El vertido de Sniace al río ‘no estaba amparado’ por la autorización ambiental, según testigos

 

El vertido contaminante de Sniace al Saja-Besaya entre 2008 y 2010 «no estaba amparado» por la autorización ambiental integrada (AAI) que el Gobierno de Cantabria había concedido a la empresa, que era para que vertiera sus aguas a la ría de San Martín y no al río.

Así lo ha indicado este martes un agente del Seprona encargado de recoger muestras de agua y de inspeccionar también las obras para la evacuación de los fluidos de la fábrica de Torrelavega.

Ha sido durante su declaración, como testigo, en la segunda jornada del juicio a los entonces consejeros de la compañía acusados de un delito medioambiental, por el que se enfrentan a 16 meses de prisión y multa de 6.000 euros que pide la fiscal.

En la sesión también ha testificado el jefe de control de la contaminación de la Dirección General de Medio Ambiente del Gobierno de Cantabria, que ha apuntado igualmente que «no se correspondía el vertido con la autorización».

Ante el titular del Juzgado de lo Penal nº 2 de Santander han comparecido, además, el denunciante de los hechos y otros responsables del muestreo del agua, que han señalado respectivamente que los vertidos eran del color de la «coca-cola» y «a veces soltaban unos gases que no se podía respirar».

El jefe de sección del departamento del Ejecutivo ha explicado que a finales de 2009 le encomendaron controlar la AAI concedida en primavera del año anterior a Sniace, comprobando que el vertido industrial que estaba realizando al cauce fluvial «no se correspondía» con la autorización otorgada.

En este sentido, ha puntualizado que la autorización era para verter en el dominio público marítimo-terrestre (ría), no en el hidráulico (río), a través de un colector, que no se conectó al saneamiento hasta abril de 2010 porque la conducción estaba «tapiada» o «cegada», según efectivos de la Benemérita.

Antes, en enero, había entrado en funcionamiento la estación depuradora de aguas residuales industriales construida por la empresa, obra que contó con un plazo de ejecución de 18 meses y una inversión cercana a los 24 millones de euros.

A pesar de que el vertido al río no era competencia de la administración regional -sino del organismo de cuenca-, el encargado del control de la contaminación comprobó en las analíticas -de las que se hicieron «unas 400»- que Sniace había «superado los límites» fijados en la AAI y en «todos» los parámetros además, límites que son «más permisivos» en el dominio marítimo que en el hidráulico.

Así las cosas, y a preguntas de las defensas, este testigo ha señalado que puso la situación en conocimiento de sus superiores, aunque desconoce si se adoptó alguna decisión orientada a pedir al grupo empresarial que parara de verter al Saja-Besaya.

MUCHAS MUESTRAS DURANTE MUCHO TIEMPO

En el juicio, que se desarrolla esta semana y la próxima en el salón de actos del complejo judicial de Las Salesas, también ha prestado declaración el jefe del servicio de gestión ambiental del Centro de Investigación del Medio Ambiente, encargado de la analítica «periódica» del agua en la zona del vertido a petición de la Consejería, a la que se remitían las muestras.

«Se recogió un poco de todo, en muchos puntos y durante mucho tiempo», ha resumido. Por su parte, el jefe del laboratorio del CIMA ha precisado que «casi todas» las muestras las tomaban técnicos de la Dirección General de Obras Hidráulicas y luego se las remitían a ellos para el análisis. Y en cualquier caso, ha subrayado que «no había problemas» para tomarlas por parte de Sniace.

También han sido citados dos guardas fluviales de la entonces Confederación Hidrográfica del Norte (ahora del Cantábrico) que igualmente realizaron muestreos del cauce, semanalmente y de forma puntual, en horas y días aleatorios y en presencia de personal de la fábrica.

Uno de ellos ha detallado que se tomaban cuatro muestras en sendos puntos: en la zona del vertido, a 100 metros aguas arriba del mismo y a 100 y 300 metros aguas abajo. A sus ojos, era un vertido «continuo» y «permanente», que se producía «día y noche». «Nunca he visto el canal seco», ha remachado.

«Te quedabas sin respiración si te acercabas al vertido», ha agregado, antes de indicar que «no se veía mucha vida». En este sentido, ha precisado que «a simple vista» el agua era diferente: «limpia» antes del vertido y «marrón» después.

«Daba a la nariz y a la respirar notabas una especie de picazón», ha corroborado sobre el olor del fluido un compañero suyo, que ha detallado que las muestras se cogían con guantes antiácido y «a veces» también con mascarilla en la zona del residuo, donde también le llamó la atención» la ausencia de aves, anfibios y otras especies: «No se veía absolutamente nada».

Este trabajador del organismo de cuenca también ha manifestado que el vertido de la papelera al Saja-Besaya tenía un caudal «importante», un olor a «químico» y era de color «marronáceo».

Los dos han señalado que las muestras se enviaban la laboratorio que la Confederación tiene en La Fresneda, en Asturias, y uno de ellos ha aseverado a preguntas de los letrados defensores que no recibieron ninguna instrucción de sus superiores para parar los vertidos al río.

GRAN CONTRASTE DE AGUAS

En el plenario también han comparecido dos agentes del Servicio de Protección de la Naturaleza de la Guardia Civil que realizaron varias muestras, también en puntos distintos, primero por la denuncia de los vertidos y después con motivo de la investigación abierta, y que remitían al Instituto de Toxicología en Madrid.

«No estaba amparado ese vertido al río», ha sentenciado uno de los efectivos del Seprona, remarcando que la AAI no daba «permiso» para que los fluidos fueran al Saja-Besaya. Y ha comparado que el de las viviendas de la zona -en concreto de Duález- era «insignificante» respecto al de la factoría.

Al igual que otros testigos, ha remarcado que el «contraste era muy grande» entre aguas arriba y aguas abajo del punto del vertido; una «gran diferencia» que también apreció el hombre que interpuso la primera denuncia por estos hechos, en marzo de 2008, a la que siguieron otras tres más.

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