Elecciones por error
En los vodeviles y comedias de enredo todo el disparatado desarrollo era producto de docenas de equívocos que se suscitaban porque los protagonistas no coincidían en el tiempo y el espacio. Desde que hay teléfonos móviles, todos esos argumentos de puertas que se abren cuando otras se cierran resultan ridículos, porque bastaría una llamada entre ellos para aclarar los entuertos. En la política ese papel lo hacen las encuestas, que, más o menos, dejan claro quién tiene posibilidades de llevarse a la chica y quien no, con lo que desactiva la ansiedad por las urnas de todos aquellos que no se ven ganadores.
Eso ha venido ocurriendo hasta que el mapa político se fraccionó y las encuestas no son capaces de aventurar un resultado cierto. En ese momento, la política y el vodevil han vuelto a coincidir, y lo que está ocurriendo es consecuencia de una concatenación de errores de cálculo. Todos los partidos han errado al interpretar la situación, tanto los que han puesto más empeño en pedir las elecciones, como los socialistas, que no las querían.
Narciso Michavila, sociólogo de cabecera del PP, reconocía en una entrevista el día que Sánchez anunciaba el fin de legislatura que “nunca una manifestación fracasada” (por la de la Plaza de Colón) tuvo tanto éxito”. Previendo una asistencia mucho más masiva, Sánchez rompió la negociación con los partidos catalanes y, aunque realmente no fuera multitudinaria, ya no podía parar el proceso que había desencadenado: los catalanes reaccionaron rechazando los presupuestos y eso le obligó a convocar elecciones.
La convocatoria partió de un error colectivo. Nadie calculó bien los resultados
Sánchez erró en sus cálculos pero puede que sus rivales también. Después de reclamar con tanto énfasis las elecciones, PP, Ciudadanos y Vox pueden acabar lamentando haberlo conseguirlo. La presencia de Vox en cualquier gobierno conservador que se forme va a despertar a votantes de izquierda que suelen encontrar motivos para quedarse en casa en la mayor parte de las ocasiones, o impulsar el voto útil, trasladando a más electores de los que cabía esperar desde Podemos al PSOE.
En las comedias es casi inevitable el actor secundario, cuyo nombre aparece en letras pequeñas pero que, al final, se queda con el auditorio, y eso puede pasar con el PRC, obligado a presentarse a las nacionales para evitar quedar eclipsado de cara a las elecciones regionales y locales. En una comunidad donde el PP ha llegado a tener en esta década cuatro congresistas y el PSOE solo uno, el brusco descenso del techo que va a marcar el PP –y que puede dejarle incluso sin el segundo escaño– abre la puerta a que hasta cinco partidos (PP, PSOE, Ciudadanos, PRC y Vox) obtengan un diputado cada uno, un panorama perfectamente representativo de lo difícil de gobernar que será el nuevo Parlamento nacional, a la italiana. Y con un reparto de fuerzas tan equilibrado, el diputado del PRC podría llegar a ser decisivo para formar el gobierno nacional, después de presentarse con tanta desgana, otra de las muchas paradojas que estamos viviendo.
En un escenario tan complejo, se añade otro factor distorsionador más: el hecho de que las elecciones sean consecutivas. Tanto si el resultado de abril da lugar a un gobierno de derechas como si produce uno de izquierdas, las regionales y municipales se convertirán en una segunda vuelta, lo que beneficia a esta última. Si la mayoría en el parlamento nacional es del PP-Cs-Vox, será un catalizador para la izquierda, que votará en masa un mes más tarde, tratando de evitar que esa ola conservadora inunde el resto de las instituciones. Si en abril gana la izquierda con fuerza suficiente para formar gobierno, la euforia también se dejará sentir en las regionales-municipales. Quizá no tanto en las europeas, a las que el votante concede menos valor y utiliza para canalizar sus frustraciones, como lo demuestra el hecho de que en las anteriores, un partido insignificante como el UKIP ganase en Gran Bretaña y Le Pen en Francia.
Pero es demasiado arriesgado hacer cálculos a esas alturas. Si todos los partidos han errado al interpretar la situación previa es difícil suponer que pueden manejar otra aún más compleja, complaciendo al mismo tiempo a los electores que pueden perder por su derecha y por su izquierda mientras libran una cruda batalla interna por los escasos puestos de las listas con posibilidades de salir. Una ecuación imposible, que puede que no se resuelva ni siquiera después de abrir las urnas.