Brañavieja saca la artillería

El pasado 13 de enero será recordado en Brañavieja como el día que marcó un punto de inflexión en la historia de la estación de esquí. Ese día llegó la primera nieve artificial y con ella la posibilidad de prolongar la temporada de esquí, siempre al albur del capricho de la meteorología, no muy propicia en los últimos años para la cordillera cantábrica.
Cerca de treinta años han pasado desde la primera vez que se dotó de cañones de nieve a la estación de Alto Campoo. Un ensayo que se saldó con una inversión muy cuantiosa (mil millones de pesetas de la época en equipos) y un sonoro fracaso. Ni la tecnología estaba a punto ni el modo en que se hizo el proyecto podía garantizar el éxito. Hoy, la innivación artificial ha evolucionado hasta convertirse en una técnica fiable, empleada en prácticamente todas las estaciones de esquí españolas, a las que ha venido a sumarse la de Brañavieja con la instalación de 85 cañones de nieve artificial.
Ante la imposibilidad de retomar el antiguo proyecto, los responsables de Cantur han tenido que partir prácticamente de cero. Empezando por la balsa en la que se almacena el agua necesaria para crear artificialmente nieve. En el proyecto original, el embalse consistía en una pequeña presa en el cauce del Río Híjar, insuficiente para embalsar el volumen de agua que se precisa para alimentar regularmente los cañones de nieve y que ni siquiera contaba con la autorización de la Confederación Hidrográfica. Ha sido necesario cambiar la ubicación de la balsa para obtener ese permiso, lo que implicó la realización de sondeos y estudios geológicos.
En enero de 2016 se presentó el proyecto de la nueva balsa a la Confederación y, en un tiempo record, a finales de julio se obtuvo la autorización para empezar a construir la balsa. Sus 64.000 metros cúbicos de capacidad dan idea del ingente trabajo de excavación que fue necesario. Además, debido a las bajas temperaturas a la que iba estar expuesta en invierno, fue necesario dotarle de un sistema de inyección de aire para evitar la congelación del agua.
Además de la balsa había que instalar la vasta red de tuberías para conducir el agua hasta cada uno de los cañones, situados en las pistas orientadas al sur, que es la zona más expuesta al sol y donde menos dura la nieve. Era una carrera contrarreloj para llegar a tiempo y aprovechar al máximo la temporada de esquí. “Sabíamos lo que nos jugábamos”, señala Javier Carrión, director de Cantur, la empresa pública en la que se integra Brañavieja. “Porque un mes allí no es un mes sino una temporada. Sabíamos que teníamos que terminar toda la instalación a mediados de diciembre”, añade. Y surgió un nuevo obstáculo: el otoño había sido tan seco que a duras penas se podía llenar la balsa. Los 22,5 litros por segundo que había autorizado captar la Confederación se habían reducido en la práctica a unos cinco litros por segundo; un hilo de agua con el que parecía imposible conseguir llenar a tiempo los 64 millones de litros que caben en la balsa.
Con todo, a mediados de diciembre y con la balsa a menos de la mitad de su capacidad, la obra estaba ejecutada y los cañones instalados y listos para empezar a funcionar.
De nuevo, las altas temperaturas impidieron que se probaran los cañones. Un problema agravado por la elevada humedad que hay en Brañavieja, que acusa la proximidad del pantano de Ebro, y que supone un serio hándicap para la producción de nieve artificial. De hecho, esa elevada humedad y la relativamente poca altura a la que se encuentra la estación de esquí (la parte inferior está a 1.650 metros), en comparación con los situados en otros macizos montañosos, han sido tradicionalmente los obstáculos para que la innivación artificial pudiera aplicarse con garantías de éxito en Alto Campoo.
Afortunadamente, la evolución de los cañones de nieve ha permitido superar esos condicionantes. Los que ha adquirido Brañavieja son capaces de fabricar nieve incluso a temperaturas superiores a cero grados, a condición de que la humedad sea muy baja. Otra cosa es que el gasto energético desaconseje hacerlo si las condiciones no son las óptimas para que la nieve se mantenga. Por otro lado, una de las ventajas de la nieve artificial es que, al estar sus partículas más heladas, tiene más consistencia que el copo de nieve natural y aguanta mucho más. De ahí su importancia para mantener las pistas esquiables durante más tiempo. Los cañones de nieve están dotados de sensores que los convierten en pequeñas estaciones meteorológicas y se pueden manejar a distancia, tanto para ponerlos en funcionamiento como para orientarlos hacia la zona que se quiere innivar.
Para aprovechar mejor esta aportación de los cañones a la prolongación de la temporada, la estación de esquí se ha dotado de una nueva máquina pisapistas en la que ha invertido 390.000 euros, que ayudará a repartir la nieve de forma homogénea y darle más consistencia.
Desde que se instalaron por primera vez en Europa, en la década de los setenta del pasado siglo, los cañones de nieve se han convertido en un aliado fundamental para muchas estaciones de esquí.
En España actualmente hay instalados unos 4.600 innivadores, que cubren 411 kilómetros de pistas, el 35% de la superficie esquiable total, y sin ellos estaciones como las del Pirineo no hubiesen podido abrir sus pistas las pasadas Navidades.

Servicios más imaginativos

Cantur ha invertido diez millones de euros en los 85 cañones de nieve de Brañavieja y en la obra civil que ha sido ejecutada por la UTE formada por la empresa cántabra Copsesa y por Casli, compañía madrileña con décadas de experiencia en este sector, pero no siempre es necesario hacer grandes inversiones para aprovechar mejor las posibilidades de ocio de una estación de esquí. También se puede hacer un uso más imaginativo de los recursos. En este sentido, la empresa pública ha puesto en marcha varias iniciativas para reforzar el atractivo de Alto Campoo incluso entre quienes no esquían. A este planteamiento responde la adaptación de una máquina pisapistas, a la que se le ha dotado de una cabina con capacidad para 15 personas, con la que cualquier visitante podrá recorrer toda la estación sin tener que utilizar los remontes ni calzarse los esquíes.
Pero es lógicamente a los esquiadores hacia los que estan orientados los esfuerzos por aumentar el número de visitantes a la estación de Alto Campoo, que en una temporada media suelen rondar los cien mil (unas mil personas por cada día que las instalaciones estan abiertas). Una cifra alejada del millón de visitantes que recibe Sierra Nevada cada temporada o de los 800.000 de Baqueira, pero acorde con la ubicación geográfica de Brañavieja. Aun así, esta cifra se puede ver aumentada con acuerdos como el que han firmado la empresa pública Cantur y Renfe en la reciente feria de turismo Fitur.
A semejanza del Tren Playero del verano, Renfe pondrá en servicio un Tren Blanco, que acercará a Reinosa a los aficionados al esquí de Valladolid y Palencia. Desde allí la propia Cantur se encargará de su traslado hasta las pistas.
Brañavieja cuenta con con más de 27 kilómetros esquiables repartidos en 22 pistas, a las que se accede mediante doce remontes. Para los aficionados al esquí nórdico dispone de un circuito de fondo de 4,4 kilómetros.
Aunque hay pistas muy técnicas, para quienes la estación resulta especialmente atractiva, por sus características, es para los esquiadores principiantes. “Alto Campoo es fantástica para debutantes –subraya Javier Carrión–. Tiene una zona muy soleada que les favorece y, además, hemos puesto una cinta transportadora cubierta que sube a los esquiadores sin necesidad de engancharse a un remonte”.
Pero Alto Campo aspira a ser algo más que una estación de esquí; quiere ser una estación de alta montaña, y desde la dirección de Cantur se está trabajando en varias ideas para que las instalaciones también sean en verano el motor económico que ayuda a dinamizar la economía local, el objetivo para el que fue creada.

Suscríbete a Cantabria Económica
Ver más

Artículos relacionados

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Botón volver arriba
Escucha ahora