¿Por qué faltan médicos si sobran vocaciones?
La Covid, con sus enormes exigencias de medios, está tapando otros problemas sanitarios de gran importancia, que se van a acrecentar aún más a medida que empeore el tiempo, especialmente la atención primaria. Despachar a los enfermos con una conversación telefónica puede ser justificable en circunstancias extremas pero no puede mantenerse durante ocho meses. Más injustificable aún es tener que cerrar consultorios por no disponer de médicos e incluso, centros de salud completos, como ha ocurrido en varias áreas de Madrid. Ni hay plantilla ni bolsa de empleo de la que tirar. La escasez de pediatras viene aún de más lejos.
¿Cómo puede ocurrir que una sociedad con casi cuatro millones de parados, de los que una buena parte son licenciados, no disponga de médicos suficientes? Sencillamente, porque así lo han querido las sociedades médicas, que han actuado como un lobby profesional, y las facultades de Medicina, que las han secundado en su teoría de que no se podía abrir la mano admitiendo más alumnos porque eso generaría paro y una devaluación de los salarios, como ocurrió en los años 80, cuando se licenciaban decenas de miles de nuevos médicos cada año. También salíamos decenas de miles de periodistas y ninguna asociación profesional presionó nunca para imponer un numerus clausus y preservar las condiciones laborales de los que ya estaban ejerciendo.
Las universidades públicas han estado limitando las matrículas por intereses profesionales. Ahora padecemos las consecuencias
Que disponiendo de profesores, de espacio de sobra en las aulas de las facultades de Medicina y de centros hospitalarios donde hacer prácticas (solo haría falta pagar a más tutores) un colectivo profesional haya conseguido crear un cuello de botella semejante es intolerable porque, por mucha autonomía que tenga la Universidad, está al servicio de la sociedad. Más lamentable aún es que quienes entregan todos los años el dinero público para que la Universidad funcione, nunca hayan exigido formar médicos suficientes para cubrir las necesidades y hayan dado por bueno los criterios subjetivos del colectivo profesional, que han acabado por decidir cuántos médicos tiene que tener España en cada momento. Es el único caso en el que quien paga (los gobiernos) se limitan a ver, y ahora comprobamos los resultados: no tienen médicos suficientes ni los van a tener.
Ahora se jubilan las últimas promociones que salieron de las facultades antes de implantarse el numerus clausus, es decir, aquellas hornadas masivas, y nadie puede decir que por eso dieran lugar a peores médicos. Han sido los mejores hasta ahora, aunque haya colaborado el haber tenido más medios.
A medida que abandonan la actividad quedan los de las siguientes promociones, cada vez más escuálidas, porque las facultades decidieron poner unos cupos tan pequeños que las notas de corte se convirtieron en disparatadas. Entrar en Medicina ya no era un asunto de vocación sino de sobresalientes. Probablemente sean tan buenos o mejores profesionales que sus antecesores pero lo que es seguro es que serán menos y los pocos que van saliendo no podrán compensar esas jubilaciones masivas, algo que nadie parece haber previsto en todos estos años. Es decir, que el problema va a ser cada vez más grave.
¿En qué estaban pensando los decanos de esas facultades cuando rechazaban a tres de cada cuatro candidatos? ¿En qué pensaban los rectores y otras autoridades académicas? ¿En qué pensaban los gobiernos, que ponían el dinero y no se enteraban o no querían enterarse de lo que estaba pasando?
Lo insólito es que faltan médicos en un país donde sobran vocaciones. Las universidades públicas se encuentran con serias dificultades cada año para mantener muchas otras titulaciones, por el fuerte descenso de los nacimientos en las últimas décadas. Dado que el número de profesores no varía y la calefacción, la luz o la limpieza cuesta lo mismo con más alumnos que con menos, el coste unitario cada vez es mayor y la escasez de matriculaciones ha provocado que en muchas de las facultades y escuelas se pueda entrar ya con un simple 5, muy lejos de las notas que se exigían hace una década. Las universidades se han visto obligadas a ir a los institutos y a los colegios para tratar de cazar a lazo futuros universitarios porque hay muchas carreras que ya no se justifican y basta ver algunas orlas, en las que aparecen más profesores que alumnos.
Las licenciaturas vinculadas a la sanidad no tienen ese problema. Les sobran candidatos, pero a la mayoría los dejan fuera. Resultaría imposible encontrar una empresa que tenga muchas dificultades para vender sus productos y que decidiese comercializar solo unas pocas unidades del único que tiene una gran demanda, pero la Universidad pública española puede ser así de paradójica. El resultado es que ha acabado por incentivar la aparición de muchas facultades de Medicina en universidades privadas y por llenarles las aulas, lo que demuestra que tampoco va a funcionar la táctica de estrangular la oferta de formación para que salgan pocos médicos.
Saldrán, pero tardarán algún tiempo, y de centros privados, lo que tampoco parece una estrategia muy inteligente por parte de las universidades públicas, que deberían dar explicaciones por haber creado un colapso sanitario a través de una política tan interesada para reducir el número de médicos.