El arte cántabro se pasa al pequeño formato
Las compañías culturales se adaptan para llevar espectáculos a todos los rincones de la región y para públicos cada vez más pequeños
La crisis económica anterior empeoró la situación financiera de muchas compañías culturales de la región y se vieron forzadas a salir adelante con presupuestos más austeros, menos actores por producción y salarios más reducidos. Pero algo ha tenido de bueno, y es la multiplicación de los lugares que tienen acceso a sus obras. El teatro, la música o el circo ya no están limitados a Santander y Torrelavega. En parte, gracias a iniciativas públicas como ‘Enredarte’ que financian sus actuaciones en pequeños municipios donde la taquilla, por sí sola, nunca resultaría remuneradora.
Santander y Torrelavega empiezan a dejar de ser los únicos lugares de la región donde es posible asistir a un espectáculo. Aunque el Palacio de Festivales, el Teatro Casyc y el municipal Concha Espina de Torrelavega concentran buena parte de la oferta cultural, cada vez son más los municipios en los que se puede disfrutar de obras de teatro, danza, magia, pasacalles, cuentacuentos, música o talleres. Las producciones con presupuestos costosos para auditorios de gran tamaño están dando paso a espectáculos modestos, con menos recursos técnicos y humanos y públicos más reducidos.
Este fenómeno se está intensificando con la crisis actual, que ha agravado la inestabilidad económica que siempre ha perseguido al sector. Las compañías culturales no tienen más remedio que destinar casi todo lo que ingresan a pagar a los actores y al personal técnico, lo que les impide realizar montajes de cierta dimensión. Tampoco hay lugar para el beneficio. Casi siempre el objetivo es tan modesto como cubrir los gastos.
Quin fuera director del Palacio de Festivales entre 1995 hasta 2012, Juan Calzada, actual responsable de la compañía Palco Tres, cree que el problema del sector no radica en que haya más o menos compañías, sino en los obstáculos que encuentran a la hora de crecer. “Ahora mismo no sería viable hacer una obra de Shakespeare con siete u ocho actores y técnicos o un montaje potente”, valora.
Programa ‘Enredarte’
El arte cántabro, además de pasar del mediano formato al pequeño, se está extendiendo por cada vez más municipios y ha empezado a llegar, incluso, al medio rural. Este proceso de descentralización cultural supone un reto para las compañías, porque en muchos casos llevan sus actuaciones a localidades con muy pocos habitantes y así es complicado rentabilizar su trabajo. Solo pueden conseguirlo gracias a la ayuda de iniciativas públicas, como el Programa ‘Enredarte’, impulsada desde la Consejería de Cultura, que tiene la doble virtud de apoyar al sector y, al tiempo, acercar los espectáculos a todos los rincones de la región.
Solo este año, llevará 189, producidos por 124 empresas, solistas y grupos profesionales, a municipios de toda la comunidad. El año pasado, aunque estuvo aún más marcado por la pandemia, se consiguió celebrar 314 eventos de los 333 que se programaron.
Calzada destaca que la única vía que existe para fomentar la cultura en los pueblos es la colaboración con instituciones públicas. Lo considera una necesidad: “No se puede solucionar la España vaciada sin llenar el vacío cultural y como consecuencia, de ocio”, sentencia.
El gerente de Palco Tres sostiene que los municipios que cuentan con un teatro, un auditorio o espacios similares tienen la obligación de darles contenido. “Muchos lo hacen o lo intentan”, reconoce. La realidad es que se trata de espacios variopintos, y a veces difíciles de adaptar al espectáculo, al tratarse de salones de actos o escenarios al aire libre. Calzada cita el Festival de Teatro de Camargo al aire libre y agradece la ayuda que ha recibido su empresa para poder ensayar su nueva producción, Variaciones Enigmáticas, en el Centro Cultural Ramón Pelayo de Solares. Su intención es hacer una gira por toda Cantabria con esta obra.
Una de las muchas compañías que se benefician del programa ‘Enredarte’ es Amalgama Teatral. Como su nombre indica, ofrece un amplio abanico de espectáculos que no eluden la temática autóctona, los temas sociales incluso, a los clásicos del teatro.
Su responsable, Aroa Gómez, tiene buenas palabras para los ayuntamientos que dan cabida a sus representaciones y alaba espacios como el Teatro de Orejo, que ha sido reformado recientemente. “Es una maravilla”, dice, y recuerda que “hay muchos otros lugares en Cantabria que se pueden aprovechar” para estos fines.
Pandemia
A la precariedad económica tradicional de las empresas culturales se le ha sumado el impacto de la crisis sanitaria provocada por el coronavirus. Gómez resume sin dramatismos: “El sector se ha visto devastado por la pandemia”.
En su caso, pasó muchos meses sin trabajar, porque las contrataciones fueron canceladas. “El mes de noviembre y las navidades fueron un desierto”, recuerda. Aunque ahora se vuelve a celebrar espectáculos, “vives al día”, revela. “La incidencia vuelve a subir y nunca sabes si te van a llamar para cancelar tu trabajo”, para el cual hay que hacer muchos ensayos, movilizar actores y técnicos y dejar listos todos los preparativos.
“Ha habido muchos momentos de desilusión”, lamenta.
Por su parte, Juan Calzada calcula que la Covid19 supuso una caída del 80% el año pasado. “Este año seguimos sin recuperar la normalidad”, asevera, y hace hincapié en la precariedad laboral que viven los artistas: “Es un sector con un alto porcentaje de trabajadores no fijos y un alto grado de desprotección social”.
El músico Diego ‘Solosaxo’, que suele trabajar con artistas autónomos, ha llegado a acumular quince meses sin actuaciones y ha pasado de hacer entre 120 y 130 espectáculos por ejercicio a solo 18 en 2020. Ni en sus previsiones más optimistas contempla alcanzar este año la mitad de shows que realizaría en condiciones normales. “Si todo va bien haré 40 actuaciones, entre bodas y alguna fiesta de pueblo”, vaticina con realismo.
Este saxofonista profesional asegura que entre mayo y junio se han producido contrataciones, pero a partir de entonces han empezado a paralizarse por el aumento de la incidencia del coronavirus. En su opinión, algunos consistorios han optado por las cancelaciones, más que por motivos de seguridad sanitaria, por el temor a que les critiquen por organizar celebraciones en tiempos de pandemia. “La gente se ha convertido en policía de balcón”, dice con hastío.
La crisis sanitaria ha dado lugar a un escenario de tanta incertidumbre en el sector cultural que Diego ‘Solosaxo’ asegura que es frecuente ver guitarristas y bajistas trabajando de repartidores para Amazon o sirviendo cafés en un bar. “Cuando buscas gente, te das cuenta de que están desperdigados por ahí”, lamenta.
Actores empresarios
No todos los actores cántabros tienen una formación específica. Algunos llegan al mundo de la actuación como aficionados, después de haber tenido otras ocupaciones laborales y de haber estudiado disciplinas que nada tienen que ver con este campo. De hecho, entre los integrantes de Amalgama Teatral hay una estudiante de Medicina y un graduado en Psicología.
También hay un gran número de actores profesionales que trabajan en varias compañías simultáneamente, otros que se dedican solo a la suya y quienes compaginan su vocación con empleos radicalmente distintos.
La actriz Aroa Gómez explica que sus compañeros de profesión suelen buscar colaboraciones en producciones de todo tipo para crecer y hacerse un hueco. Pero, además de meterse en el papel de los personajes que representan, muchos tratan de ponerse otro traje, el de empresarios: “Los actores aspiramos a producir nuestras propias obras y a tener nuestras propias compañías”, dice.
Espectáculo y formación
Emocionar, atrapar, ilusionar, fascinar y contar historias al espectador. Esas son las pretensiones de las compañías culturales con sus producciones. Pero alcanzar esa meta no sería posible sin los conocimientos que se transmiten de maestro a aprendiz y sin relevos generacionales, de ahí que muchas empresas hayan dedicado cuantiosos recursos económicos y personales a formar nuevos actores, magos, malabaristas o trapecistas para tener continuidad.
Un ejemplo paradigmático es el de Malabaracirco, una compañía cántabra de circo-teatro que está a punto de cumplir su 30º aniversario. Uno de sus integrantes, Javier Amigo, recuerda que comenzaron desde cero. “Empezamos muy jóvenes a entrenar cosas de circo, con bastante desconocimiento, la verdad”. Las iniciales carencias formativas fueron suplidas por la ilusión que siempre pusieron en mejorar.
Después de formarse en escuelas de circo de España, Europa y Centroamérica durante varios años, empezaron a crear propuestas escénicas y artísticas de calidad. En vista del éxito que obtuvieron en sus presentación, hace 16 años, decidieron impulsar su propio centro formativo, la Escuela de Circo y Teatro Físico de Torrelavega, alojada en una instalación pública de la Avenida Constitución. Desde entonces compaginan las actuaciones en salas de teatro, festivales de calle y fiestas patronales con la pedagogía en artes circenses.
Entrenan a alumnos de entre tres y 30 años y trabajan números de todo tipo: acrobacias, teatro físico, equilibrios sobre objetos, zancos, monociclos, clown y funambulismo. “Hay estudios científicos que demuestran que los malabares son muy positivos desde el punto de vista cognitivo”, recalca Amigo para demostrar que el interés de esta formación va más allá de su futuro ejercicio profesional.
El artista y formador de circo destaca los efectos positivos que han tenido estas artes circenses para la población juvenil que las ha experimentado en tiempos de pandemia. “Nos hemos dado cuenta de que practicar actividades artísticas que permitan expresarse es una necesidad humana, sobre todo en jóvenes de entre 12 y 18 años”, señala.
Su Escuela de Circo tiene convenios de colaboración para realizar intercambios formativos con centros de Holanda, Suiza e Italia. De este modo, sus alumnos pueden seguir formándose fuera del país y los que están en Torrelavega reciben clases de profesores de escuelas internacionales, con los que pueden explorar nuevos enfoques y mejorar sus técnicas.
Tras finalizar los estudios, el centro otorga a los estudiantes un certificado avalado por la Escuela de Circo de Cantabria, la Federación Española de Escuelas de Circos y la Red Europea de Escuelas de Circo Joven. Ahora están trabajando con la Administración para homologar estas titulaciones porque existe un vacío legal. “Yo tengo una titulación universitaria en Inglaterra en Circo y en España todavía no está reglado”, confiesa Javier Amigo.
La cultura no suele ser un negocio saneado, y especialmente en una época de crisis, pero los actores reconvertidos en empresarios (los que tienen compañía propia) creen que, con apoyo público y la mejora de la situación epidemiológica, al menos podrán ir recuperando la normalidad perdida en la pandemia y confían en que gran parte del sector vuelva a trabajar en espectáculos, incluidos aquellos artistas que han tenido que buscarse otros trabajos para poder seguir teniendo algún ingreso.
RUIDO INTERNO.- Hay proyectos culturales que nacen en centros escolares y el del docente Juan Carlos Hernández es una muestra de ello. Con la colaboración de sus estudiantes del instituto Manuel Gutiérrez Aragón, de Viérnoles, puso en marcha la asociación Esfera Teatro y sentó las bases de la compañía que fundó en 2012.
Desde los inicios tuvo una gran inclinación hacia lo audiovisual y al uso de proyecciones de vídeo, tecnologías 3D y técnicas como el mapping, con la que despliegan animaciones e imágenes sobre superficies reales para lograr efectos artísticos muy originales.
Junto con Hernández trabaja Mamen Campo, que se hace cargo de las labores de gestión y producción. El resto de personal es contratado para cada obra. Entre ellos hay actores, diseñadores gráficos, ilustradores, atrezzistas, coreógrafos y diseñadores de vestuario.
Para llevar sus representaciones a todos los rincones de Cantabria usan una furgoneta en la que transportan equipos, proyectores, ordenadores, pantallas, softwares, vestuario…
Su obra más conocida es la ‘Aventura del Pájaro Amarillo’.
MALABARACIRCO.- Javier Amigo, Yesica Balbás, Moncho Raba, Nacho Amigo y Graham Wood-Robinson son los integrantes de esta compañía que se fundó hace más de un cuarto de siglo. La empresa está especializada en espectáculos de calle y sala, pasacalles, actuaciones para público infantil y adulto, cursos y talleres formativos.
Desde sus inicios han lanzado más de una veintena de producciones escénicas y las han presentado en un sinfín de teatros, festivales y encuentros en países como Costa Rica, Argentina, Panamá, Senegal, Dinamarca, Suiza, Alemania, Italia y Holanda.
Sin embargo, la actuación no es su única actividad. En 2005, Malabaracirco puso en marcha la Escuela de Circo y Teatro Físico en Torrelavega, un centro formativo por el que ya han pasado más de 1.500 estudiantes. La plataforma, que ahora cuenta con 200 alumnos, sirve como lanzadera de artistas emergentes.
En estos momentos, la empresa celebra su 25º aniversario con su nueva creación ‘Circus Magnificus’, un espectáculo incluido en el programa Enredarte, impulsado por el Gobierno cántabro en colaboración con los municipios.
El número recuerda al cabaret y conjuga funambulismo, equilibrios, magia y malabares, sin renunciar al humor.
LA MACHINA.- 30 años de actividad recién cumplidos, casi 40 espectáculos realizados en este tiempo y tener un codiciado Premio Max de teatro avalan la trayectoria de una de las compañías emblemáticas de la región. Con obras como ‘El Aprendiz’, ‘Grillos y Luciérnagas’, ‘Madre Prometeo’ y ‘Robinson y Crusoe’, La Machina ha recorrido toda la geografía nacional, participando en los principales festivales de teatro.
La compañía, fundada por Francisco Valcarce, nació en el seno del Aula de Teatro de la Universidad de Cantabria. En aquel momento, solo contaba con recursos humanos, mientras que ahora está dotada de iluminación y sonido, infraestructura escénica y otros equipamientos técnicos, además de una furgoneta.
La Machina tiene una persona en plantilla y cuenta con cinco trabajadores eventuales por obra, un equipo con el que actúa en el Palacio de Festivales de Cantabria, en el Teatro Municipal Concha Espina, de Torrelavega, y en escenarios grandes y pequeños de todo el país.
EL CAFÉ DE LAS ARTES.- Esta compañía, una de las referentes del sector en Cantabria, se gestó en el interior de un almacén eléctrico ubicado en los alrededores del Barrio Pesquero de Santander. Tras hacer unas obras para adecuarla, empezaron a producir espectáculos íntimos que siguen muy de cerca la estela del teatro, el circo, el lenguaje sensorial, la música, las sombras y las marionetas.
El equipo actual está formado por Alicia Trueba, Cristian Londoño, Paula Novoa, Marta Romero, Maider Rubio, Martín Antolínez y Carlos Peguero, y se encarga cada año de planificar una programación repleta de actividades culturales. Además de las inversiones personales que hacen para mejorar las dotaciones técnicas de sus salas, cuentan con el apoyo del Gobierno de Cantabria y de instituciones como el INAEM (Instituto Nacional de las Artes Escénicas) y la Fundación Santander Creativa.
En junio de 2010 estrenaron una antigua carpa de circo que utilizan para combinar espectáculos en interior y al aire libre. Ahora disponen de dos nuevas salas de trabajo en la calle García Morato.
AMALGAMA TEATRAL.- La actriz cántabra Aroa Gómez cree que las grandes oportunidades en la vida están disfrazadas de casualidades. Por eso, a finales de 2018, quiso aprovechar la que se le presentó al finalizar sus estudios en Arte Dramático, cuando ella y una compañera de la universidad regresaron a Cantabria. Juntas crearon su propia empresa teatral, con sede en Torrelavega, donde además de ensayar y representar sus espectáculos, llevan a cabo cursos de teatro para pequeños y adultos y la iniciativa ‘Lucha Escénica’.
En las clases combinan técnicas básicas de esgrima y lucha a través del juego teatral, acrobacias y trucos escénicos de todo tipo.
BABIRUSA DANZA.- El arraigo de los cántabros a su tierra natal hace que muchos regresen después de un periplo profesional fuera de ella. Beatriz Palenzuela y Rafael de la Lastra crearon una compañía de danza en Madrid y, después de más de diez años, volvieron a Santander para seguir haciendo su trabajo: fusionar en sus coreografías conceptos abstractos como lo poético, lo cinematográfico y la belleza. El cuerpo es el protagonista de sus actuaciones y se convierte en un laboratorio en constante aprendizaje. Palenzuela ha estado presente en festivales nacionales e internacionales.
A lo largo de su trayectoria, la directora de esta compañía ha tenido la oportunidad de formarse en Danza Clásica y Contemporánea en Estados Unidos, Holanda, Alemania e Inglaterra. Por su parte, De la Lastra está especializado en Interpretación y Teatro Corporal.
ULAPÉ TEATRO.- Eva Paula Ramos y Javier Mediavilla abrieron en marzo del año pasado –el mes en que llegó el coronavirus– una sala de teatro en la calle Industria, de Astillero. Está equipada con la tecnología de iluminación y sonido más avanzada y dividida en tres zonas: una sala de espera, que dispone de un pequeño servicio de cafetería y sofás, un auditorio para 60 personas y una planta superior donde se ubican los camerinos de los artistas y los talleres.
En esta sala se hacen representaciones teatrales, de magia, títeres, música, danza e incluso certámenes literarios.
Los impulsores de esta iniciativa vienen de mundos distintos. Ramos es diplomada en Graduado Social y Mediavilla, antes de vincularse a la actuación, lo estuvo al sector metalúrgico.
SOLOSAXO.- Muchos piensan que la música es un lenguaje universal, entre ellos el saxofonista Diego ‘Solosaxo’. A los 12 años empezó a comunicarse a través de notas musicales, una afición que con el paso del tiempo se convirtió en su profesión. Diego ha actuado en algunas de las mejores salas de Madrid y en festivales de jazz, y ha formado parte de varias orquestas que se desplazaban por todo el país. Su experiencia le ha permitido amenizar eventos públicos y privados, fiestas, discotecas e incluso campañas publicitarias, con un repertorio que abarca prácticamente todos los géneros. Aunque es valenciano y vivió en Bilbao y Madrid, el 90% de sus actuaciones se hacen en Cantabria.
David Pérez