El saqueo en las empresas públicas
Una antigua comercial de los laboratorios españoles Almirall en Estados Unidos ha denunciado a su exempresa por pagar sobornos a los médicos durante años para que prescribiesen sus fármacos y las autoridades estadounidenses la han premiado con 735.000 dólares por los 3,5 millones que Almirall tendrá que pagar como multa (la compensación que establece la ley americana a los delatores) y otra cuantía parecida cuando la empresa española abone otros 3,5 millones al Departamento de Sanidad de California. Además, ha recibido el reconocimiento público de la Fiscalía por su ayuda al Gobierno. Quizá cueste entenderlo en España, donde es evidente que sigue sin crearse una auténtica moral pública. El mismo día que se publicaba esta noticia se conocía que siete nefrólogos, ya jubilados, de Valdecilla recibieron durante años cantidades muy elevadas del laboratorio alemán Fresenius, que además adquirió por cinco millones de euros su centro de diálisis en el Zoco de Peñacastillo, y que el supervisor de la Filmoteca regional se quedaba con la recaudación de la taquilla, o que los trabajadores de Mare habían cobrado 374.000 euros de más hace unos años.
Es evidente que el problema moral que tiene España no se limita a los políticos, porque en estos casos la culpa de los políticos no ha sido por acción sino por omisión. Ni ellos ni sus subordinados fueron capaces de saber en su momento que esos trabajadores estaban atracando la caja pública con absoluto desparpajo, unos llevándose directamente el dinero y otros tomando decisiones de gasto en favor de aquellos que les llenaban los bolsillos de regalos y viajes.
El problema de la falta de control en las empresas públicas hace mucho que dejó de ser puntual. Ya no son casos aislados, porque a estos que aquí se citan se añaden los más de 600.000 euros que se llevó un alto cargo de Sodercan, también en tiempos del PP, el millón de euros que distrajo la gerente de Mercasantander o los muchos miles que debían haberse ingresado en la caja del Cementerio Jardín de Santander y que, en realidad, se quedaba una operaria. Solo mucho tiempo después se supo, en todos los casos, que faltaba dinero, lo que tampoco deja en buen lugar a los servicios de control y auditoría.
Si empleados de media docena de empresa públicas cántabras se han aprovechado de sus fondos, es evidente que falta una moral pública
Que haya habido robos y estafas en seis empresas públicas municipales y regionales cántabras (prácticamente todo el censo) indica bien a las claras que algo no funciona. Son circunstancias que también se dan en las empresas privadas, aunque no se divulguen, pero en este caso las estadística de la corrupción es tan apabullante que exige revisar muchas cosas, desde la idoneidad de los trabajadores a los sistemas de control, y requiere una reflexión sobre la sociedad que hemos creado. Quizá no estemos tan lejos de aquella que consideraba sus héroes a Curro Jiménez y al Tempranillo.
En esta última década hemos llevado a cabo una profunda limpieza de la corrupción política y esos escándalos se juzgan ahora. Es el momento de trasladar esa depuración de responsabilidades a otros ámbitos que también lo necesitan. Tanto el caso de Almirall como el de Fresenius no han sido aflorados en España sino en Estados Unidos y los más de 150 despidos que ha realizado Telefónica en los últimos tres años por prácticas corruptas en sus plantillas de España e Iberoamérica (que se han conocido ahora), también son consecuencia de la presión de la Securities Exchange Commission (SEC) de Estados Unidos sobre la compañía para exigirle que erradique estos comportamientos.
Si tenemos en cuenta las numerosas reformas legales que se han hecho en los últimos años para perseguir la corrupción política somos el país más beligerante del mundo con la moral pública, pero curiosamente han de ser otros los que nos empujen a desarrollar una moral privada, para no tener que lamentar que en este país únicamente no roba el que no puede, incluidos los futbolistas que, con nóminas de 50.000 euros al mes, estaban amañando partidos de la Liga para ganar más. Nadie se conforma con lo que tiene.