Lo que arrastra el turismo
El turismo le aporta ya al país unos 185.000 millones de euros al año y, de creer a la WTTC, la patronal mundial del sector, generará nada menos que 285.000 millones (en euros constantes) dentro de diez años. Para entonces supondrá ya el 17% del PIB nacional.
Que llegue a aportar más que la industria representa una mala perspectiva para quienes opinan que eso nos convierte en ‘un país de camareros’, cuando lo ‘deseable’ es tener un país de personas atendiendo una máquina para que siga produciendo 24 horas al día. Lo consideran un asunto de dignidad profesional y una apuesta por los trabajos de más valor añadido.
Habría mucho que decir sobre si es más digno el trabajo en una fábrica que en una cocina, pero es absolutamente cierto que genera más valor añadido: La fábrica saca más rendimiento de ese trabajo, lo paga mejor y la cotización de ese operario es más alta, lo que significa que, además, tendrá una pensión de jubilación más elevada.
Aceptemos de mejor o peor grado este modelo, lo constatable es que las condiciones se van acercando poco a poco, ya que la escasez de personal en el sector hostelero y una aplicación más estricta del control horario empujan en ese sentido. Pero seguimos sin valorar con claridad lo que significa el fenómeno turístico, al utilizar exclusivamente el PIB, una herramienta estadística que resultaba muy interesante para medir la producción de un país hace unas décadas pero que a estas alturas debiera ser sustituida por otro modelo más completo.
Los extranjeros compran 88.000 viviendas cada año, traen sus pensiones y tiran de otros sectores, pero no todo son ventajas
Uno de los padres de la estadística española, el entrañable profesor Julio Alcaide, era, a la vez, muy autocrítico con su profesión, y nos revelaba a los alumnos algunos de estos fallos, aunque fuesen poco relevantes para el acumulado: “Si yo tengo una asistenta y me caso con ella, el PIB español disminuye”, bromeaba divertido. Con 19 hijos, casi estaba en condiciones de utilizar su propia casa como campo de análisis para sus estudios.
Además del trabajo no valorado de las amas/amos de casa, que es el trasfondo de esta anécdota, el PIB no evalúa los beneficios indirectos que produce el turismo. Una buena parte de las más de 88.000 viviendas que le vendemos cada año a extranjeros, nunca hubiesen tuviesen ese destino de no haber sido esos compradores visitantes ocasionales anteriormente.
No es un asunto baladí. Casi 3,7 millones de turistas han pasado a ser residentes temporales, tras haber adquirido una vivienda en España, y gastan aquí algo más de 4.500 millones de euros al año (6.351 si se le añaden los importes de las viviendas que adquieren), más de lo que factura toda la industria textil o el sector de la madera.
Ni siquiera estamos en condiciones de imputarle al turismo las rentas producidas por cientos de miles de apartamentos vacacionales, por la sencilla razón de que no están registradas ni legalizadas. ¿Y cuántas viviendas se han adquirido, reformado o construido para dedicarlas a estos alquileres? Desde luego, muchas.
Por tanto, el turismo también es responsable de una parte del PIB generado por la construcción, y lo mismo podría decirse del sanitario (en España se hacen cada vez más tratamientos a ciudadanos europeos), de la venta y mantenimiento de embarcaciones de recreo, del sector alimentario…
En un mundo donde cada vez se desdibujan más las fronteras y los conceptos, ¿dónde deberíamos incluir a los miles de pensionistas del norte de Europa que han optado por pasar parte o todo el año en España? ¿En el concepto de turistas o en el de residentes?
Alemania ya ha dado un toque de atención a sus expatriados para que no permanezcan fuera más de 180 días al año, al constatar la enorme cuantía de su Impuesto sobre la Renta que acaba en las haciendas de otros países, especialmente en el nuestro.
Somos perfectamente conscientes de que los emigrantes sudamericanos envían parte del dinero que ganan en España a sus países de origen, para sostener a sus familias o para generar un pequeño capital que facilite su retorno, pero rara vez pensamos en el flujo de dinero que hace el camino contrario y llega al nuestro: las pensiones que noruegos, alemanes, franceses u holandeses han generado en su tierra y les son transferidas cada mes a España, donde están residiendo, porque aquí tienen sol, libertad de movimientos durante todo el año, una seguridad física y sanitaria envidiable y un coste de la vida inferior. Una forma de sacarle mucho más partido a su pensión y, además, de vivir más felices.
En resumen, hay muchas cosas que no ocurrirían si no hubiese turismo, y muchos sectores que, sin ser conscientes de ello, también viven del turismo. En la economía todo son vasos comunicantes y cada vez resulta más limitador hablar de sectores concretos, cuando todos son solidarios entre sí.
Hasta aquí, los efectos insospechados que depara la rueda del turismo cuando se mueve, pero no todo es tan positivo. Sin pararnos a debatir en si hace más o menos incómoda la vida para los vecinos de los lugares más visitados, es cierto que todos contribuimos indirectamente a sufragar el éxito del sector hotelero/hostelero. Basta ver que el Servicio Cántabro de Salud tiene cuantificada una factura de 46 millones de euros solo en tratamientos médicos de personas de otras comunidades que nunca se han abonado, y eso no lo paga el sector turístico que se beneficia de estas visitas, lo pagamos todos, como el encarecimiento de las viviendas, el mantenimiento de infraestructuras, las dotaciones extraordinarias de agentes de seguridad, las campañas de promoción…
Un cajón de sastre bastante más abultado de lo que suponemos, que exigiría unos análisis mucho más detallados que los existentes para saber con certeza qué supone el turismo.