El petróleo se hunde

Por Alberto Ibáñez

Hace poco más de diez meses, Occidental Petroleum pagó 38.000 millones de dólares para adquirir Anadarko, una competidora especializada en fracking. Era una inversión arriesgada, porque Occidental deparaba unos dividendos muy saneados, del 7%, para sus accionistas y el negocio del fracking siempre está sometido a la volatilidad del precio del petróleo. Cuando cotiza por debajo de los 40-50 dólares no es rentable extraerlo. Pero nada hacía suponer que se produjese esa coyuntura. Por tanto, la presidenta de Occidental podía sonreír satisfecha de acercarse con esta operación a los 100.000 millones de dólares de capital. No podía ni imaginar que en marzo de este año, la cotización del crudo se hundiese hasta poco más de 30 dólares y en abril se entregase gratis a quien lo pudiese almacenar, lo que, por supuesto, hace inviable cualquier explotación de fracking, que tiene unos gastos de extracción muy elevados. En marzo, Occidental pasaba a valer en bolsa 12.800 millones de dólares, tres veces menos de lo que había pagado por Anadarko, y ha seguido hundiéndose.

A Vicki Hollub, la presidenta de Occidental Petroleum no le cayó encima la inesperada crisis del coronavirus sino Vladimir Putin. Para el fracking de Estados Unidos, que se ha convertido en el sostén energético del país, el aliado ideal es Arabia Saudí, que prefiere un petróleo a 85 dólares, porque lo necesita para mantener su gasto público, aunque eso propicie la existencia de muchos competidores del petróleo bituminoso obtenido por fragmentación de las rocas del subsuelo. La estrategia de Putin, en cambio, es retirar del mercado a todos estos competidores y para ello no ha dudado en hundir los precios internacionales del crudo, lo que ahora no es difícil, porque la demanda se ha evaporado tras la aparición del coronavirus.

Las guerras entre productores y el Covid dejan fuera del mercado a los productores del ‘fracking’

Después de años de fuerte crecimiento del consumo mundial de petróleo, como consecuencia de la incorporación de China a ese club de países enganchados en vena a los combustibles fósiles, este va a ser el primero en el que descienda la demanda. Arabia Saudí ha tratado de conseguir que los precios se mantengan reduciendo la producción, pero Putin no ha querido perder la oportunidad de sacar del mercado a los nuevos productores norteamericanos y el hundimiento de la demanda ha hecho el resto. En realidad, se trata de meras escaramuzas, porque a partir de enero Arabia Saudí se libera de los compromisos de producción que tiene con la OPEP y puede lanzar al mercado tanto crudo como quiera y a un precio tan bajo como quiera, lo que no podrá replicar a Rusia respondiéndole con su misma medicina, porque esa batalla no la puede ganar. Nadie puede aspirar a un precio de extracción tan barato como los saudíes (apenas tres dólares por barril) y nadie tiene, tampoco, la capacidad de anegar el mercado de petróleo disparando la producción de un día para otro.

En ese caso, no solo pagarían las consecuencias los productores de fracking, y los pozos rusos, sino también las petroleras europeas y norteamericanas, porque por debajo de los 35 dólares se quedan sin margen de beneficio, como se está viendo ahora. Tampoco podrían seguir produciendo otros países americanos, como Venezuela, Brasil, México o Argentina. Quizá pueda Colombia, que tiene unos costes de extracción más bajos.

El problema ya empieza a escocerle a Trump, muy cercano a los productores norteamericanos del shale gas que se obtiene del fracking pero en realidad afecta a todos los países. Para España el petróleo barato puede ser una bendición, ya que ha venido gastando estos últimos años unos 25.000 millones de euros en importaciones (con el petróleo a 50 dólares) y ha llegado a pagar más de 40.000 en los peores años de la crisis pasada, pero para el Gobierno no. Casi todos los impuestos que gravan el combustible, y son muchos, están vinculados al precio. Si el crudo baja significativamente, también bajan los ingresos fiscales, y eso es algo que el Gobierno no se puede permitir en estos tiempos de crisis sanitaria, en los que actividad del país se ha reducido drásticamente y, por tanto, los impuestos que genera, mientras que los gastos se han multiplicado, al acudir el Estado en socorro de sectores completos.

Obviamente, hay a quien le viene bien el petróleo barato, en primer lugar al consumidor, y sobre todo a las aerolíneas que están pasando un momento crítico, hasta el punto que muchos estados se están viendo obligados a rescatarlas. De todos los problemas que atraviesan (la paralización de los aviones y la fortísima caída de la venta de pasajes que se espera en los próximos meses), lo único positivo es que pagarán menos por el combustible, el principal coste junto a la amortización de los aparatos. Pero no será suficiente para resarcirles de un hundimiento del negocio que nadie podía esperar.

Quienes tendrán una sensación más agridulce serán todos aquellos que habían pedido licencias de exploración para explotar el fracking en España. El portazo que sufrieron por parte de los gobiernos regionales probablemente ha acabado haciéndoles un favor, a la vista de lo que está ocurriendo.

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