El consumo mundial retrocede
Por primera vez en mucho tiempo, el comercio mundial ha pinchado a finales de 2018 y se ha vendido menos que un año antes, una circunstancia que solo se ha dado con grandes guerras y en pocas ocasiones más. Desde que los tigres asiáticos despertaron, y más tarde lo hicieran China e India, donde se concentran casi un tercio de los pobladores del globo, siempre se ha consumido más; se ha necesitado más producción y se han incrementado el comercio internacional. ¿Por qué ahora no? Y, sobre todo, ¿cuánto va a durar?
Si pensamos con la lógica de los últimos dos siglos, esto es un parón temporal. La gente seguirá necesitando cada vez más cosas, teniendo más capacidad de consumo y comprando más.
Hemos crecido convencidos de que el consumo crece siempre. Quizá no
Si, en cambio, tenemos en cuenta que el siglo XXI está poniendo en cuestión casi todo aquello que dábamos por seguro, habría que plantearse la posibilidad de que la sociedad de consumo esté tocando techo y la gente o no tenga capacidad para seguir comprando cada vez más o, simplemente, ya no sienta la misma necesidad de hacerlo. Puede que empiece a pensar que ya no necesita tener una casa de vacaciones si en todas partes puede encontrar hoteles o viviendas turísticas de alquiler; puede llegar a la conclusión de que en las ciudades ya no merece la pena tener un coche, y es más práctico usar uno de alquiler cuando lo necesita; y quizá llegue a la conclusión de que ya no necesita muchas más cosas. Pero aún hay un factor más para justificar que se compre menos, la versatilidad de los nuevos productos. Si un teléfono móvil sirve para comunicarse, para hacer fotos, vídeos, orientarse, alumbrar, enviar cartas o leer el periódico, es evidente que fabricar todos esos productos empieza a resultar innecesario, y también los miles de intermediarios a que daban lugar.
Hemos crecido con la convicción de que el mercado crece indefinidamente y en los últimos años hemos asistido a un espejismo con la incorporación de miles de millones de personas asiáticas a la sociedad de consumo. Mientras China crecía al 10% cada año, siempre hacía falta más. Si crece la mitad, y en los saturados mercados europeos el consumo está retrocediendo, el horizonte puede ser muy distinto. Harán falta menos cosas, lo que va a resultar difícil de cuadrar con el aumento exponencial de la capacidad productiva mundial.
Alguien se quedará necesariamente sin trabajo, y ese alguien pueden ser muchos cientos de millones de trabajadores.