El impacto económico del cambio climático
Aún con los vaivenes propios de todo acontecer, no podemos negar que el cambio climático es uno de los fenómenos que más preocupa, que no ocupa, a la humanidad en estos tiempos. Entender qué es el cambio climático y cuáles son sus efectos no es, sin embargo, una tarea sencilla, de ahí que, humildemente, intente en estas líneas esclarecer algunas cuestiones al respecto.
Para empezar, reconozcamos que el cambio climático, que se refiere a los cambios a largo plazo en las condiciones climáticas del planeta, es una de las mayores amenazas a las que se enfrenta la humanidad. Comprender bien la magnitud del problema implica ser conscientes de tres cosas: la primera es que la concentración de gases de efecto invernadero (GEI) en la atmósfera está relacionada directamente con la temperatura media de la Tierra; la segunda es que esta concentración ha ido aumentando progresivamente desde la Revolución Industrial y, con ella, la temperatura del planeta; la tercera es que el GEI más prevalente, pero no necesariamente el más dañino, es el dióxido de carbono (CO2), que representa aproximadamente dos tercios del total y que resulta de la quema de combustibles fósiles (petróleo, gas y carbón).
Pese al negacionismo que existe al respecto, amparado incluso por algunos líderes mundiales, la evidencia sobre el particular es apabullante y se manifiesta, sobre todo, en el aumento global de las temperaturas, en el aumento del nivel del mar y en los cambios en los patrones climáticos. En relación con la primera de estas evidencias, valga recordar que la temperatura media sobre la registrada antes de la mencionada Revolución Industrial ha crecido en torno a 1,2º-1,3º y que las previsiones son que se superarán los 1,5º en menos de una década, sobrepasando así el límite deseado que se estableció en la cumbre de Paris de 2015.
Si bien es cierto que, en el pasado, el cambio climático hundió sus raíces en causas de origen natural, son las actividades humanas las que, desde hace casi doscientos años, se constituyen en su principal causante. En este sentido, y aunque no existe ninguna duda acerca de que las emisiones de GEI son uno de los principales motivos del cambio climático (las emisiones generadas por la quema de estos gases actúan como una manta que envuelve a la Tierra y, atrapando el calor del sol, elevan las temperaturas), no se puede olvidar que hay otros fenómenos que también contribuyen a este cambio; por un lado, tenemos la deforestación creciente (cuyo máximo ejemplo se da en torno al Amazonas), que reduce de forma significativa la capacidad de los bosques para absorber el CO2; por otro lado, tenemos todas las actividades primarias, tanto agrícolas como ganaderas; y, por otro, tenemos la actividad industrial, tanto de fabricación propiamente dicha como de generación de energía.
En cuanto a las consecuencias del cambio climático, y sólo por sistematizarlas un poco, me voy a referir a las principales que se producen sobre el planeta, la sociedad y la economía. Entre las primeras, cabe citar, sobre todo, la proliferación de eventos climáticos extremos (ver figura), la desertificación creciente, la degradación de los ecosistemas, la pérdida de biodiversidad, el deshielo de los glaciares, y la acidificación de los océanos.
En lo que se refiere al impacto sobre la sociedad, es preciso mencionar el que tiene sobre la salud (aumentando las enfermedades relacionadas con el calor, las alergias y las infecciones transmitidas por patógenos), sobre la seguridad alimentaria (la producción de alimentos se está viendo muy afectada por sequías, inundaciones y cambios en los patrones de precipitación), y sobre los movimientos migratorios.
En la esfera estrictamente económica, la incertidumbre reinante hace difícil predecir la magnitud del impacto, pero, aun así, el BCE se atreve a decir que “el cambio climático dará lugar a una mayor divergencia de renta entre personas, sectores y regiones, a ajustes en los mercados energéticos, a un aumento de la variabilidad en la inflación, a más estrés en los mercados financieros, a una intensificación de la innovación, a un aumento de las migraciones y a un crecimiento de la deuda pública”. Con menos prudencia que el BCE, el Swiss Re Institute, un reputado centro investigador suizo, se atreve a cuantificar el impacto del cambio climático sobre el PIB tanto a nivel mundial como por grandes regiones del planeta. Pues bien, aunque uno pueda poner en tela de juicio la precisión de los resultados obtenidos (ver cuadro), estos muestran con toda claridad tres resultados muy preocupantes. El primero de ellos es que el aumento de las temperaturas tendrá un impacto negativo sobre la evolución del PIB; el segundo es que, cuanto más aumenten las temperaturas, mayor será el impacto sobre el PIB; el tercero es que, aunque todo el mundo se verá afectado por este comportamiento de la producción, no todas las regiones del mundo se verán igualmente afectadas: tal y como muestra el cuadro, y sea cual sea el escenario de aumento de temperatura considerado, los países del sudeste asiático (Asean), Oriente Medio y África se verán mucho más perjudicados que el resto del mundo.
En otro orden de cosas, el cambio climático, afectará de forma desigual a distintos sectores (en mayor medida a la agricultura, pesca y turismo que al resto), provocará aumentos de los precios (sobre todo de algunos alimentos y de la energía), impactará sobre las cadenas de suministro globales y, por lo tanto, sobre el comercio internacional, y, de una forma que todavía somos incapaces de calibrar, tendrá implicaciones de política económica, tanto en el ámbito de la política monetaria como de la fiscal, y sobre el marco regulatorio.
Ante una situación tan complicada como la que se avecina, para el planeta, la sociedad y la economía, hemos de reconocer que los esfuerzos desplegados para intentar mitigarla y/o controlarla están siendo, por decirlo de forma suave, insuficientes. El cambio climático es un desafío global, una amenaza al planeta y su población que requiere una acción urgente y coordinada; en este sentido, es crucial que, de verdad, gobiernos, empresas y ciudadanos se comprometan con su mitigación y adaptación. Lamentablemente, tal y como ya apuntó Mark Twain en el siglo XIX, “todo el mundo habla del tiempo, pero nadie hace nada al respecto”. En la época de Twain era imposible pensar que el hombre podía hacer algo al respecto; hoy, sin embargo, sabemos que puede y debe. ¿Lo haremos?
José Villaverde Castro
Catedrático de Fundamentos del
Análisis Económico.
Universidad de Cantabria