Duchas escocesas

En la política las alegrías duran muy poco. El PSOE tiene cada semana un sobresalto nuevo e incontrolable y cuando el PP ya había ganado en la batalla del relato de la DANA, centrando la responsabilidad casi exclusivamente el Gobierno central, ha bastado una juez de una pequeña localidad para cambiar las tornas y acorralar al ejecutivo valenciano. Tantos son los conflictos de uno y otro que acabarán pactando algún tipo de entente, porque no hay maquinaria de propaganda que sostenga este ritmo de escándalos, de los que por cierto tampoco se libran el resto de los partidos.

Más cerca de la costa, los vientos rolan también cada día. Buruaga gobierna con enorme placidez, tanto que incluso ha convencido a Vox para votarle esa simplificación administrativa que lo único que simplifica es la posibilidad de abrir un negocio sin ningún control público (¿cuántas de estas licencias autoconcedidas acabarán en los tribunales por los conflictos que van a originar con sus vecindades?), hacer urbanizaciones enteras en suelo rústico y sacar adelante proyectos con nombre y apellido, algo para lo que no deberían utilizarse las leyes, y que siempre sale mal. Además, empiezan a sustanciarse los grandes proyectos que andaban revoloteando, como ha ocurrido con la sustitución de las calderas de Solvay o la posibilidad de crear un gran almacén de CO2 en los pozos de sal de Polanco. 

El colmo de la felicidad, de no ser por el empeño que pone la realidad en romper las ilusiones. Ni siquiera 48 horas duró el éxtasis de la presidenta cántabra después de anunciar la mayor inversión privada de la historia, que va a convertir el entorno de Santander un auténtico cinturón de centros de datos, uno de los mayores del mundo. Mientras se jactaba del proyecto ante su Junta Directiva y le explicaba a Cuca Gamarra que antes “las empresas huían de la región” y ahora se pelean por venir, el presidente de Bondalti anunciaba en una revista portuguesa que su empresa renuncia a la planta de litio que iba a construir en Torrelavega con una inversión de 600 millones de euros. Joao de Mello, su propietario, ni siquiera se lo había comunicado al Gobierno de Cantabria, como tampoco le avisó en su día de que iba a hacer público el proyecto cuando aquí se guardaba absoluto sigilo. El Ejecutivo cántabro ha reaccionado forzando a la empresa lusa a asegurar que todavía no hay una decisión definitiva, pero las declaraciones de su presidente han sido demasiado contundentes para creerlo. Para tratar de dulcificar el chasco, días después resurgía la serpiente de verano de la mina de zinc, al anunciarse la posible reapertura de la explotación de Udías, donde ya se sabía que había mineral y que basta seguir perforando, siempre que el precio internacional del metal compense.   

Estas duchas escocesas de frío-calor son inevitables en la política, donde los aplausos y abucheos forman parte del ciclo de la normalidad. Los socialistas cántabros acaban de cerrar el reinado de Zuloaga después de abrirse en canal y unas pocas semanas después, las heridas parecen ya cosa del pasado, porque la corriente perdedora se diluye rápidamente en las aguas generales sin dejar más constancia.

Ahora le toca al PRC pasar por el mismo trance traumático de cambiar de líder, y veremos si tiene tanta cintura para recomponerse ante una situación absolutamente inédita en casi medio siglo, el tiempo que lleva Revilla al frente. Muy pocos de los partidos surgidos en torno a una persona sobrevivieron después de dejar el cargo su fundador (Unión Valenciana, Partido Andalucista, Coalición Galega, Unión Mallorquina…). Es la formación con más militancia, con mucha diferencia, pero quienes van a decidir serán los alcaldes. Revilla a lo sumo podrá emplear su ascendiente en convencer a los candidatos para que lleguen a un acuerdo y el proceso se decante antes de llegar a una votación a cara de perro, pero una cosa es el ascendiente y otra el poder, y como se verá muy pronto, el poder ahora mismo está reducido a los alcaldes. El PRC está haciendo todo lo posible para que sea un proceso ordenado e incluso hubo quienes se escandalizaron de que uno de los candidatos lo anunciase previamente (¿pero no estamos en eso?), quizá porque no era el suyo. Muchas, muchas cautelas porque la transferencia de este bastón de mando es más delicado que pasar un jarrón chino de mano en mano, y todos son conscientes de ello

Alberto Ibáñez

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