Vicente Alciturri (presidente de ACEFAM): ‘Abriremos Acefam, porque no solo importa el balance, también el valor que aportas’
Vicente Alciturri ocupa la presidencia de la Asociación Cántabra de la Empresa Familiar (Acefam) y está exultante por el éxito que ha tenido el reciente congreso nacional celebrado en Cantabria. Licenciado en Ciencias Físicas por la Universidad de Cantabria, cuenta con una dilatada carrera profesional, en la que ha conocido muy bien tanto el sector público como el privado, al ocupar cargos como jefe de proyectos TIC en el Gobierno de Cantabria y director de Innovación de las empresas ONA, Electroerosión y PEAPSA, antes de fundar su propia compañía, Semicrol, en 1979. En su segundo mandato al frente de Acefam se propone abrir la Asociación a empresas más pequeñas que aporten un alto valor añadido, y establecer fórmulas de apoyo a otras compañías familiares que no son socias.
Vicente Alciturri, fundador de Semicrol, siempre ha tenido una visión muy amplia del papel de una empresa y de todo el ecosistema en el que se mueve, quizá porque empezó en la Administración y la conoce muy bien, una trayectoria muy poco habitual. Es capaz de aunar lo reflexivo con lo rotundo, de enfatizar sin perder la empatía y solo cuando habla como responsable de Acefam deja a un lado una ironía socarrona que enmascara su vitalidad humanista.
¿Cuáles cree que son los grandes retos de la empresa familiar cántabra?
Vicente Alciturri.- El mundo cada vez es más complejo y el tamaño de las empresas es vital. Hay sociedades o territorios que son más proclives a la colaboración, pero en Cantabria no nos gusta tanto, y ahí tenemos trabajo.
Buscar puntos de coincidencia con otras empresas a veces es muy complicado y tener socios también lo es, por lo que generar valor en una estructura más grande no es una tarea sencilla. Por eso, es todo un reto y debemos hacer un esfuerzo en ese sentido.
P.- Las empresas familiares necesitan mantener un equilibrio entre los objetivos comerciales, los familiares y el accionariado. ¿Cómo se consigue?
VA.- Creo que es relativamente sencillo. Una empresa es una persona jurídica, lo que significa que tiene tanta importancia jurídica como todos y cada uno de nosotros. En ese juego de empresa, familia y propiedad, nosotros anteponemos la empresa a la familia; es decir, la toma de decisiones tiene que priorizar lo que le va bien a la empresa.
Habrá gente que piense diferente, pero muchos de los empresarios que están detrás de empresas familiares así lo creen. Y es que las decisiones familiares impactan notoriamente en la propia empresa.
P.- Para profesionalizar esa toma de decisiones difíciles, como la sucesión, cada vez se establecen más protocolos. ¿Está preparada la empresa familiar regional para ese momento?
VA.- Los protocolos regulan muchos aspectos de cómo se dirigen las organizaciones, cómo se incorporan las personas o cómo se hace la retribución, pero esos objetivos van cambiando. Lo que es importante es que hablen los miembros de la familia.
Tener un protocolo es positivo pero hay aspectos que, como toda norma, pueden interpretarse de varias formas o son subjetivos; por ejemplo, la valoración que se hace sobre una persona, de sus capacidades o la retribución que debe tener.
Independientemente de que existan protocolos, en las empresas familiares tiene que haber voluntad, generosidad y mediación, porque antes de judicializar hay que intentar acordar.
P.- Usted ya ha dado paso a la siguiente generación en su empresa. ¿Es difícil marcharse, aunque la sucesión se deje en manos de hijos?
VA.- Cuesta, y depende de las circunstancias: cómo son tus hijos, su nivel de madurez, la capacitación, cómo es tu equipo directivo…. Es muy importante planificarlo y determinar cuál es el objetivo.
Al que sale le toca tomar las decisiones más difíciles pero no debe dejar nada debajo las alfombras que pueda aparecer sorpresivamente y lastrar absolutamente todo el proceso.
Mi mensaje es que, tras salir, tienes que desaparecer. Hay que aprender a hacer, hacer, enseñar a hacer… ¡y desaparecer! (se ríe).
P.- Se dice que el paso a la tercera generación es el más complejo. ¿Cómo se vive en las empresas familiares de Cantabria?
VA.- Efectivamente es así. No sé los números exactos, pero solamente un pequeño porcentaje de las empresas son capaces de salir adelante en cada salto generacional, y especialmente a partir del tercero.
Las familias lo van aprendiendo y hay algunas que deciden que la tercera generación no trabaje en la empresa, ya que es preferible que se lleven bien y sean buenos accionistas, y que la empresa tenga vida propia.
Lo están haciendo, sobre todo, las grandes empresas que se han convertido en multinacionales.
P.- Hablando de grandes empresas, la globalización es una oportunidad de crecimiento, pero también un desafío para las empresas familiares de un tamaño menor. ¿Cómo se enfrentan las empresas de Acefam a esta realidad?
VA.- Tenemos de todo. Tenemos gente que se mueven y compiten en un mercado global, especialmente en el sector tecnológico, con ejemplos como Quiter o CIC, que están vendiendo por todo el mundo. También hay grandes ejemplos en el sector industrial, como el Grupo Armando Álvarez.
Hay que pensar globalmente aunque actúes de forma local. Ese también es el espíritu de la empresa familiar. Estamos aquí con voluntad de ir al mundo y, para ello, hay que ganar tamaño e intentar crecer.
P.- Muchas veces ese crecimiento puede parecer contradictorio con mantener el carácter familiar. ¿Cómo conciliar ambas ideas?
VA.- Depende del arraigo que esa empresa tenga en su territorio. Tenemos el caso de Gestamp, con 32.000 trabajadores, funcionando en no sé cuántos continentes y arraigada en nuestro país. Por el contrario, está el caso de Ferrovial, que se marchó a Países Bajos y no descartemos que se acabe marchando a EE UU. Y es que cuando tienes que desarrollarte en un mundo global y competir, o tu entorno es favorable o estás condenado a desaparecer.
Esto es trasladable a las comunidades autónomas y a todo ese debate de Madrid versus el resto del país.
P.- Cada vez es más habitual que empresas familiares históricas sean adquiridas por fondos de inversión o multinacionales. ¿Es frecuente que las empresas de Cantabria sean tentadas?
VA.- Cada día, pero acceder o no depende de cada empresa, de sus circunstancias y del pensamiento de quien la lleve.
Yo nunca he pensado en vender la empresa para ganar dinero, ya que soy un técnico y era mi proyecto profesional de vida y mi aportación a la sociedad. Pero hay que tener en cuenta que hay fondos de distintos tipos: los hay que quieren rentabilizar y salir a los siete años; otros que quieren comprar el 100% o el 51% de la empresa; otros que desean participar en la gestión y cuya experiencia internacional puede aportar otra visión estratégica, además del apoyo financiero…
P.- Acefam siempre ha insistido en la importancia de una buena fiscalidad. El actual Gobierno regional ha realizado varios cambios en ese sentido. ¿Cómo se ve desde la Asociación?
VA.- En cifras frías, Cantabria está entre las comunidades mejor posicionadas, pero el enfoque debería ir más allá de si los impuestos son pocos o muchos. Quizá sea preferible pagar más impuestos en base a tener un sector público mucho más eficiente, ya que si pagamos pocos pero el sector público es ineficiente, el coste es demoledor.
Si mejoras la eficiencia, no importa pagar más impuestos porque se generará más negocio. En ese sentido, uno de nuestros problemas es regulatorio, ya que existen cientos de leyes cuyo objetivo es que siempre estés fuera de juego. Aunque ya se habla de simplificación administrativa, no puede haberla realmente si no va acompañada de una simplificación legislativa.
Por todo ello, el problema no es tanto el concepto del impuesto, que creo que todo el mundo empresarial –y especialmente en la empresa familiar– entiende que va destinado a hacer nuestra sociedad mejor para nosotros y para todas las generaciones venideras, sino hacer que la administración pública funcione, que no es nada fácil.
P.- Retener y atraer el talento es un reto para todo el tejido empresarial. ¿Cómo lo afronta la empresa familiar?
VA.- La empresa familiar tiene una ventaja emocional sobre la gente, porque ven que la familia, que está en el consejo y el comité de dirección, trabaja y pelea como tú, concilia como tú y es sensible a lo que está pasando. De hecho, vemos muchas veces que cuando alguien trabaja en una compañía donde hay un grupo de socios familiares empujándolo y de repente aparece un fondo de inversión, los trabajadores pierden el propósito.
Además de esto, el talento se atrae y se retiene siendo atractivo. Sin personas no hay ni empresa, ni familia, ni nada. Por tanto, las empresas debemos cuidar esa relación con los trabajadores y aportarles un valor añadido alto, ya sea a través de un buen sueldo o de otros beneficios de conciliación, teletrabajo, instalaciones cómodas…
P.- El número de asociados que tiene Acefam, unas 70 empresas, es muy superior al de otras comunidades si lo relacionamos con el PIB regional. ¿A qué se debe?
VA.- La Rioja nos supera y, como nosotros, es uniprovincial. Aunque los criterios para pertenecer a estas asociaciones han ido variando, hay que tener en cuenta que, como ocurre en casi todos los colectivos y ámbitos, se unen quienes se conocen, y en una comunidad pequeña como la nuestra nos conocemos todos. Es más fácil cohesionarse porque vas entrando en contacto de forma espontánea. No hacemos nada a nivel de captación, porque se trata de un crecimiento orgánico lento.
‘Cada día llegan ofertas de compra a las empresas familiares pero yo nunca he pensado en vender’
P.- Actualmente, el criterio de entrada en la Asociación exige un volumen de facturación relativamente elevado para una empresa de carácter familiar. ¿Queda margen para crecer en número de socios?
VA.- Sí, y es uno de los objetivos de este segundo mandato. No podemos abrir la Asociación a un número muy elevado, porque es un lugar donde uno se encuentra cómodo para hablar en confianza de temas importantes sobre su empresa y si se masifica, perdería esa identidad.
En Acefam hay un cierto sentido de pertenencia y, muchas veces, de confidencialidad, pero vamos a ir incorporando a otras empresas de impacto que, aunque quizá no cumplan los criterios de adhesión que tenemos relacionados con la facturación, aportan un gran valor añadido. No es lo mismo una empresa que compra mucha mercancía, la almacena y la vende que una empresa que desarrolla software e IA. Son menos gente y su facturación es menor pero el valor añadido que aportan es mayor.
Estamos tratando de hacer una cierta revisión interna y ver qué queremos ser, porque no solo importan el número de ceros que tiene el balance, sino también el valor añadido que aportas al territorio. Por ello, abriremos la asociación a otras empresas buscando un equilibro entre esa ampliación y no perder la esencia.
P.- ¿Le queda algún otro objetivo por cumplir en este segundo mandato?
VA.- Queremos comunicarnos más con otras empresas familiares de Cantabria, aunque no sean miembros de Acefam, y replicar una iniciativa muy interesante desarrollada en Murcia, un congreso anual que reúne a unas 500 personas de empresas familiares de la región que no forman parte de su asociación pero tienen los mismos problemas. Sería una ocasión para trasladar a todas esas empresas nuestra visión y nuestros objetivos y para exponer temáticas comunes, como la sucesión, entre todas las empresas familiares, tengan ocho empleados u 80.
Si alguien ha creado un negocio con la intención de que perdure a largo plazo y quiere saber cuáles son las mejores prácticas para conseguirlo o tener unos referentes, puede ser el marco idóneo.
Queremos que la gente haga la mejor versión de su compañía y, para ello pretendemos realizar una labor de mentorización entre empresas. Nuestro colectivo tiene personas seniors muy cualificados que han salido de su organización y que tienen una gran capacidad para ser mentores.
Esa es nuestra responsabilidad, y hay que hacer una mirada introspectiva a las empresas familiares, que son el 92% del tejido empresarial de la región, y conjuntamente con el Gobierno, ayudar a que sigan creciendo. Se trata de puro altruismo por nuestra tierra; que haya más empleo generado y de calidad y gente que pelee por una Cantabria mejor.
María Quintana