El corredor que pasó de largo
En 2017, el presidente del puerto santanderino, Jaime González, empujaba en un encuentro organizado por un periódico asturiano, el corredor del Cantábrico, advirtiendo que la Cornisa no puede tener un ‘tren de juguete’ (por FEVE), para transportar sus mercancías. El asunto caló rápidamente y los presidentes de las comunidades norteñas se reunieron para agilizar el asunto, con Revilla como gran protagonista, que ya se saben las habilidades que tiene el mandatario cántabro en estos asuntos. Haber sido el desencadenante sirvió de muy poco. Cuando las comunidades del cuadrante noroeste del país y de la mitad norte de Portugal se reunieron y decidieron que su mejor salida por ferrocarril en ancho internacional hacia la frontera francesa ¡no pasaba por Cantabria! Todas (menos Cantabria, obviamente) desecharon el corredor paralelo a la costa, que habría que construir prácticamente de cero, y dejaron sentado que lo que más les convenía era conectar con Venta de Baños y, desde allí, con la frontera. Cantabria quedó absolutamente desairada, pero no por el Gobierno de Rajoy, sino por el resto de las comunidades, porque cada una de ellas pensaba en su interés y no coincidía con el de nuestra región.
Hace ya cuatro años, las comunidades del noroeste decidieron que el Corredor Atlántico no pasaría por Cantabria
El Gobierno de Rajoy se limitó a atender la propuesta y nadie lo criticó en Cantabria, pero el ministro de Fomento –entonces Íñigo de la Serna– estaba moralmente obligado a buscar una salida para la región y se comprometió a hacer una conexión específica con Bilbao para igualarnos al resto. El compromiso lo heredó y ratificó el socialista Ábalos, pero lo cierto es que, cuando se han definido las inversiones del Ministerio en materia de ferrocarriles, no aparece, como no suelen aparecer ese tipo de promesas que hacen los ministros para salir al paso de muchas demandas regionales.
La comunidad puede exigir esa línea de transporte de mercancías de alta capacidad, aunque lo realmente decisivo es tener un tren de viajeros de velocidad alta con Bilbao. La región no genera suficientes tráficos de mercancías hacia la frontera francesa para justificar esa inversión y, sin embargo, tiene un tráfico humano importantísimo con Vizcaya, por lo que conviene ser realista y definir las prioridades.
Cuando, llegada la democracia, se creó la Autovía del Cantábrico para completar la autopista que el franquismo dejó a medias, después de conectar Bilbao con la frontera, el entonces ministro de Fomento puso en manos de Jaime Blanco decidir si se le daba prioridad a la obra de continuación hasta Santander o se iniciaba la de la Meseta, advirtiéndole que solo había dinero para una de ellas. La decisión era arriesgada y todo el espectro conservador clamaba por la conexión con Madrid pero resultó una decisión acertada. Una vez construidas ambas, la Autovía de la Meseta tiene unos 8.700 vehículos diarios a su paso por Aguilar y la del Cantábrico supera los 60.000 muchos días de verano a su paso por Ontón.
Se pueden pedir los dos trenes, pero ya ocurrió durante el mandato de Pepiño Blanco y no se consiguió ninguno. Lo que parece inútil es lamentar que no se nos haya incluido en el Corredor Atlántico cuando la decisión se tomó hace cuatro años.
Dejémoslo claro: Cantabria no está en el Corredor Atlántico porque las otras comunidades afectadas la dejaron al margen al preferir el trazado sur al Corredor Cantábrico. Podemos enfadarnos con todas ellas y con los partidos que gobiernan en Galicia, en Asturias, en Castilla y León e incluso con el Gobierno portugués, pero esa es la realidad.
Alberto Ibáñez