Balta Gallery: un espacio llegado para quedarse

Balta Gallery abrió sus puertas con una exposición de José Manuel Ciria, el pasado mes de julio. Su segunda apuesta, que estará en su sala hasta primeros de diciembre, es ‘De Orallo a Okuda. Un diálogo intergeneracional’, la conversación entre dos pintores cántabros de primer nivel: Roberto Orallo y Oscar San Miguel, Okuda. Un veterano y el que fue su alumno, que dialogan desde estilos muy distintos pero con muchos puntos en común, con admiración mutua y mutuo respeto, algo verdaderamente insólito.

Esta doble apuesta de Jurate Sodeikiene muestra lo que la empresaria lituana afincada en Santander quiere para su galería. Una apuesta por la pintura y la escultura, con vocación internacional, pero enraizada en Cantabria.  

Para Jurate Sodeikiene, Balta Gallery es, además de una galería comercial, un espacio abierto a la ciudad. La propia estructura de su local, situado en la calle Lope de Vega 29, en la intersección con Valliciergo, se lo permite. Los cuadros exhibidos son visibles desde la calle, de día y de noche, para ser disfrutados por los santanderinos y los visitantes. 

Los escaparates de la Balta Gallery permiten que parte de la exposición se traslade al exterior.

Su concepto de galería está abierto a la nueva realidad del mercado. Contará con una galería virtual basada en las nuevas tecnologías y con una oferta de actividades paralelas, como el Laboratorio de Arte programado para este mes de noviembre. Porque Jurate Sodeikiene considera que una galería tiene una tarea educativa, ofreciendo a la mirada arte indiscutible, y debe despertar o potenciar la necesidad de las obras de arte en la vida. En este sentido, no sólo pretende recabar la atención de los coleccionistas ya asentados con una oferta de primer nivel, sino también, meter el veneno del arte en el alma de los nuevos coleccionistas.

La muestra, que se exhibe hasta el 7, tuvo una inauguración multitudinaria y mantiene un alto nivel de visitas. Los dos pintores que confluyen, de dos generaciones distintas (Orallo 1947, Okuda 1980) han sido polémicos artistas urbanos. En 1988, cuando Orallo intervino la torre del entonces Rhin del Sardinero, hoy restaurante Maremondo, fue un escándalo aún mayor, si cabe, que el que desató, en 2020, la intervención de Okuda en el Faro de Ajo. La pionera acción de Roberto Orallo es hoy inseparable de la imagen del Sardinero. Y el Faro de Ajo, que despertó una agria polémica, constituye un atractivo turístico perfectamente integrado en el abrupto paisaje y en las guías de Cantabria de todo el mundo. 

Más convergencias: Okuda, pintor polifacético que ha ganado su puesto en el arte internacional arrancando del muralismo urbano, y antes, de aquellos graffitis clandestinos o casi clandestinos, pinta sus murales exteriores o interiores por todo el mundo. La Nueva Mona Lisa, de París, la cúpula y muros de la iglesia desacralizada del Cannabis, en Denver,  o los muros interiores de la igualmente desacralizada iglesia de Llanera, en Asturias, además del mural del Museo de Fuenlabrada, en Madrid, hoy quizá la apuesta más vanguardista de los museos españoles, son algunos ejemplos. Y Orallo, desde que en 1981 pintó el mural para Casa Ajero, tampoco ha dejado de realizar esas intervenciones. Obra suya hay en Valdecilla, en el Instituto de Santa Clara –también polémico porque fue exhibido y posteriormente retirado de la Biblioteca Central de Santander– la cúpula y muros del Palacio de Soñanes, en Villacarriedo, o el espectacular mural Amanecer en Santoña, son solo algunos ejemplos. 

Okuda llama a Orallo “el Profe”, porque fue su primer maestro de pintura. Y desde entonces les une a ambos una relación de cariño, amistad y mutua admiración, la del discípulo al maestro, y la del maestro que ve crecer y triunfar al discípulo. Los dos son grandes artistas que ahora se encuentran. 

Jurate Sodeikiene se ha afincado en Santander hace un par de años, aunque su relación, intermitente pero constante, con la ciudad, data de los últimos diez. Y justamente el amor por esta ciudad es lo que le ha hecho acariciar el sueño que ahora se hace realidad: Balta Gallery.

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