De la química en sacos a la química de los tarros de belleza y las pastillas
Los laboratorios aprovechan la naturaleza de Cantabria para hacer productos farmacológicos y de belleza de alta calidad
En Cantabria han surgido varios laboratorios especializados que aprovechan las condiciones naturales (aguas termales, entorno, producciones ecológicas…) para posicionarse en el mercado de la belleza. Y lo hacen con productos de alto valor añadido. Desde la veterana Cantabria Labs, que empieza a ser conocida a nivel mundial, a otras como Taller Madreselva o Banbú, con sus cremas ecológicas. Incluso Solvay, el mayor referente nacional de la química gruesa, destinada a la industria, empieza a apostar por la química fina.
Cantabria ha tenido y tiene laboratorios farmacéuticos o parafarmacéuticos para el cuidado personal, como los de la familia Beltrán, que alcanzaron un gran predicamento nacional con dos productos para el cabello, Azufre Veri y Camomila Intea. También han mantenido la fama las cremas de IFC (hoy, Cantabria Labs), pero la auténtica fortaleza de la región en el campo de la química estuvo siempre en la básica, con elaboraciones como el carbonato de sosa, imprescindible para la fabricación de vidrios, detergentes o desinfectantes.
Esta especialización en la química de grandes volúmenes y bajo precio, garantiza producciones de cientos de miles de toneladas pero cada vez tiene menos márgenes, al contrario que la química fina, la de muy pequeñas cantidades usada en medicamentos y cremas. Por eso, la fábrica de Solvay en Barreda, exponente máximo de la química gruesa, ya ha anunciado que va a prestar mucha más atención a uno de sus productos con más valor añadido, el bicarbonato de calidad farmacéutica, cuyo precio es mucho más alto que el del destinado a limpieza, alimentación humana y animal o desinfección.
A Solvay le basta con ampliar su molienda más fina (la fabrica siempre ha comercializado varios gramajes), porque tiene la ventaja de que la calidad de la piedra caliza de Cantabria –su materia prima principal para fabricar el carbonato junto con la salmuera de Polanco– no tiene rival en el mundo. En cambio, su carbonato de sosa sintética se ve obligado a competir con el natural que se importa desde EE UU o Turquía, con costes muchos más bajos. De poco vale que algunos de estos yacimientos naturales sean también de la propia Solvay, porque en las multinacionales la competencia muchas veces viene desde dentro.
Cosmética y dermocosmética
En el campo de la belleza y la dermocosmética hay una auténtica eclosión de empresas en la región. La mayor y de más tradición, Cantabria Labs, es un laboratorio que siempre apostó por las líneas dermatológicas de alta calidad que vendía solo en farmacias, y dio un salto importante cuando decidió utilizar, también, los canales de venta más populares y hacer grandes campañas de marketing. Al tiempo, ha creado una red internacional cada vez más tupida, que en algunos países va de la mano de empresas locales. Cantabria Labs se ha convertido así en un operador internacional de prestigio, tanto que la actriz norteamericana de origen hispano Sofía Vergara eligió la compañía cántabra cuando decidió crear su propia línea de cremas y cosméticos.
Lo que parecía absolutamente improbable, que la actriz mejor pagada de la televisión norteamericana tuviese negocios en Cantabria, ha ocurrido. Ahora la compañía propiedad de la familia Matji ha ido más allá, al acercarse a otra estrella, Rafa Nadal, el deportista español más laureado de todos los tiempos y uno de los más conocidos del mundo. Su alianza va claramente dirigida a ganar terreno en el ámbito de los cosméticos y tratamientos destinados a los hombres, un segmento de negocio cada vez más relevante.
Las marcas ecológicas
Como ocurre con productos como la cerveza, que empiezan a tener dos mercados diferenciados, el de las grandes compañías tradicionales y el de nicho de los nuevos productores artesanales, en la cosmética están surgiendo iniciativas de éxito casi siempre vinculadas al campo de los productos naturales, y algunas de ellas, en Cantabria.
La firma torrelaveguense Banbú no solo ha convencido a los compradores con sus cremas y jabones ecológicos. También ha atraído a los inversores, que han tomado participaciones importantes, entre ellos la sociedad de inversión Kai Capital propiedad de Alfredo Pérez, lo que le está permitiendo crecer con una velocidad que nunca alcanzaría con los fondos propios de sus fundadores.
Con muy pocos años de existencia y con internet como canal de ventas, Banbú ya facturó en 2022 alrededor de 1,7 millones de euros, tras crecer un 40% con respecto al año anterior.
Si la marca de cosméticos naturales de Torrelavega ha decidido recientemente trasladarse del polígono de Tanos a La Casa 10, un palacete urbano que poco tiene que ver con la nave industrial anterior, la empresa ramaliega Taller Madreselva hizo un cambio parecido al dejar Laredo, su lugar de origen, para construir un edificio diáfano y singular en un entorno rodeado de naturaleza de Ramales de la Victoria. Un inmueble que, por su diseño, permite trabajar con luz natural gran parte del día y está calefactado por geotermia.
Cuando Juan Marcilla creó en 1983 Madreselva, la cosmética natural solo parecía el ideal de un soñador, pero salió adelante como negocio y, con el tiempo, se ha ido convirtiendo en un referente en internet.
Muchos de sus productos están fabricados con caléndulas que cultiva en la misma finca y ese entorno bucólico es, en sí mismo, una declaración de intenciones.
En realidad, esa opción no es tan rupturista como parece, porque algunas de las cremas con más prestigio internacional han nacido en balnearios, aprovechando las características de sus aguas termales. También lo ha hizo Cantabria Labs al levantar su actual fábrica en La Concha de Villaescusa, junto a un manantial de agua caliente con propiedades terapéuticas que aflora en aquel lugar.
Además de tener la mejor caliza para el bicarbonato y un suelo casi virgen para los productos ecológicos, Cantabria concentra media docena de instalaciones balnearias de las poco más de un centenar que hay en todo el país y hay otra decena de surgencias de aguas mineromedicinales que aún podrían aprovecharse.
Cada una de ellas es una oportunidad, lo que no impide que aparezcan otras iniciativas urbanas dispuestas a triunfar con los productos de belleza o con cremas farmacéuticas o parafarmacéuticas, como las que replican la popular pomada para tratar quemaduras que elaboraba una vecina de Beranga.
En el caso de la cosmética, cabe destacar la joven Blümme, una marca desarrollada por el laboratorio High Manufacturing Cosmetics (HMC), fundado en Bezana por Pablo Álvarez-Novoa, un farmacéutico de tercera generación que ha apostado por este sector.
A pesar de llevar en el mercado poco más de un año, Blümme ya dispone de una amplia gama de cremas que también se han formulado utilizando exclusivamente ingredientes naturales.
Más veterana es la marca Marta Kaufmann, que toma el nombre de su creadora, una bióloga madrileña afincada en Santander que combina su faceta de directora del Museo de la Naturaleza de Carrejo con su pasión por hacer productos naturales, entre los que destacan cremas, lociones, aceites y jabones. Sus instalaciones, situadas en la calle General Dávila de Santander, están abiertas a los clientes.
También en la capital cántabra se encuentra el laboratorio que desarrolla la marca Norden Mosse, con preparados de dermocosmética profesional y un enfoque bio, como los anteriores.
La industria de la química fina
A todas ellas debería sumársele, en teoría, Bella Aurora Labs, una empresa que tiene su sede social en Cantabria desde hace varios años, pero que en realidad se trata de un laboratorio catalán que realiza toda su actividad en aquella comunidad autónoma, donde tiene 183 trabajadores.
Prácticamente los mismos, pero en Cantabria, tiene la fábrica de productos farmacéuticos Moehs, que también tiene su sede central en Cataluña. La empresa de Requejada factura 47 millones de euros al año y se acerca a los seis de beneficio. En Cantabria fabrica una amplia gama de genéricos, desde antihipertensivos a antiarrítmicos, antivirales, antidepresivos, antisicóticos y antiulcerosos.
La región también está presente en el campo de la perfumería, con una empresa familiar fundada en 1969, Mayfer, que dio el salto desde la calle Alta de Santander al polígono industrial de Cudeyo, donde elabora productos de perfumería, cosmética, higiene y ambientación.