Cabañas con Encanto: un negocio basado en la identidad pasiega
La empresa ha adecuado once cabañas que dan vida a San Roque de Riomiera
Agustín Valentín-Gamazo y su mujer, Cristina Rodríguez, rehabilitaron una cabaña pasiega en 2011 para uso personal en San Roque de Riomiera. Con el tiempo, pensaron que si adquirían y rehabilitaban más cabañas podrían vivir de ello y no se equivocaron. Ahora cuentan con once y entre sus objetivos está el de llegar a las quince. A pesar de que con su actividad se preserva un patrimonio histórico de los Valles Pasiegos y se dinamiza la modesta economía local, los propietarios se quejan de las trabas burocráticas y creen casi imposible que ahora puedan desarrollarse otras iniciativas de este tipo partiendo desde cero.
Las montañas y los verdes pastos de los valles del Pisueña, el Pas, el Miera y el Asón están salpicados de más de 10.000 cabañas pasiegas, un tipo de construcción que surgió en la Edad Media y que fue de gran utilidad a los ganaderos de la época durante la muda, o lo que es lo mismo, la transterminancia.
Para asegurarse de que las reses –principalmente de vacuno– tuviesen alimento en todas las estaciones, realizaban varios desplazamientos al año de un prado a otro, por lo que era necesario disponer de cobijo allí donde se asentaban. En muchos casos, las familias también se involucraban en esa trashumancia, por lo que cada una tenía al menos dos viviendas.
La austeridad y la funcionalidad son los rasgos comunes que comparten todas las cabañas. Su diseño rectangular, su particular tejado y la cubierta de madera a dos aguas son tan sencillos como respetuosos con la naturaleza.
Durante siglos han jugado un papel tan importante en la vida de los pasiegos que sin ellas no hubiesen podido continuar en estos valles, pero a día de hoy muchas están en desuso, e incluso, en estado de abandono. En vista de ello, en 2011 el vallisoletano Agustín Valentín-Gamazo y su mujer, Cristina Rodríguez, decidieron que esa realidad podía ser otra.
Varios años antes, adquirieron una cabaña pasiega en San Roque de Riomiera y la rehabilitaron por sí mismos, una tarea que les llevó dos años, pero que les condujo a un escenario que no figuraba en sus planes. La intención inicial no era otra que disfrutar de ella y desconectar en un ambiente alejado del tumulto, pero con el tiempo vieron la oportunidad de convertirlo en un negocio familiar y decidieron comprar otras dos para alquilarlas.
Ahora suman once y el objetivo es llegar a las quince para 2025. Cada cabaña reacondicionada es diferente, y como si fuese un hijo, tiene nombre propio: Buquera, Casucho, Brena, Ancosa, Aloña, Mirador, Atalaya, Iduna, Petit Pedrosa, Gran Pedrosa y Suite.
Los precios de la estancia van de los 115 euros por noche a los 205, un coste razonable teniendo en cuenta que algunas cabañas pueden alojar hasta ocho personas. Por ejemplo, en Iduna, aunque está pensada para parejas, pueden dormir hasta seis personas. Totalmente independiente, cuenta con vistas a la montaña, una terraza con barbacoa y una chimenea de leña para mantenerse calientes en los ásperos días de invierno.
Las funciones de cada miembro de la familia en la empresa están muy bien definidas. Agustín padre se encarga de todo lo relacionado con la rehabilitación; Cristina es responsable de la gestión diaria de los alojamientos y su hijo de la comercial (reservas y marketing online). Y todos se implican en las reformas: “Es un trabajo tan artesanal que no encontramos a nadie que haga rehabilitaciones de este tipo”, explica el responsable comercial.
El reto es conseguir una cabaña acogedora, eficiente económicamente y respetuosa de la esencia pasiega, ya que la legislación impide cambiar su morfología o ampliar el espacio edificado. “Reutilizamos todos los materiales que podemos, y aunque tenemos varias personas que nos ayudan, cuando paso por allí, cojo el martillo y pongo clavos”, asegura Agustín hijo.
Más clientes nacionales
Los impulsores de esta empresa, que lleva el nombre de Cabañas con Encanto, han constatado que el perfil de cliente varía mucho según la estación. En verano, llegan a San Roque andaluces, catalanes, murcianos y valencianos huyendo del calor, mientras que los usuarios de invierno, optan por escapadas más cortas, de fin de semana, y por lo general proceden del País Vasco, Madrid y Castilla y León.
‘Es un trabajo tan artesanal que no encontramos a nadie que haga trabajos de rehabilitación’
La pandemia supuso un punto de inflexión en el interés que despiertan las cabañas. Antes, el público nacional e internacional –sobre todo ingleses, franceses y holandeses– estaba bastante equilibrado, pero a raíz de la crisis sanitaria han detectado una mayor afluencia de clientes españoles: “Ahora prácticamente el 90% es de aquí. Parece que la gente ha dejado de moverse tanto”.
Patrimonio cultural
La piedra y la madera de roble y haya son claves para conseguir un diseño tan rústico como el que busca Cristina Rodríguez en la decoración interior de las cabañas, un espacio concebido para disfrutar del tiempo en familia o con amigos.
Todas tienen atributos que las hacen únicas. “La Ancosa es en la que más cariño, amor, trabajo e ilusión pusimos, pero la Suite me encanta porque es muy recogida y la Iduna está en un bosque precioso”, desgrana su marido. “Además, la Buquera está situada en una pendiente muy fuerte desde la que observas todo el valle. Cada una tiene algo especial”, añade.
“Cada detalle está hecho de manera artesanal. Cuidamos y mimamos los espacios para que, al marchar, los clientes se lleven un recuerdo muy especial”.
Algunas están pensadas para estancias en pareja y cuentan con barbacoa, terraza y cama doble. Las familiares disponen de tres dormitorios totalmente equipados y una capacidad de hasta ocho personas.
La última cabaña que han rehabilitado, La Atalaya, ofrece un amplio salón en el piso superior presidido por una chimenea y un espacio exterior para descansar bajo unos avellanos.
Las que han rehabilitado ellos y otras personas que quieren disfrutar de esta arquitectura y estos paisajes tan especiales apenas son una gota en un océano. “De las más de 10.000 cabañas que hay repartidas por los Valles Pasiegos, el 80% está en estado de abandono, según los responsables de la empresa.
Aseguran que muchos clientes les han transmitido que su labor es fundamental para preservar el patrimonio histórico-cultural de la zona y evitar que ese porcentaje sea todavía mayor. También para generar actividad en la zona, ya que muchos de los nuevos huéspedes consumen en sus comercios y establecimientos de restauración.
‘Si alguien tiene que empezar de cero, no podrá’
Los propietarios de Cabañas con Encanto aseguran que su actividad es apasionante pero dejan claro que el camino hacia el éxito está plagado de obstáculos. Uno de los más problemáticos son las trabas burocráticas a la hora de acondicionar nuevas viviendas: “Tardamos un año en rehabilitar una y otros dos más en tener todo legalizado para empezar su explotación”.
Agustín hijo sostiene que la administración pública debe ser más eficiente y eliminar trabas, o de lo contrario “se cargarán el emprendimiento en esta zona”. Recuerda que, para empezar, es necesaria una autorización de la Cuenca Hidrográfica, que piden “cosas irrealizables” o documentos que previamente debe conceder otra administración y que, a su vez, dependen de los anteriores.
Está convencido de que con este modelo solo se va a conseguir que cada vez proliferen más alojamientos turísticos ilegales. “Nosotros ya tenemos una inercia porque venimos de sacar adelante unos cuantos alojamientos, pero si alguien tuviese que empezar de cero, no podría”, asegura. “Solo por cómo la administración gestiona todo el papeleo, este negocio es inviable”.
Requisitos
En los últimos años, el sector turístico de la región ha experimentado un cambio en las preferencias de los clientes, cada vez más interesados en los entornos rurales, lo que ha hecho emerger la figura del empresario pasiego, que busca dar respuesta a esa creciente demanda de cabañas vividoras en su territorio.
En 2014, se aprobó un decreto para regular la conservación y rehabilitación de las cabañas pasiegas, estableciendo ciertos criterios para evitar que las reformas desvirtúen su esencia.
Valentín-Gamazo reconoce que su compañía trabajó de la mano de la Consejería de Turismo en la nueva normativa. “Hasta entonces, no estaba regulado. Hablamos mucho con Turismo y ellos se apoyaron en nosotros. De hecho, fuimos los primeros que, de forma oficial y como empresa, nos dedicamos a esa actividad”.
Para operar como cabaña pasiega de uso turístico, es necesario disponer de una placa identificativa de color verde colocada en la entrada principal y en un lugar visible. Además, la certificación es solo accesible para aquellos alojamientos de esta tipología que se encuentren situados en Arredondo, Castañeda, Corvera de Toranzo, Liérganes, Luena, Miera, Puente Viesgo, Riotuerto, Ruesga, San Pedro del Romeral, San Roque de Riomiera, Santa María de Cayón, Santiurde de Toranzo, Saro, Selaya, Soba, Vega de Pas, Villacarriedo y Villafufre.
También es primordial cumplir algunos parámetros relacionados con la superficie de las estancias, la iluminación natural y la ventilación y otros vinculados al agua, electricidad, calefacción, equipamientos, o los sistemas contraincendios.
La empresa descarta la posibilidad de dar el salto a otro tipo de alojamientos turísticos más convencionales, pero no se cierra a abrir en el futuro, si adquieren una mayor infraestructura, una línea de negocio de servicios de comercialización o de apoyo a particulares o pequeñas empresas que quieran hacer algo parecido. “Nosotros tenemos todo el equipo, los procesos, los canales de venta y comunicación para apostar por esta vía”.
David Pérez
Gracias Agustin y Cristina por acaparar hasta 15 cabañas para especular con ellas, luego nos quejamos de que los pueblos se vacían…