Arturo Ros quiere ‘sembrar confianza’ y que la Diócesis de Santander sea ‘una familia’
Arturo Ros (Vinalesa, Valencia, 1964), que acaba de tomar posesión como obispo de Santander, aspira a que su nueva Diócesis «sea una familia» en la que, como en la vida, «hay de todo», pero en general «es bueno». Y «yo lo quiero para mi Diócesis de Santander».
Además, le gustaría «sembrar confianza», y que su clero y las personas que le rodean se fíen de él, también que la gente sea «feliz», algo que por otro lado y como ha apuntado es «la esencia» del Evangelio.
Pero el proyecto o recorrido para la Diócesis de la capital cántabra, «que ya tiene mucha historia», hay que hacerlo entre «todos juntos». «El obispo tiene que acompañar, sugerir, estar cerca, pero sin la familia, el padre se queda huérfano y solo», ha comparado.
«Todo lo que ocurre en la vida familiar, en el buen sentido de la palabra, que es bueno. Yo lo quiero para mi Diócesis y necesitamos sentir la vida de la Iglesia en Santander como una gran familia, de la que todos formamos parte, en la que nadie se sienta excluido y excluida, nadie».
Así lo ha expresado Ros este jueves en un encuentro con los medios en Santander, a través de los que ha expresado su deseo de que «la gente sea feliz», aunque ha reconocido que la felicidad no está «exenta de dificultades».
Al hilo, ha enfatizado que su «prioridad absoluta» son las personas, todas, «sin excepción». Y al tiempo que quiere respetar a cada uno como es, también desea que «me dejen ser libre y expresarme como me sale del alma», ha dicho.
En su primera comparecencia ante los periodistas desde que tomó posesión del cargo, el pasado sábado en la catedral de la ciudad, el prelado de la Diócesis ha desvelado que para él fue «una sorpresa» el traslado desde Valencia, pues no tenía «ninguna expectativa» y estaba más preocupado por su madre, que se encontraba hospitalizada entonces. Pero dijo ‘sí’ y, «hasta ahora, no me he arrepentido», ha bromeado.
EXPECTATIVAS MUY POSITIVAS, PERO NO SE VA A QUEDAR DE BRAZOS CRUZADOS
Según ha explicado, ha vivido estos días con «intensidad y grandeza» y ha agradecido y valorado la «amabilidad exquisita» de la gente y el trato con el clero, por lo que sus expectativas son «muy positivas».
Por eso además, y porque a él no le gusta personalizar -es algo que «no va conmigo», ha dicho-, el plan o recorrido de la Iglesia cántabra tiene que llevarse a cabo entre sus representantes, los fieles y la gente. Y «juntos es todos», ha puntualizado.
«Todos somos piezas indispensables en esta sociedad», ha reconocido en otro momento del desayuno informativo Ros, que no se siente «más importante» que otros y cuyo deseo «inmediato» es conocer a la gente de la Diócesis, grabar sus nombres «en mi agenda interior» y compartir tiempo con estas personas.
De todos modos, ha subrayado que la Iglesia de Santander «no está parada en absoluto. No se para el mundo porque llega un obispo nuevo».
Respecto a la fe de los cántabros, ha declinado dar un «veredicto» nada más llegar pero tampoco tiene la intención de quedarse «de brazos cruzados, sin hacer nada» en la Diócesis. Y más cuando tiene «mucha esperanza» porque, ha dicho, «intuyo que hay ganas de Dios», que es «la seguridad» y «el futuro», ha remachado.
Preguntado por el Año Jubilar Lebaniego, que se celebra este año y el próximo -hasta el mes de abril- se ha comprometido a «dar todo el impulso posible» a esta última etapa de la efeméride, en los cuatro meses que restan, y confía en poder asistir a Santo Toribio» cuanto antes».
HACER NAVIDAD
También ha aprovechado la cita para lanzar su mensaje de Navidad, que «es muchas cosas», aunque la celebración del nacimiento de Jesucristo es «lo esencial». Desea «que se note» esta época del año, pero no solo con reuniones, comidas o regalos, sino que «se convierta en gesto» y así «hacer vedad la pobreza del Portal de Belén».
En este sentido, ha llamado a la gente a vivir este periodo con felicidad y procurando igualmente hacer un poco más felices a quienes nos rodean, siendo amables y cordiales y acercándose a las personas que están solas, enfermas, en la cárcel o en la calle, ha citado a modo de ejemplo. «Eso es hacer Navidad» y contribuye a sentirnos «más a gusto» y «libres».
A propósito de esto último, Ros ha llamado a imaginarnos que todos nos proponemos esta Nochebuena hacer «hacer un poquito más feliz a la gente, sin excesos», y se ha mostrado convencido de que si lo hacemos «todos a la vez, cambia Cantabria en 24 horas».
En cuanto a su celebración particular, ha dicho que pasará esa jornada con los sacerdotes de Corbán para oficiar por la noche la misa en la catedral y al día siguiente también. Y el fin de año estará con sus hermanas y familiares, para «reír y llorar juntos» -recientemente falleció su progenitora, a la que dedicó unas palabras y un emotivo recuerdo en su toma de posesión-.
VIOLENCIA DE GÉNERO, DESAMPARO DE JÓVENES Y DERIVA EUROPEA
En términos generales, a nivel de país o incluso comunitario, Arturo Ros, que ha sido párroco en Requena y en varias aldeas pequeñas, además de obispo auxiliar de Valencia, ha confesado que tiene «muy serias preocupaciones» por distintos problemas aunque sin querer entrar en el «catastrofismo».
Para él, lo fundamental es que la gente tenga trabajo o se respeten sus derechos, entre ellos a la vida. También ha manifestado que le «aterra» la violencia de género, algo que además le «asusta» e «indigna», así como el «desamparo» de los más pequeños y el presente y futuro de los jóvenes.
Y para atraer a estos últimos a la Iglesia, ha abogado por «escucharles, quererles y aguantarles». «Tienen derecho a ser felices» y «hay que darles tiempo», así como acompañarles y animarles. «En ese empeño no vamos a desfallecer en ningún momento».
Entre las «inquietudes» de Arturo Ros también figura la «deriva» europea, pues a ojos del obispo de Santander está «avejentada y aburguesada» y ha abogado por ‘revivir’ el «espíritu revolucionario de nuestro siglo».
Finalmente, sobre el papel de la Iglesia para solventar este tipo de situaciones, ha apostado por anunciar el Evangelio «como Dios manda», para defender la justicia pero denunciar también la injusticia.