RANKING 2008 El año del colapso

Como la realidad bifronte de las máscaras clásicas de teatro, 2008 pasará a la historia económica con dos realidades muy distintas. En la primera mitad del año, con una economía boyante, aunque sin la euforia del año precedente; a partir del verano, como si el aviso de un viento huracanado hubiese empujado a todo el mundo a volver a sus cuarteles de invierno, la economía frenó en seco: el consumo se hundió, se dejaron de vender casas y coches, se disparó la morosidad y los bancos cerraron la ventanilla de los créditos a cal y canto. La realidad del año que se refleja en el ranking de Cantabria Económica es un promedio de ambas situaciones y, por tanto, poco representativo de una y otra, pero no hay alternativas mejores.
¿Crecieron las ventas de las empresas cántabras el pasado año? En la gran mayoría, no. Pero el balance anual importa menos, en esta ocasión, que la fotografía fija que presentaban al acabar el ejercicio. Promotoras que se las prometían felices en la primavera, porque habían comercializado casi todas las viviendas que tenían en marcha, se encontraban pidiendo la suspensión de pagos a final de año, debido a que muchos de los precontratos no llegaban a formalizarse. Sus compradores preferían perder la entrada o pleitear para recuperar el dinero adelantado, porque sus ingresos ya no les permitían comprar la vivienda o, simplemente, porque pensaban aprovecharse del derrumbamiento del mercado para adquirir una equivalente bastante más barata.
En la industrias o en los concesionarios de coches la realidad no fue muy distinta: el mercado se paró de repente. El cerrojazo en la financiación no sólo le afectaba a los consumidores, sino también a las empresas, angustiadas por la liquidez. Hasta que el Banco Central Europeo abrió su barra libre de dinero al 1% pasaron muchos meses y cuando llegó, las necesidades financieras del Estado absorbieron casi todo el dinero. Mientras tanto, el otoño de 2008 se convirtió en un calvario para una economía que necesita la liquidez como materia prima para poder trabajar.
Pocas cifras resultan más significativas del descenso de la actividad que el consumo de la energía en la industria. En el tercer trimestre de 2007 el sector industrial cántabro consumió 779 gigavatios. En el mismo periodo de 2008 sólo consumió 422. Una cifra tan baja no tiene precedentes en las últimas décadas. A partir del tercer trimestre del año también se observó una caída brusca en el consumo de cemento, que se mantiene desde entonces.
El parón de la maquinaria productiva produjo repercusiones inmediatas sobre el empleo. Las grandes industrias recurrieron inicialmente a desprenderse de los trabajadores con contratos temporales y de ETTs, un ajuste que pasó relativamente desapercibido, porque no suele causar conflicto. El clima social empeoró en el último trimestre del año, cuando esa válvula ya no fue suficiente para aliviar la presión y las industrias se vieron forzadas a hacer frente a la fortísima caída de actividad con expedientes de regulación de empleo. Los primeros surgieron con cierta timidez, pero pronto se convirtieron en una catarata.
El hecho de que la crisis se haya desencadenado prácticamente de la noche a la mañana ha permitido que las empresas aguantasen la embestida durante algún tiempo gracias a los remanentes acumulados en más de una década de expansión económica. Y hubiesen salido del bache sin mayores problemas de haberse tratado de una crisis coyuntural, uno de esos dientes de sierra que se producen en cualquier proceso de crecimiento ordenado. Pero en este caso nadie se sentía muy optimista. Si un año antes, cuando en Estados Unidos comenzó la crisis de las hipotecas basura, parecía un problema meramente local, en el otoño de 2007, y después de la quiebra de la banca de negocios de Wall Street, ya nadie dudaba de haber entrado en una crisis de ámbito mundial y de larga duración.
En realidad, en Cantabria ya había comenzado a aguarse la fiesta en verano. La constructora Cenavi, una de las mayores de la región, se había visto obligada a pedir el concurso de acreedores al verse afectada por los impagos de varios promotores para los que había trabajado. Poco antes fue la compañía nacional SEOP, muy activa en Cantabria, la que había padecido la misma situación. Sólo en el caso de Cenavi resultaban afectados varios cientos de subcontratistas y proveedores, lo que extendía el problema a casi todo el sector. Una mancha de aceite que, a consecuencia de las dificultades de otras constructoras y promotoras y de la escasez de nueva obra, acabó por salpicar a la mayoría y puso a muchas contra las cuerdas.
De repente, un sector que parecía el paradigma del éxito y que durante los años anteriores tuvo una actividad frenética, se desmoronaba como un castillo de naipes. Gran parte de los beneficios acumulados en los buenos años estaban invertidos en suelo y el suelo dejaba de tener valor líquido. Aunque el precio de los solares no ha caído nominalmente, la ausencia de compradores hace que en la práctica haya dejado de servir como respaldo para ninguna operación de crédito.
Si todo el sector de la construcción no se ha derrumbado ha sido gracias a la obra pública que no sólo aguanta el tirón, sino que aceleró las licitaciones para evitar males mayores. Eso mantiene a salvo a aquellas constructoras que simultanean la obra pública con la privada. Las mejor paradas, en cualquier caso, son aquellas que tienen más diversificada su actividad, sobre todo las que buscaron salidas en los servicios públicos, como la recogida de basuras o el suministro de aguas, que generan ingresos seguros y recurrentes.

Las empresas no registran las cuentas

Las cifras de negocio de 2008 ponen de relieve una fuerte caída de la facturación en todos los sectores. La estadística indica que, a pesar de que la crisis llegó en el segundo semestre, los descensos de ventas medios superan el 10%. La realidad probablemente sea peor, porque a 20 de noviembre apenas el 19% de las mayores empresas de la región habían presentado sus cuentas en el Registro Mercantil, a pesar de que el plazo preceptivo para hacerlo se había cumplido varios meses antes. Esto no un buen indicio, como tampoco lo es el hecho de que varias grandes empresas hayan tenido que retirarlas, después de presentadas, al observarse defectos.
Las caídas son especialmente dramáticas en el sector de la promoción inmobiliaria y entre los concesionarios de automóviles, aunque prácticamente no se libra ningún sector, ni siquiera el alimentario. No obstante, cabe destacar excepciones, como la de Queserías Lafuente, que sólo ha moderado su ritmo de crecimiento, o los avances de la calderería Caldemón Ibérica (34%), el grupo Fernández Jové (41%), Mecánica Industrial Buelna (26%) o la instaladora de telecomunicaciones Ámbar (33%). Pero ninguna evolución fue comparable a la del grupo Apia XXI, cuya facturación se triplicó por el espectacular incremento de su actividad constructora, lo que hace que el 33% de crecimiento en la matriz (la ingeniería) casi parezca modesto.
La fortísima subida de Sniace es producto de haber pasado a consolidar todas las ventas de su filial de cogeneración al hacerse con el 100% de las acciones.

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