La economía española: 45 años después
José Villaverde Castro
Aunque muy bonita, estoy en completo desacuerdo con la letra del tango que sostiene que “veinte años no es nada”. Me parece a mí que veinte años es un periodo muy largo y, como es lógico, cuarenta y cinco es un periodo mucho más largo, sobre todo en algunos ámbitos muy concretos, como, por ejemplo, el de la economía. La referencia a este último periodo viene motivada por la reciente publicación, por parte del Colegio de Economistas de España y de la Cámara de Comercio de España, de un estudio sobre la evolución por sectores de la economía española; un estudio que analiza el periodo que va de 1975 a 2022, esto es, el periodo en el que los ciudadanos de nuestro país hemos vivido en un régimen democrático.
Analizar lo sucedido en un periodo tan amplio no es tarea sencilla, cuando menos, aunque no solo, por la dificultad de encontrar estadísticas homogéneas que permitan comparar la situación entre años muy alejados entre sí. Pese a ello, el estudio citado realiza esta tarea con éxito, por lo que es de suma utilidad para saber lo sucedido a lo largo de las más de cuatro décadas arriba mencionadas. Como es de imaginar, la conclusión más importante que se desprende del estudio es el enorme cambio estructural que ha experimentado la economía española, tanto desde el punto de vista productivo como ocupacional. En relación con el primero, una simple ojeada al Cuadro 1 pone en evidencia, asimismo, la fuerte disparidad de comportamientos por parte de los distintos sectores, algunos de los cuales han ganado peso específico y otros, naturalmente, lo han perdido. En concreto, se aprecia que la mayoría de los sectores de servicios han aumentado su participación en el VAB nacional, siendo la única excepción a esta norma la suministrada por los servicios vinculados al sector del transporte; en el lado opuesto, la mayoría del resto de sectores anotaron pérdidas de peso en su contribución al VAB, con la notable excepción, en este caso, de la industria de la automoción que, salvo en los años de la crisis financiera, experimentó unas ganancias de peso continuadas.
Amén de estos resultados, también son relevantes el aumento espectacular del sector financiero, los correspondientes a la caída relativa de las distintas ramas industriales, especialmente las vinculadas con la industria alimentaria, la volatilidad de la construcción, las ganancias registradas por sanidad (probablemente vinculadas al envejecimiento de la población) y educación, y, para un país como el nuestro, muy dependiente del turismo, el débil crecimiento anotado por este sector.
Desde la perspectiva del empleo, en la que, por motivos estadísticos, el estudio sólo cubre el periodo 1995-2020, dos son los rasgos que más llaman la atención; por un lado, el incremento de la ocupación en más de cinco millones de personas (sustentado sobre todo en el crecimiento demográfico y en la incorporación de la mujer al mercado laboral) y, por otro, y al igual que sucedía con la producción, el desigual comportamiento por sectores (Cuadro 2). Así, mientras que resulta coherente con los tiempos vividos la progresiva pérdida de empleo en el sector primario, no lo es, al menos a mi juicio, la acaecida en la industria de la automoción y el resto de las ramas industriales. En líneas generales, sin embargo, la mayoría de los sectores han experimentado un incremento notable en el número de sus trabajadores, destacando sobre todo el que va bajo la marca de Resto de servicios (que incluye servicios postales, informáticos, veterinarios, de arquitectura, etc.), en el que el crecimiento del empleo ronda casi los 4,5 millones de personas. Asimismo, destaca el crecimiento del sector del comercio, que cuenta casi con un millón de trabajadores más. En términos relativos, además del mencionado Resto de servicios, que es el que anotado el crecimiento más espectacular (cerca del 100%), sobresalen los aumentos registrados por los sectores de la energía (82,04% más de trabajadores), el turismo (68,55%) y la sanidad y la educación (60,35%).
Puesto que, como es bien conocido, la productividad de un sector se aproxima como el cociente entre sus respectivas aportaciones al PIB y al empleo, los cambios estructurales previamente comentados se han traducido también en cambios en la productividad relativa; la absoluta, por fortuna, ha crecido en prácticamente todos los sectores, aunque, en general, de forma modesta y bastante desigual. De acuerdo con la información transcrita en la Figura adjunta, energía, telecomunicaciones y automoción no sólo han sido, en todo momento, los sectores con una productividad más elevada sino que, además, son los que han experimentado un crecimiento más intenso de la misma; turismo, comercio, y servicios educativos y sanitarios apenas han visto modificada su productividad, y todos los demás servicios, excepto el que responde a la rúbrica de Resto de servicios, anotaron crecimientos relativamente modestos.
Haciendo bueno el papel de Pepito Grillo que todos los economistas tenemos muy interiorizado, no me resisto a concluir sin decir que, aunque muy interesante por toda la información suministrada, el estudio comentado flaquea en, al menos, cuatro aspectos. Por un lado, en la consideración de lapsos temporales diferentes para el análisis de la evolución del VAB y el empleo, lo que dificulta las comparaciones; por otro, en que no queda claro si la cuantificación del VAB en el cálculo de la productividad está hecha en términos nominales o reales, lo que pone en cuestión la validez de algunas conclusiones; por otro, en que no efectúa comparaciones con otros (la UE, países avanzados, etc.), lo que impide una valoración real de los cambios acontecidos; y, por último, en que el estudio es fundamentalmente descriptivo y escasamente analítico, ya que no indaga en los motivos de los cambios ni en sus repercusiones sobre el conjunto de la economía. Aun así, sería injusto no reconocer su valor, sobre todo como documento de carácter divulgador, pues contribuye a que la sociedad pueda conocer un poco mejor lo sucedido con la economía del país durante un periodo muy largo, y muy particular, de su historia: un cambio estructural muy profundo, que, como nota preocupante, ha dejado bastante mermado al sector industrial.
José Villaverde Castro es catedrático de Fundamentos del Análisis Económico.
Universidad de Cantabria