En Sniace estaba la solución
Por fin, la Consejería de Industria ha reconocido algo que era obvio y sobre lo que hemos insistido en esta revista en varios comentarios: el terreno industrial que necesita Torrelavega, el más inmediato, adecuado, barato para el sector público y mejor comunicado ya existe. No hay que expropiar, ni hacer un PSIR ni desalojar a nadie, ni construir viales de conexión a las autovías o al ferrocarril. Todo eso lo tiene ya. Es el de Sniace, donde sobran al menos 100.000 metros cuadrados que la fábrica no necesita y estaría más que dispuesta a vender para el asentamiento de otras, porque eso le supondría otra inyección de liquidez para afrontar una reordenación a fondo de las instalaciones que necesita desde hace muchas décadas; colaboraría a la financiación de las nuevas líneas de producción y cambiaría por completo la imagen de Torrelavega, porque Sniace tiene un plan urbanístico muy ambicioso que dejará la fábrica enmascarada tras un bulevar y una cortina de árboles.
Industria parece haberse convencido de que ningún otro suelo industrial es tan bueno e inmediato para Torrelavega como el de Sniace
Emplazar a los industriales de la zona a esperar que se desarrolle el polígono de Las Excavadas –que por el momento solo es una mies con propietarios privados– no tenía sentido, disponiendo de una reserva de suelo industrial como la de Sniace, al borde del río y de las autovías. Y esa realidad se ha impuesto en la lógica del Ayuntamiento de Torrelavega, al dar el visto bueno al plan urbanístico de la fábrica, y en los planes de la Consejería de Industria, que finalmente va a utilizar una fórmula bastante retorcida, al considerar el suelo de Sniace como parte del futuro polígono de Las Excavadas. Un mecanismo bastante forzado, pero en este caso poco importa el cómo. Lo importante es que Torrelavega y su comarca ya han agotado el suelo industrial de Reocín y de Tanos-Viérnoles, y Sniace era su mejor baza, tanto para disponer de suelo inmediatamente como para cambiar la imagen de la ciudad en la que se asienta.
La fábrica no solo tiene que empezar a significarse como una industria de productos limpios, las toallitas higiénicas dispersables, sino que tiene que acompañarlo con una renovación estética radical de sus instalaciones y su entorno, y conseguir financiación para todo ello, complementaria a la que han aportado los accionistas, que han vuelto a rascarse el bolsillo, una vez más. ¡Qué mejor manera de matar dos pájaros de un solo tiro!