El más incómodo de los aliados
Todos nos hemos visto en la necesidad de ser contemporizadores con alguien de la familia para no soliviantarle a él o a otros parientes, pero lo que está pasando con Trump va más allá: la media España de izquierdas está absolutamente en contra y la media de derechas, aunque más próxima ideológicamente, opina lo mismo pero no puede exteriorizarlo para que no se le confunda con la primera mitad.
Trump está siendo un auténtico quebradero de cabeza para el PP, que no puede manifestarse claramente sobre sus medidas, porque sabe que cualquier posición que adopte se volverá en su contra. Si lo apoya con entusiasmo como a uno de los suyos se encontrará en medio de un conflicto endemoniado cada vez que al presidente americano se le ocurra tomar cualquier decisión en contra de los intereses europeos o españoles, algo que está resultando muy habitual. Si los populares se posicionan en contra podrían verse sometidos a la hostilidad del propio presidente americano.
El presidente americano incomoda a PP y Vox y Sánchez pasa a tener más que temer de su izquierda que de su derecha
Tampoco es fácil para Sánchez. Decidió que enfrentarse a Trump le podía dar votos, sobre todo de esa izquierda que Sumar y Podemos están dejando huérfana, pero se ve obligado a alinearse con el conjunto de la UE y de la OTAN en un fortísimo incremento del gasto en defensa que ni puede hacer por falta de presupuestos, porque no es popular en España y porque le quita esos votos que esperaba y necesita. Además, sus aliados de gobierno ya han puesto el grito en el cielo.
Como el PP, está atrapado en un disyuntiva en la que solo pueden salir perdiendo. La única solución posible para ambos es eludir pronunciarse sobre cualquier ocurrencia de Trump siempre que puedan y esperar a que la economía americana le dé un revolcón rápido y suficiente como para hacerle tranquilizarse, a la vista de que ni la UE, ni Gran Bretaña, ni la ONU tienen capacidad alguna para influir en sus dislates.
Podría pensarse, en cambio, que la llegada de Trump es la mejor noticia para Vox, que le considera uno de los suyos y que inmediatamente fue a buscar sin éxito la foto de Abascal con el nuevo presidente, pero la personalidad imprevisible e impetuosa del americano también se está volviendo enormemente incómoda para los de Abascal, porque dos nacionalismos se repelen como los polos positivos de un imán, aunque el líder ultraconservador español no lo viese venir. ¿Dónde meterse cuando Trump decide que el Golfo de México se va a llamar Golfo de América? ¿Qué hacer si se declara amigo de Putin? ¿Cómo alborozarse de que imponga aranceles a las exportaciones de empresas españolas? Es evidente que su pretensión inicial, ser el ‘embajador’ de Trump en España no ha salido bien.
Los periódicos conservadores españoles, que hasta ahora parecían tratar de contentar a partes iguales a PP y Vox, se han movido en un mar de dudas durante semanas sobre cómo reaccionar ante la nueva administración norteamericana, pero ya han dejado claro que su apuesta no era Abascal y están aprovechando ese marejada de contradicciones que llega desde el otro lado del Atlántico para buscar el reagrupamiento de la derecha en torno al PP, dejando en evidencia a Vox.
Una política que está trasladando a una parte del electorado más conservador otra vez a la casa madre, pero que no será suficiente para repetir la hazaña de Fraga de unir a toda la derecha. Ni siquiera es fácil saber si esa política es la más inteligente, porque si Vox se desinfla puede perder escaños en muchas circunscripciones donde no le sumarían y el efecto sería el contrario al que Génova buscaba.
Con tantos ingredientes en este guiso, ni Abascal ni Feijóo pueden hacer otra cosa ante este regalo envenenado de tener un presidente afín en EE UU que hacer como que no existe. Jalearle no les va a dar ni un solo voto más en España y puede restarles muchos. Criticarle tendrá un coste aún mayor, tanto en votos como en acometidas.
Para ambos será suficiente con que Sánchez no consiga convertir a Trump en su talismán, la baza que necesitaba para cambiar la orientación de las polémicas que recaen cada día sobre sus espaldas y que le sirva para hacer oposición a la oposición. Más aún en un país como España que no vota en favor de un partido sino en contra de otros. El PP perdió las elecciones de 2003 por el apoyo que Aznar dio a Bush en la Guerra de Irak, y desde entonces es consciente de que echarse en brazos de un presidente americano, por mucho poder global que tenga, no un buen negocio en el mercado interno, que es donde se juega los votos.
Depende de cuán lejos llegue Trump, la segunda parte de la legislatura puede ser mucho más cómoda para el presidente español de lo que había pensado y, por supuesto, de lo que piensan los que auguran elecciones cada día. Si a esto se suma la nueva dirección del PNV, muy hostil al PP, y el cambio radical que se ha producido en la vida diaria de Cataluña, Sánchez ha pasado a tener más que temer de la izquierda que de la derecha. Son ellos los que le puede dejar sin Gobierno si sacan a gente a la calle contra el gasto en defensa.