Treintañeros frente a jubilados, el sistema falla
Félix Alvarez ponía el dedo en la llaga en el último debate sobre el estado de la región al señalarle a Revilla que en los últimos diez años los salarios de los cántabros que tienen entre 30 y 40 años han subido un misérrimo 0,7%, mientras que las pensiones han subido un 34%. Esta desigualdad entre dos capas sociales (los nuevos activos y los pasivos) es algo de lo que todos somos conscientes pero que ningún partido desea poner sobre la mesa, excepto Ciudadanos, que ya no tiene nada que perder. Es uno de los asuntos candentes que pueden costar muchos votos y, por tanto, se dejan fuera del debate, conscientemente, mientras nos revolcamos cada día en el lodo de las polémicas fútiles.
Defender que las pensiones suban cada año tanto o más que la inflación es muy popular, porque cada vez hay más votantes jubilados o en expectativa de serlo en poco tiempo. Los 72.000 millones de euros que dejó en la caja de las pensiones Zapatero, se consumieron en poco más de una legislatura y, en sus últimos años de gobierno, Rajoy ya tuvo que pagar pensiones con créditos. Por supuesto, a Sánchez no le ha quedado más remedio que hacer lo mismo y la brecha entre lo que ingresa la Seguridad Social y lo que gasta en pensiones es cada vez más abismal, a pesar de que hemos alcanzado un volumen de cotizantes histórico. El sistema no tiene capacidad alguna para subir las pensiones al ritmo del IPC, y todos somos conscientes. Quien piense que la solución es pagarlas vía impuestos es tremendamente ingenuo, porque no hay posibilidad alguna de encontrar un impuesto con una capacidad recaudatoria suficiente para cubrir una mínima parte de esta gigantesca brecha de las pensiones.
Ganan menos que los pensionistas y no pueden abordar las inversiones vitales que deberían sostener la rueda del consumo
La demagogia es darse golpes de pecho en defensa de las pensiones –para no perder un solo voto– y olvidarse de aquellas capas sociales que, por estar menos cohesionadas, no cuentan con capacidad de presión ni visibilidad pública. ¿Quiénes son esos trabajadores de entre 30 y 40 años que al parecer no tienen mayores necesidades, puesto que ningún político ni experto se refiere a ellos? Pues son los que están formando nuevas familias y no pueden. Los que en otras condiciones estarían comprándose su primera vivienda, y tampoco pueden; los que deberían tener hijos y siguen aplazándolo hasta probablemente nunca. Es decir, que amparamos solo a quienes que ya hicieron sus grandes inversiones y nos olvidamos de quienes tienen por delante todos sus retos vitales, aún a sabiendas de que, si no los afrontan, el sistema capitalista, basado en el consumo, colapsa, y con salarios de poco más de mil euros es absolutamente imposible gastar en nada que no sea el día a día.
No hay ningún otro país del mundo donde los pasivos tengan muchos más ingresos, de promedio, que los trabajadores en activo, que es lo que ocurre en España, y eso da que pensar. Obviamente, la culpa no es de los jubilados, que como cualquier otro colectivo presiona a los partidos, en muchos casos con el sincero convencimiento de que es un derecho adquirido porque han cotizado esas cantidades y, por tanto,solo pretenden que les devuelvan lo que ingresaron, obviamente actualizado. Pero la realidad tampoco es esa, aunque ningún partido se atreva a exponerlo. Un pensionista español recibe, como media, un 30% más de lo que cotizó, también en cantidades actualizadas, porque comparar las cantidades sin tener en cuenta la inflación acumulada en toda una vida laboral no tendría sentido.
Que se suban las pensiones tanto como se pueda está bien, pero si las capas más jóvenes no tienen unos salarios que permitan sufragar sus necesidades vitales no solo habrán frustrado sus vidas sino que a medio plazo harán quebrar el sistema de pensiones, que se basa en el reparto, no en la capitalización de las cantidades que cada mes se retienen en las nóminas. Las cuotas que pagan trabajadores y empresas van directamente a los pensionistas y serán los futuros trabajadores los que paguen las pensiones de los que ahora somos activos. Algo que también todo el mundo parece olvidar.
El hecho de que se necesiten las cotizaciones de tres, cuatro o cinco repartidores a domicilio para cubrir lo que cobra de pensión un solo trabajador industrial recién jubilado debiera dejarnos muy intranquilos pero aún es más preocupante quedarnos sin reemplazo como especie, y caminamos muy rápido en esa dirección. En solo diez años, los nacimientos han disminuido en Cantabria un 39%, una caída descomunal en demografía, donde las tendencias siempre fueron a muy largo plazo, salvo que mediasen guerras y catástrofes. El problema es que los hijos no los tienen los pensionistas y quienes deberían tenerlos, no pueden. Pero ellos no han encontrado aún quien les defienda. Pura cortedad mental, porque defendiéndoles para que tengan sueldos dignos, hijos y casas nos defendemos todos, porque garantizamos que la rueda de las pensiones podrá continuar. Todo lo demás son parches y demagogias.