido y podría ponerse en funcionamiento si se conciertan las plazas.
Otros dos ideas que el Grupo promotor incluyó como mejoras al participar en el concurso deberán esperar a una segunda fase del proyecto para concretarse. Se trata de un anexo para un Instituto de la Dependencia y una guardería-ludoteca. La función del Instituto sería la de impartir formación sobre la dependencia, además de realizar estudios sobre una realidad social que cobra cada día mayor importancia, aunque la atención presupuestaria que se le presta por parte del Gobierno no lo refleje así.
El Instituto no tendrá ánimo mercantil y contará con la participación del Ayuntamiento, aunque será la concesionaria la que se ocupe de su instalación y mantenimiento.
La guardería y ludoteca, con 50 plazas, se levantaría en otro edificio de dos alturas situado al sur de la parcela y con acceso por la calle Ernest Lluch.
La ejecución de ambos proyectos quedó pendiente de la aprobación del Plan General de Ordenación Urbana y por el momento no hay plazo para llevarlos a cabo.
Un Grupo joven en Cantabria
El grupo vasco Pro Maiorem, cuyo buque insignia es la Clínica San Ignacio, en San Sebastián, comenzó su expansión en Cantabria en 2001, a través de la filial Pro Maiorem Bahía, para la que contó con profesionales cántabros que ya estaban en la compañía. Su primer paso fue el Centro de Día de Parayas, cuyo concurso ganaron. A este primer éxito le siguió el Centro de Día de General Dávila, la residencia de San Vicente, el Centro de Día de Renedo y las residencias de Puente Nansa y Limpias. También se hicieron cargo del Servicio de Atención Domiciliaria en una extensa zona de Cantabria que va desde Unquera hasta Piélagos y llega, por el sur, hasta Liébana, Polaciones, Tudanca y los valles de Cabuérniga y Nansa.
A pesar de tratarse del territorio que más dificultades plantea por la dispersión de la población, el hecho de contar ya con residencias en varios puntos de la zona les animó a presentarse al concurso.
La residencia santanderina Virgen del Faro va a ser la mayor de las que gestiona, aunque la experiencia que ha acumulado en la comunidad vecina le allana mucho el camino. Pro Maiorem cuenta con un modelo de gestión que incide especialmente en la atención sanitaria, complementada con servicios psicosociales y de terapia ocupacional.
El nuevo centro contará también con una sala de rehabilitación multisensorial para la estimulación a través de una combinación de luces, aromas y sonidos. El objetivo es lograr la mejor calidad de vida posible para sus residentes, muchos de los cuales procederán del propio Santander, con la ventaja tanto para ellos como para sus familias de que no se verán desplazados de su entorno en esta última etapa de su vida.
Pro Maiorem Bahía ha invertido 5,8 millones de euros en este centro, que gestionará durante los próximos cuarenta años. No se contempla el pago al Ayuntamiento de un canon inicial, pero sí de un euro al día por plaza ocupada a partir de la entrada en funcionamiento.
Terminado el plazo de explotación, el edificio pasará a ser propiedad del Ayuntamiento santanderino que, aunque no tiene competencias en este campo, ha tomado la iniciativa de convocar este concurso para atender la demanda de plazas que existe en la capital, cuya media de edad ha envejecido sensiblemente en los últimos años como consecuencia de una política de vivienda que ha empujado a la gente joven hacia la periferia.
La de Valdenoja no será la última residencia que impulse el Ayuntamiento que prevé también la construcción de un centro similar en otra zona en expansión, Nueva Montaña.