Nadie es responsable
España es un país en el que pasan cosas sin que nadie sepa por qué, ni las haya provocado, por supuesto. Es lo que se deduce de los juicios que se celebran estos días. Tanto Rato como su vicepresidente en Bankia, Olivas, se dejaron llevar simplemente porque el Banco de España no decía que no y sacaron el banco a Bolsa, pero hacer, hacer, no hicieron nada. Olivas incluso se atrevió a escenificar lo poco que pinta un consejero de administración. En otro juicio paralelo, Rajoy decía no tener conocimiento directo de cómo se estaban organizando el referéndum ilegal y la declaración de independencia, porque todo su papel se limitó a reiterarles insistentemente que no lo hiciesen. Ni el expresidente, ni la exvicepresidenta ni el exministro del Interior saben tampoco quién dio la orden de intervenir a la policía el 1-O. A su vez, la expresidenta del Parlamento catalán asegura que sometía los asuntos a la Cámara sin habérselo leído antes siquiera, por lo que tramitó la votación de independencia como podía haber tramitado la compra de jabón para los baños.
Montoro, por su parte, nunca supo que se hiciese ningún gasto con dinero público para organizar tales eventos y los dirigentes catalanes encarcelados dicen no tener la menor idea de dónde salieron las urnas. El no saber no se limita a la política. En las conversaciones grabadas de Villarejo, el jefe de seguridad del BBVA le pide que el informe sobre los resultados del espionaje que ha encargado sea muy conciso y sustancioso porque “mi jefe (el presidente del Banco) nunca lee un papel”. Es evidente, por tanto, que este país se organiza solo, no necesita de nadie. Lo que no está claro es por qué pagamos por ejercer los cargos, a la vista de lo innecesarios que resultan.
Nadie sabía nada, nadie tomó las decisiones… España se gobierna sola
España no ha aprovechado la crisis para hacer las reformas estructurales que requiere, y probablemente ya no puedan hacerse, pero una de las más urgentes es crear un sentido de la responsabilidad. Quien ejerce un cargo debe ser responsable, por acción o por omisión, y si algo está dejando claro el juicio del Proces es que, quitando los procesados, que quieren aprovechar este púlpito, nadie quiere ser responsable de nada. Quizá por el hecho de que, en política, tradicionalmente hayan sido ocupados por personas que proceden de cuerpos de funcionarios, hemos acabado creando la falsa conciencia de que no existe esa responsabilidad individual. Se gobierna, pero solo se es responsable en el ámbito político, y a veces ni eso.
Tenemos un ejemplo muy cercano, el de las 625 viviendas cántabras con sentencia de derribo, sobre las que nunca se ha exigido responsabilidad alguna a ningún alcalde, a ningún concejal y a ningún técnico municipal, a pesar de que nos van a obligar a pagar unas indemnizaciones estratosféricas. Simplemente, ocurrió.
Las normas que se han adoptado en los últimos años, para que los miembros de los consejos de administración sean responsables de lo que haga su empresa, y las imputaciones recientes de algunos cargos públicos por decisiones que adoptaron empiezan a retirar ese manto de impunidad, pero queda mucho camino por recorrer, quizá porque en la en España nunca se ha premiado el asumir responsabilidades (el que dimite, no solo no es considerado honorable por hacer ese gesto, sino que se entiende que con ello avala las acusaciones) y, en cambio, se han cultivado mecanismos tan infantiles de autodefensa como el sempiterno ‘yo no he sido’ o el señalar a otro con el dedo. Y, por supuesto, todos ellos se enteraron de lo que pasaba por los periódicos.