Seguros de vida, los grandes desconocidos
Tres de cada cuatro cántabros desconocen la pensión o prestación social que le quedaría a sus familias en caso de fallecer o quedar inválidos y el porcentaje es algo mejor que el del resto del país, según un estudio realizado por la empresa Análisis e Investigación y la Universidad Rey Juan Carlos en el que ha participado el Banco Santander. La paradoja es que, a pesar de desconocerlo, la inmensa mayoría de los ciudadanos colocan como su primera preocupación el bienestar de su familia.
El estudio sobre los seguros de vida no deja muy bien paradas a las compañías aseguradoras, de las que afirma que no han sabido explicar a los españoles la conveniencia de este producto y han prestado más atención a otros que les requieren menos esfuerzos. No obstante, tampoco deja bien parados a los propios ciudadanos, que aparecen como llamativamente inconsecuentes, puesto que en un 97% considera sustancial “planificar y tener cubierto el futuro económico propio y el de los suyos”, pero no ha tomado las medidas para asegurarlo. De hecho, en Cantabria, el 44% de los preguntados no supo mencionar de manera espontánea ninguna medida que haya tomado al respecto.
Tan solo el 41% de los cántabros mayores de 25 años dispone de algún tipo de seguro de vida, y el porcentaje bajaría al 27% de no ser por los seguros vinculados a hipotecas, que muchas compañías financieras fuerzan a contratar para asegurarse de la recuperación del dinero en caso de que fallezca el signatario.
Para la mayoría, el seguro de vida es un producto poco conocido. Incluso poco valorado, dado que sólo el 36% de los cántabros lo considera una buena inversión y apenas un 29% cree que merece la pena pagar por ello, un porcentaje inferior a la media nacional.
La crisis económica ha influido indudablemente en estas percepciones. De hecho, a mayor nivel de renta hay más propensión a contratar un seguro, al darse dos circunstancias que lo propician: la disponibilidad de recursos y el hecho de que, en caso de fallecimiento de la persona que aporta la mayor parte de los ingresos, el cónyuge y los hijos sufrirían una mayor caída porcentual de los ingresos al percibir las pensiones de viudedad y orfandad, dado que están topadas.
La actitud de los españoles hacia los seguros de vida es bastante más distante que la del resto de los europeos, algo en lo que influye la cobertura de la Seguridad Social y las prestaciones públicas (viudedad, orfandad y jubilación) que hace que los seguros de vida-riesgo no sean considerados imprescindibles para los ciudadanos con niveles salariales más bajos. Pero también hay factores achacables a los propios seguros, como la falta de especialización de los vendedores. Son pocos los casos de asegurados que declaran haber recibido un asesoramiento específico y las compañías, según el estudio, no mantienen un seguimiento de las circunstancias de su clientela, para adaptar la póliza a los posibles cambios, hasta el punto que el propio cliente se olvida de lo que ha contratado: un 60% no recuerda el importe anual que paga por su seguro y un 20% ni siquiera sabe precisar la compañía con la que lo tiene contratado ni el capital que recibiría su familia en caso de producirse el siniestro.
Un informe Customers for Life, publicado por Swiss Re a partir de datos de 2010 confirma que hay un exceso de confianza de los españoles en la protección del Estado para suplir la fuente de ingresos perdida en caso de fallecimiento o invalidez, infravalorando la necesidad de un seguro de vida privado complementario que llegue a cubrir adecuadamente estas contingencias.
Habrá que esperar a un nuevo estudio para saber si, con los recortes del Estado del Bienestar, ese convencimiento continúa incólume.