El país de los proyectos personales
Por Alberto Ibáñez
La primera asociación de víctimas del Covid-19 la ha fundado un abogado que no ha padecido la enfermedad. Tampoco ninguno de sus familiares directos. Las seis siguientes, exactamente igual, otros tantos abogados sin una relación directa con el problema. ¿Se trata de modernos Robin Hood que están dispuestos a luchar por las víctimas o se trata de sacar partido de lo que aparentemente es un filón de negocio, con miles de pleitos en el horizonte?
Ya en tiempos de Corcuera como ministro del Interior, una pregunta parlamentaria desveló que el Ministerio subvencionaba cada año nada a menos que 29 asociaciones distintas de víctimas del terrorismo. Quizá desde entonces se hayan creado más, quizá hayan desaparecido muchas, pero la cuestión es ¿por qué? No el por qué existen asociaciones de este tipo, que es obvio, sino por qué se multiplicaban hasta el infinito.
Décadas atrás, he llegado a conocer 37 asociaciones de comerciantes en Cantabria actuando simultáneamente (las de gremio, las de zona, las que se duplicaban por enfrentamientos internos…) y soy muy escéptico del papel de la mayoría de estas asociaciones, que suelen estar hechas a la medida de quien las crea y no por el servicio a sus asociados, cuando los tienen: una tarjeta en la que figure el cargo de presidente, una subvención oficial, presencia en los medios…
Los gobiernos ni pueden ni quieren tener interlocución con todas ellas, de forma que por lo general no las prestan mayor atención. Tampoco se quejan. Con que se acuerden de ellas a la hora de dotar una partida presupuestaria, les basta.
A nadie parece llamarle la atención que con cada operación salida de vacaciones aparezcan asociaciones de usuarios de las carreteras para criticar la falta de mantenimiento o la confusa señalización vertical, por poner un ejemplo. ¿Pero de verdad los usuarios de las carreteras hemos hecho una asociación? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Quién eligió al presidente?. ¿Y también hay de los comedores de jamón, o de los recogedores de setas, para montar una y pillar un cargo?
Por lo general, los titulares de todas ellas se eternizan en el cargo, como el provecto presidente de la asociación de consumidores Adicae, que lleva toda la vida al frente y en su última reelección (por el momento) hablaba de la saludable renovación que se había producido en su junta directiva (la suya no, claro). O Rafael Ansón, que acaba de dejar la presidencia de la Academia de Gastronomía después de cuarenta años (¿había alguien más?). Tampoco suele saberse muy bien cómo acceden a los cargos, como ese presidente de los autónomos que lo es desde muchos años antes de tener empresa alguna.
Cascos puso a su partido las siglas de su apellido. No le sirvió de nada. Ha sido expulsado. También a Lizondo le echaron de Unión Valenciana, el partido que fundó
Eso no quiere decir que no haya tensiones internas, las hay, incluso asaltos al poder del presidente histórico, pero suelen salir mal, lo que a la postre viene a engrandecer el movimiento asociativo, porque las asociaciones nacen por partenogénesis. El que pierde se va y forma otra. Y, a su vez, cuando esta última tenga un problema interno, se desgajará otra más. Es la naturaleza en estado puro porque la egolatría humana quizá solo sea eso, pura biología. Así que donde no había nada y nace con mucho esfuerzo una asociación, pasará a haber dos; donde había un coro, ahora hay una polifonía de corales, y donde se creó un entusiasta club de canasta se escindirán en tres, en un camino directo hacia la insignificancia de todos.
No se deben hacer juicios de intenciones, pero la experiencia no deja en muy buen lugar a muchos de estos movimientos asociativos con presidentes eternos, con casos clamorosos, como el de Ausbanc, defensores de los usuarios de los bancos (que somos todos) que en realidad se dedicaban a extorsionarlos.
A la vista de estos ejemplos, la política parece un juego de niños, porque ahí, al menos, cambian las caras. Es muy difícil que un líder se eternice y, de hecho, ninguno de los actuales lleva más de seis años al frente de sus partidos (el más longevo es, curiosamente, Pablo Iglesias). La excepción nacional es Miguel Ángel Revilla, que lleva más de 40 años como absolutamente todo en el PRC y podría durar en el cargo todo lo que su naturaleza le permita. Pero es un caso raro.
Al tiempo que Revilla, llegó a la política un fabricante valenciano de cepillos y brochas llamado Vicente González Lizondo, creador del partido Unión Valenciana y su único diputado durante varias legislaturas. Otro bigotudo, como el presidente cántabro, que inventó el regionalismo valenciano y se hizo conocido al comienzo de la Transición por poner una naranja sobre el atril del Congreso cada vez que debía intervenir. Le dio resultado, porque cuando reorientó su carrera hacia la política regional llegó a tener una docena de diputados y la vicepresidencia de la comunidad. Su partido por fin tenía una estructura importante –aunque la mayoría de los militantes acaban de llegar, al calor del éxito– y un poder no menos importante. Pero en ese momento surgió un sector crítico, que se hizo con el control y acabó por echarle de su propio partido.
Muchas asociaciones son un mero proyecto profesional. Por eso, nacen por partenogénesis y se dividen y subdividen indefinidamente. Su razón de ser son las subvenciones
Otro tanto le acaba de ocurrir a Francisco Álvarez Cascos, expulsado de Foro Asturias, el partido que creó, después de perder pie en el PP nacional, para reengancharse en la política asturiana, con unos resultados electorales sorprendentemente buenos. La nueva dirección no solo le ha echado sino que le ha denunciado a los tribunales después de que una auditoría de las cuentas revelase que en estos años ha cobrado un millón de euros del partido, sin conocimiento de nadie, y ha imputado a la formación otros doscientos mil y pico más por su coche y chófer particular, viajes, licencias de pesca o compras familiares.
Tantas vueltas da el mundo que ni siquiera es una garantía que el fundador le ponga su nombre al partido, como hizo Gil para garantizarse la fidelidad eterna. Lo hizo también Cascos con Foro Asturias de Ciudadanos (que lleva sus iniciales, FAC, como si fuese un bien patrimonial) y aún así le han echado a la calle. Y debe ser muy duro enfrentarse desde fuera a algo que lleva tu nombre.