Productividad ¿Por qué fallamos tanto? (José Villaverde Castro)

Las ganancias de competitividad constituyen, sin lugar a dudas, el elemento fundamental en la mejora del nivel de vida y bienestar de los pueblos. Pues bien, aunque la competitividad es un concepto un tanto difuso y difícil de cuantificar, pues tiene numerosas vertientes, la mayoría de los economistas estamos de acuerdo en que la productividad es la más importante de todas; de hecho, el archiconocido Paul Krugman, ganador en su día del Premio Nobel de Economía, dijo al respecto que “la productividad no lo es todo pero, a largo plazo, es casi todo”. A juzgar por su evolución en las últimas décadas, no parece, sin embargo, que, en Europa y sobre todo en España, la prestemos demasiada atención. 

Pero, para empezar con buen pie, ¿de qué hablamos los economistas cuando hablamos de productividad? La realidad es que cuando hacemos uso de este término llegamos a darle hasta tres significados distintos, bien que íntimamente relacionados entre sí. El primero, y más convencional de todos, hace referencia a la productividad del trabajo, esto es, a la cantidad de trabajo (en general medida en horas de trabajo equivalente) necesaria para obtener una unidad de producto; el segundo a la productividad del capital, o relación entre la producción total y el stock de capital; y el tercero, y probablemente el más relevante de todos aunque también el más etéreo, es la productividad total de los factores (PTF), un concepto que, en algún momento y no sin razón, se dijo que cuantificaba “la medida de nuestra ignorancia” sobre los factores determinantes del crecimiento económico.

Recientemente, una nueva publicación del IVIE sobre la evolución de nuestra productividad en lo que va de siglo, nos ayuda a entender los motivos por los que, pese a los esfuerzos desplegados en muchos frentes, seguimos cojeando bastante en todo lo relativo a la productividad. En este sentido, me parece que el siguiente párrafo, extraído de la publicación mencionada, es bastante expresivo de la situación en nuestro país: “La productividad con la que se emplean los recursos es la palanca fundamental de las mejoras de la renta y el bienestar de los países. España presenta una preocupante trayectoria de productividad del trabajo y también del capital, así como de la productividad total de los factores (PTF) —el principal indicador de eficiencia conjunta de los factores de producción para generar valor añadido—. Esa evolución de la eficiencia indica un deficiente aprovechamiento de los recursos utilizados. La desventaja española en productividad respecto a otros países limita su competitividad internacional debido a que una parte de su sistema productivo no es eficiente, frenando las ventajas de costes a la hora de competir y las mejoras de renta per cápita y bienestar.”

En esencia, lo que se dice en el párrafo anterior se ve reflejado en la Figura 1, en la que se evidencian cuatro hechos básicos. El primero y más general es que la evolución de la productividad en las dos últimas décadas ha sido, en todo momento, bastante triste; el segundo es que la productividad por hora trabajada ha crecido muy poco: el 0,7% acumulado anual; el tercero es que la productividad del capital ha retrocedido nada menos que un 1,2% de media anual acumulativa; y el cuarto y último, es que la PTF ha caído un 7,3% en lo que va de siglo.

La Figura 2 muestra otros dos hechos singulares. El primero de ellos es que, sea cual sea el periodo de tiempo elegido, el comportamiento de la PTF en España se desmarca sobremanera del experimentado por la mayoría de los países más desarrollados; el segundo hecho destacable es que la PTF española registra un comportamiento temporal bastante volátil: decreció entre los años 2000-2013 y 2019-2022 y creció entre 2013 y 2019.

A tenor de esta paupérrima evolución, la pregunta del millón es, ¿por qué? ¿por qué nuestra productividad no se equipara a la de los países más desarrollados?

De entre los distintos factores explicativos, y siguiendo el trabajo del IVIE antes mencionado, quiero empezar por destacar la inversión en intangibles, un tipo de inversión que, tal y como se aprecia en la Figura 3, tiene en España un comportamiento muy diferente al de los países más avanzados, tanto si se expresa en relación con la inversión total como si lo hace en términos de PIB. En ambos casos, la diferencia con la media europea y, sobre todo, con los países punteros, es abismal.

El segundo factor a tomar en consideración es el referente a la estructura de la ocupación de acuerdo con la cualificación profesional de los trabajadores. Aquí de nuevo, tal y como puede verse en la Figura 4, el panorama español es un tanto deprimente, ya que el peso de la población ocupada altamente cualificada (que, como es lógico, es la más productiva) es, en promedio, sensiblemente menor en nuestro país que en la mayoría de los de nuestro entorno, y muy, muy por debajo del que tienen Suecia, Francia, Finlandia o Alemania. 

Por último, otro factor explicativo tanto de nuestra menor productividad absoluta como de un comportamiento menos dinámico de la misma a lo largo del tiempo es el relativo a la estructura del PIB de acuerdo con su mayor o menor intensidad en el uso de las tecnologías de la información y comunicación (TIC). En este sentido, la Figura 5 es muy ilustrativa pues pone de relieve otros tres hechos de gran trascendencia. Por un lado, que España es, dentro de los países desarrollados, el que tiene una composición del PIB menos sesgada hacia sectores productores de TIC y más orientada hacia sectores poco intensivos en el uso de TIC. Por otro lado, que la productividad del trabajo en los sectores productores de TIC es sistemáticamente mayor que en el conjunto de la economía en todos los países, pero especialemente en los Estados Unidos; en España también se produce este hecho, pero, por desgracia las diferencias son mucho menores. Y, por último, que las diferencias en la productividad del trabajo en los sectores productores de TIC en contra de España son muy abultadas, mucho mayores que en lo que atañe a la productividad total del trabajo.

Aunque siempre son bienvenidas, ¿se necesita alguna explicación adicional? Blanco y en botella.

José Villaverde Castro
Catedrático de Fundamentos del
Análisis Económico.
Universidad de Cantabria

Suscríbete a Cantabria Económica
Ver más

Artículos relacionados

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

Botón volver arriba
Escucha ahora