El retorno de Pepe
Cuando Pepe el del Popular supo que iba a ser sometido a una auditoría interna, desapareció sin volver a dar señales de vida. Hasta ese día, el director de la sucursal de Puertochico del Banco Popular era un ejemplo para la entidad. Su oficina tenía un volumen de depósitos muy superior a cualquier otra, sin que nadie se preguntase por qué. ¿O sí? Cuesta pensar, como dice uno de los clientes estafados, que durante los siete años del banco paralelo de Pepe no llegasen rumores a otras sucursales del Popular de que en la de Puertochico se pagaba más, porque estas cosas se comentan entre la clientela y es probable que quienes recibían un tipo de interés del 10% en su oficina preguntaran más de una vez por qué ellos no recibían el 12% como los clientes de Pepe, estando en el mismo banco.
El juicio a José Pérez Díaz pondrá algunas cosas en claro pero, a estas alturas, puede que eso no le interese a casi nadie. Ni a los clientes que ya han cobrado, ni a la entidad, que no podrá resarcirse de todos los pagos que se vio obligada a hacer, a la vista de que el detenido no parece tener patrimonio para hacerse cargo del agujero que causó. Ni siquiera a Hacienda, porque si de las declaraciones de Pepe aflorase algún nuevo depósito de dinero negro, tampoco podría reclamar su parte a estas alturas, dado que la obligación fiscal ha prescrito.
Pepe creó un banco paralelo tan poco documentado que nunca ha resultado del todo clara la cuantía del fraude. La mayoría de las fuentes hablan de unos 5.000 millones de las antiguas pesetas, pero algunos abogados que intervinieron en las múltiples reclamaciones de los afectados sostienen que el Popular pagó al menos 2.000 millones más en pactos privados, que no pasaron por los tribunales.
Más estafadores
El Banco conserva muy mal sabor de boca de aquella época y no sólo por el hecho de que le fallase uno de los suyos. También descubrió que la disposición al fraude está mucho más extendida de lo que suele suponerse, incluso entre su clientela. A la vista del río revuelto que originó el escándalo, aparecieron muchos pescadores de ocasión, con cartillas manipuladas en las que, utilizando el mismo método de Pepe –un simple apunte con máquina de escribir– habían añadido otros más por su cuenta, o alguna cifra en el saldo, para exigir cantidades muy superiores a las realmente depositadas.
El Popular puso en marcha un ejército de abogados y analistas para demostrar que todos los reclamantes o casi todos eran unos estafadores, lo que obviamente no era cierto, pero sí que hubo muchos que lo intentaron y algunos que probablemente lo consiguieron. Los tribunales rechazaron algunas reclamaciones al considerarse demostrado que las cartillas estaban manipuladas, pero sí aceptaron otras, de forma que siempre quedará la duda de si se pagó lo que se tenía que pagar y a quienes se tenía que pagar.
Envuelto en su propia madeja
El fraude de Pepe tampoco era tan fraudulento como se supone. En realidad, el director de la sucursal del Popular probablemente se vio envuelto en su propio afán de conseguir lo mejor para sus clientes. Creyó que con sus conocimientos del mercado podía encontrar mejores inversiones que las de su Banco y ofrecer tipos de interés más elevados a cuantos confiaban en él. Y apostó por lo que tenía más cerca: Intra y la empresa de un amigo que tenía negocios de alimentación y de distribución de combustible. Desgraciadamente, en ambos casos el resultado fue desastroso.
Como muchos otros santanderinos (aunque él lo fuese de adopción) Pepe fue víctima del hundimiento de Intra, el entramado financiero de los hermanos Serrano Goyría, cuya fuerte rentabilidad anterior le había permitido pagar los extratipos.
A partir de ese momento, el banco de Pepe fue una ficción. No sólo no podía pagar los intereses que prometía, sino que ni siquiera podía devolver los depósitos y la única salida aparente era la huida hacia adelante. El bancario-banquero necesitaba captar más inversores para poder pagar a sus clientes anteriores con ese dinero, lo mismo que Madoff y que tantos otros antes.
Una mecánica financiera tan pedestre está condenada inevitablemente al colapso y antes de que se produjese, Pepe desapareció. Si tuvo la oportunidad de llevarse alguna parte del dinero que se le va a reclamar se sabrá ahora, durante el juicio, pero lo probable es que la mayor parte la devorase el propio agujero negro de su entramado. Un síntoma de ello es que durante este tiempo ha vivido en Veracruz de su actividad como agente comercial. Un lugar donde, por cierto, le han visitado algunos santanderinos, porque a Pepe, incluso de huido, siempre le perdieron las relaciones públicas.