EMPRENDIMIENTO

José Villaverde Castro

El sistema económico imperante en la mayor parte del mundo, el capitalismo, se sostiene sobre dos pilares, el comportamiento de la demanda y de la oferta; o, si se quiere, de uno solo, el comportamiento de los mercados. Pues bien, así como, por su propia naturaleza, todos somos demandantes de bienes y servicios, no todos somos oferentes, a menudo ni siquiera de forma potencial. Ser oferente, esto es, empresario y, simultáneamente, emprendedor, requiere poseer ciertas características que, por desgracia, no están presentes en la inmensa mayoría de los ciudadanos. De ahí que el emprendimiento sea fundamental para el desarrollo económico de nuestra sociedad.

Así las cosas, creemos de interés preguntarnos por la situación del emprendimiento en España y Cantabria pues, de cual sea la misma, dependerá en buena medida nuestro futuro. Para responder a esta pregunta, siempre compleja pues el emprendimiento presenta múltiples facetas, nada mejor que ver lo que nos dice el informe GEM España 2023/24, un informe que, en buena medida, se elabora por parte de un equipo liderado por Ana Fernández-Laviada, profesora de la Universidad de Cantabria. 

El primer rasgo que llama la atención al examinar el informe es que, en una comparación internacional, España, que está por encima de la media en conocimientos y habilidades para emprender, no destaca en absoluto en la percepción relativa de oportunidades, en los modelos de referencia o en las facilidades dadas para emprender un negocio; esto es, emprender en nuestro país –un proceso que comienza con una intención y que culmina cuando la empresa está consolidada– no es, en absoluto, tarea sencilla. Para corroborarlo (véase la Figura 1), baste decir que la población adulta que tiene la intención de emprender en los próximos tres años es de solamente el 11,2% del total, que el de los que han iniciado una actividad empresarial de menos de tres meses es del 4%, y que esta cifra cae al 2,8% cuando la mencionada iniciativa es de entre cuatro y cuarenta y dos meses, lo que proporciona una tasa de actividad emprendedora total (porcentaje de población adulta involucrada en la fase central del proceso emprendedor, TEA) del 6,8%, reducida pero, en todo caso, ligeramente superior a la existente en 2022. En sentido opuesto, el porcentaje de emprendedores consolidados cae ligeramente, del 7% al 6,7%, como consecuencia del repunte en la tasa de abandonos. En definitiva, se puede colegir, y de hecho se aprecia con gran nitidez, que, al compararnos con la mayoría de los países para los que sistemáticamente se elabora el informe GEM, España se sitúa en las últimas posiciones tanto en la que atañe al emprendimiento potencial y TEA como en lo referente a empresas consolidadas.

El segundo rasgo a tomar en consideración es que, con una perspectiva temporal más amplia, la Figura 2 muestra que, mientras que la tasa de emprendimiento potencial mantiene un crecimiento sostenido desde 2015, tanto la TEA como la tasa relativa a empresas consolidadas no terminan de levantar cabeza, con registros situados, como norma, entre el 6 y el 8%. Por otro lado, el tercer rasgo destacable es que, aunque en líneas generales la tasa de emprendimiento TEA exhibe valores superiores entre los hombres que entre las mujeres, se ha ido produciendo un acercamiento paulatino entre ambos colectivos que, sin embargo, parece romperse en 2023.

La consideración del emprendimiento desde la perspectiva regional nos permite evidenciar, cuando menos, dos rasgos adicionales. El primero de ellos es la gran dispersión existente entre comunidades autónomas en las tres tasas consideradas, y el segundo que, en contra de lo que pudiéramos pensar, no se aprecia una relación clara entre el grado de desarrollo de estas comunidades y su posicionamiento en materia de emprendimiento; así, y a simple título de ejemplo, llama la atención que el País Vasco se sitúe en las tres tasas bastante por debajo de la media nacional mientras que, en contrapartida, Andalucía o Extremadura lo hagan, en alguna de estas tasas, claramente por encima de la referida media.

En relación con Cantabria, hay que decir que, como norma, las cosas no pintan nada bien, pues, salvo en lo que se refiere a la tasa de empresas consolidadas, ámbito en el que estamos un poco mejor que la media nacional, ocurre todo lo contrario en lo concerniente a las esferas de emprendimiento potencial, TEA, y cierres; más en concreto, somos la séptima comunidad autónoma con la TEA más reducida, la segunda en la que el emprendimiento potencial es más bajo, y la primera en lo que atañe a la tasa de cierres. Con estos registros, y aun reconociendo que no siempre hay una conexión directa entre emprendimiento y desarrollo, resulta difícil ser optimista de cara al futuro.

Retornando al caso general, los motivos por los que las personas emprenden resultan, en algunos casos, enormemente llamativos, al tiempo que, en parte, explicativos de por qué los resultados económicos no son mejores (Figura 3). Entre el 20 y el 40% de los emprendedores lo hacen porque quieren dejar su huella (marcar una diferencia en el mundo) o crear riqueza y percibir una renta elevada, y algo menos lo hacen por seguir una tradición familiar; lo verdaderamente sorprendente, sin embargo, es que, siempre por encima del 50% y en ocasiones cerca del 80%, se involucran en actividades emprendedoras por necesidad, como un medio de ganarse la vida ya que el trabajo escasea. Esta, que es una motivación tan digna como otra cualquiera, pone en evidencia que muchas de las personas que emprenden no cuentan con la preparación teórica y práctica necesaria para hacerlo con un porcentaje razonable de éxito; de ahí que la tasa de cierres sea elevada y que la de empresas consolidadas tan baja. 

De todo lo expuesto, tres son, a mi juicio, los elementos que conviene retener, amén de una cautela. El primero es que, mal que nos pese, no somos un país de emprendedores; el segundo, que las diferencias regionales son extremadamente abultadas; y, el tercero, que mucha gente emprende porque no encuentra ninguna salida profesional adecuada. La cautela se refiere a que resulta extremadamente llamativo –y, por lo tanto, hay que tomar todo lo dicho con cierta prudencia- que no haya una correlación más estrecha entre el grado de desarrollo económico de una comunidad y su grado de emprendimiento.

José Villaverde Castro
Catedrático de Fundamentos del Análisis Económico.
Universidad de Cantabria

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