Gamesa: la planta de generadores que impulsa Reinosa
La actual Gamesa Electric Reinosa cumple 90 años y es el centro de desarrollo tecnológico de varios fabricantes internacionales de molinos eólicos
De fabricar motores para barcos y para las máquinas de Renfe o del Metro a producir generadores de vanguardia para molinos eólicos de los cinco continentes. Con cada propietario, y ha tenido varios, la planta reinosana de Gamesa Electric se ha ido adaptando, a lo largo de sus 90 años, a los avances tecnológicos. En esta última fase ha suministrado más de 2.000 Mw de potencia para parques eólicos de todo el mundo y ha desarrollado los generadores terrestres más potentes que existen, de casi 6 Mw. Una exposición ha rememorado este verano su extensa trayectoria.
La planta reinosana ha cambiado seis veces de nombre y ha vivido en primera persona varios virajes en su estrategia empresarial desde que se fundó hace ya 90 años pero su presencia no ha dejado de ser trascendental para la economía regional y, especialmente, para la comarca campurriana.
A principios del siglo pasado, el Gobierno de la nación eligió Reinosa para levantar una fundición, dentro del plan para reconstruir la flota tras el fiasco de la Guerra de Cuba. La zona era ideal para fabricar acero de alta calidad, como el que necesita la marina para sus cañones, por tener un clima frío, abundancia de agua y arena para moldes. Además, estaba fuera del radio de tiro de cualquier ataque que llegase por mar. Así se estableció la Naval de Reinosa, lo que a día de hoy es Sidenor.
La construcción naval requiere un sinfín de industrias complementarias y llegó un momento en el que fue necesario introducir motores eléctricos para algunas de las tareas.
En una parcela cercana a la Naval se levantó la Constructora Nacional de Maquinaria Eléctrica (Cenemesa), la actual Gamesa Electric Reinosa.
En sus orígenes, su actividad era fundamentalmente armamentística pero años después pasó a reorientarse a la manufactura y reparación de maquinaria eléctrica. En aquella época, se fabricaron grandes motores de tracción para todo tipo de vehículos y para equipos de la Armada. También se fabricaron los motores que mueven el puente de Deusto, en la ría de Bilbao, uno de los mayores hitos de ingeniería en el norte de España.
En 1934, el Muestrario de Economía Española se hizo eco de uno de los proyectos más reseñables de Cenemesa, la construcción de la maquinaria eléctrica del primer buque eléctrico del país, conocido como ‘El Artabro’. Una gran noticia para la compañía, que se produjo mientras se veía afectada por las huelgas obreras que se sucedieron en el norte de España y también en la planta reinosana.
Durante la década de los 40, la fábrica se especializó en los motores de tracción, que suministraba al Metro de Madrid, Renfe, Tranvías de Vigo y la empresa CAF.
En los 70, la planta llegó a tener casi 600 trabajadores
En esos años se reacondicionaron parte de las instalaciones y la compañía campurriana empezó a tener su propio departamento comercial. También se fundó la escuela de aprendices, que durante las siguientes cuatro décadas formó profesionalmente a muchas generaciones de jóvenes reinosanos. Entre ellos, Luis Pindado, el predecesor de Asier Rodríguez en la gerencia de la planta, que antes de alcanzar el rango de director, pasó por puestos de toda índole en el organigrama de la planta.
Los años 50 fueron los de mayor prosperidad, a pesar de que Cenemesa se encontraba con muchas complicaciones para hacer acopio de materias primas, por las dificultades que tenía España para conseguir las divisas necesarias para hacer las importaciones. La compañía optó por aprovechar esa época de crecimiento para levantar dos naves que todavía siguen operativas, una para los montajes finales y otra para el almacenamiento de materiales.
A mediados de década, la empresa decidió incrementar su participación en WEPESA (Westinghouse Proyectos Eléctricos) hasta llegar a controlar el 40% de su capital y adquirió la empresa vizcaína Industria Aguirena, que fabricaba grandes máquinas rotativas y turboalternadores para centrales nucleares.
Sin embargo, con el tiempo cambiaron las tornas. Fue la multinacional Westinghouse la que se convirtió en el socio mayoritario de Cenemesa, al adquirir el 70% de las acciones, lo que provocó que la planta de Reinosa cambiase por primera vez de denominación y pasase a llevar el nombre de esta firma norteamericana.
El cambio de propietario fue fructífero, por el trasvase de conocimiento y el uso de tecnología puntera para motores, transformadores y trenes de laminación, pero también en lo económico. A partir de ese momento, la facturación no dejó de crecer y en 1971 superó los 2.000 millones de pesetas de la época, un volumen descomunal en comparación con los 100 millones de pesetas que ingresaba en 1955.
La absorción de otras fábricas, como la de Electrodo, en Madrid, o la vallisoletana CEVA, y la puesta en marcha de un taller en Gijón para atender las necesidades de reparaciones y servicios de la zona reflejaron la bonanza por la que estaba atravesando Westinghouse. El año de mayor plenitud para la fábrica reinosana fue 1975, al menos en lo relativo en la cifra de empleados, cuando llegó a contar con 575 trabajadores.
La crisis del petróleo
En la década de los 80, la actividad de Westinghouse menguó por el decaimiento del sector ferroviario pero eso no impidió que la planta de Reinosa impulsase la fabricación de motores de corriente alterna de baja tensión.
En 1984, con prácticamente toda la gran industria en reconversión, las circunstancias económicas se tornaron muy difíciles y un oscuro grupo financiero con sede en las islas Seychelles se hizo con la compañía, sin aportar el capital imprescindible para su relanzamiento. Afortunadamente, un año después, Westinghouse levantó la suspensión de pagos y en 1986 recuperó su antiguo nombre: Cenemesa.
Fue una época con más sombras que luces. Cantabria estaba atrapada por los coletazos de la larga crisis del petróleo y la reconversión industrial, que se había convertido en inevitable para la puesta al día de unos sectores que habían perdido competitividad. Al igual que Asturias, la ría de Bilbao o la bahía de Cádiz, donde la actividad siderúrgica y naval era muy relevante, la región se vio duramente afectada.
Los ajustes de plantilla de las empresas desencadenaron en Reinosa movilizaciones y enfrentamientos en la primavera de 1987, que también afectaron a Cenemesa. Más de 3.000 campurrianos se presentaron en Madrid ante el Ministerio de Industria para exigir una solución que desafortunadamente nunca se hizo efectiva. Varias multinacionales mostraron interés por adquirir Cenemesa, por su sólida cartera de clientes y su capacidad tecnológica y al final fue la suiza ABB la que el 1 de julio de 1990 tomó el control de la compañía.
La planta cántabra se convirtió en una de las divisiones operativas de ABB Industria, lo que supuso la renovación de las instalaciones y la introducción de una nueva línea de producto. A la fabricación de motores de tracción para trenes y metros se sumó la de motores de corriente alterna de media tensión diseñados por ABB para aplicaciones industriales.
La planta volvió a experimentar una fase de crecimiento, con la incorporación de clientes tan reconocidos como Endesa, Repsol, Ertoil, Praxair, Foster Wheeler, Lurgi Aseó, GESA, Firestone, BASF Española, Pridesa, o Abengoa.
La entrada en el sector eólico
Tanto la tracción (ferrocarriles) como la generación eléctrica eran sectores maduros en ese momento y, en su intento de encontrar nuevos mercados en los que expandirse, la factoría reinosana puso su mirada en la energía eólica, que empezaba a despuntar. Lo consiguió gracias a la compañía holandesa Lagerwey e inició su aventura en la fabricación de generadores tipo B2 y B2 Alpha para molinos eólicos, unos enormes componentes que llegaban a pesar 29 toneladas y a tener seis metros de diámetro, pese a que su potencia era muy inferior a la de los actuales.
La pérdida de un pedido de 800 millones de pesetas en 1998 obligó a la matriz a despedir a varios cientos de empleados de sus fábricas distribuidas por el país. La cántabra vio cómo su existencia estuvo a punto de verse truncada pero, afortunadamente, las negociaciones entre la multinacional y los sindicatos permitieron su continuidad.
Tras un importante proceso de reestructuración que, entre 1998 y 1999 condujo a una reducción de un centenar de empleos, la corporación ABB decidió salir del accionariado de la fábrica y la vendió al grupo inversor holandés Business Creation Industry Holding, que la convirtió en Cantarey Reinosa. Así llegaron nuevas inversiones para aumentar la capacidad productiva de sus instalaciones. En el primer ejercicio del nuevo milenio, se invirtieron 291 millones de pesetas y en el 2001, 316 millones más.
Buena parte de ese esfuerzo económico se dirigió a la línea de generadores eólicos, en la que cada vez estaba más centrada la planta. En el 2000 suponía el 38% de la facturación y el 70% de la entrada de pedidos y en mayo del año siguiente, los porcentajes ya fueron de 76% y el 85%, respectivamente, lo que indica la rapidez con la que la fábrica se reorientó hacia ese nuevo mercado.
Fruto de su incursión en el mundo de los generadores eólicos surgió su relación con el constructor de molinos Gamesa, para el que fabricó el primer prototipo con diseño propio.
Para ello, la fábrica tuvo que mejorar de nuevo sus instalaciones y adaptar las líneas de producción, incorporando laboratorios de pruebas, bancos de ensayo y otros equipos que eran imprescindibles para el I+D. Al poco tiempo, Gamesa compró todas las acciones de la planta de Reinosa y la convirtió en su principal centro de fabricación de sus aerogeneradores eléctricos.
Para la factoría, el desembarco de Gamesa en Cantabria supuso un punto de inflexión en la innovación tecnológica. Si a lo largo de todo el siglo XX había sido deudora de la tecnología procedente de Estados Unidos y del norte de Europa, con el cambio de siglo pasó a ser un referente tecnológico, de ensayos y puesta en producción, por sí misma.
Más tarde, Gamesa Electric pasó a coordinar la actividad de otras plantas del grupo, como las de Tianjin, abierta en China en 2006, o Nellore, en la India (2018). Además, Reinosa empezó a encargarse de supervisar los estándares de calidad de los generadores que fabrican sus socios en Rusia y Turquía.
Desde que en 2004 se introdujo en el campo de la energía hidroeléctrica, la fábrica cántabra ha suministrado más de 2.000 MW de potencia. Se trata de una actividad cada vez más especializada y de mayor valor añadido, ya que los generadores que produce son específicos para cada proyecto.
Actualidad
Las empresas son cada vez más conscientes de que la globalización requiere corporaciones cada vez más potentes. Con esa convicción, en abril de 2017 se fusionaron Gamesa y Siemens Wind Power en una de las mayores operaciones de la aún corta historia de la industria eólica.
Gracias a esta unión sin precedentes, la compañía resultante pasó a tener presencia en los cinco continentes. En estos momentos, sus equipos están instalados en 90 países, con más de 100 GW de potencia y su cartera de pedidos es de 23.000 millones de euros. Además, se ha situado como una de las empresas industriales más destacadas del Ibex 35.
La compañía cuenta con tres centenares de empleados, el 25% de los cuales prestan sus servicios en la planta reinosana.
Gamesa Electric Reinosa depende al 100% de su matriz Siemens Gamesa pero tiene la autonomía suficiente como para trabajar para clientes de otros sectores, como el hidroeléctrico, la integración de grupos electrógenos, la propulsión marina o la energía solar, lo que indica el abanico de capacidades tecnológicas que ha ido sumando.
La turbina terrestre más potente del mundo
La factoría acaba de fabricar y validar un prototipo de generador destinado a la nueva plataforma Siemens Gamesa 5.X., la turbina terrestre más potente del mundo, cuyo ensamblaje ha empezado este mismo mes en la fábrica de Ágreda, en Soria.
Este proyecto singular, que se someterá a pruebas en el parque de I+D de la Sierra de Alaiz (Navarra), trae consigo una gran variedad de cambios y avances tecnológicos, pero lo más llamativo es que su turbina ofrece una potencia de 5,8 MW para cada aerogenerador, un 20% más que modelos actuales más potentes. Un solo molino podrá satisfacer las necesidades de energía eléctrica de hasta 6.000 hogares.
La planta de Reinosa dedica una partida anual de unos dos millones de euros a la innovación, un ámbito al que ha otorgado una gran importancia. Eso le ha permitido, también, convertirse en el centro de desarrollo tecnológico de varios fabricantes de generadores que operan en India y China.
Recientemente, la compañía ha firmado un pedido con el promotor Eolus Vind AB para para fabricar y suministrar siete aerogeneradores en tres parques eólicos. Siemens Gamesa pretende instalar estas plataformas para 2023 y se hará cargo de su mantenimiento durante 15 años. Este no es el primer proyecto que lleva a cabo en Suecia. Desde que realizó con éxito su primer encargo en el país en diciembre del año pasado, acumula ya acuerdos de más de 431 MW.
Exposición
El 90 aniversario de la planta ha sido el momento oportuno para rescatar fotos históricas, herramientas, viejos instrumentos de medida, indumentaria laboral de antaño y documentos históricos, como boletines de empresa o convenios. Este material ha sido exhibido este verano en la exposición ‘De Reinosa al Mundo’ y en buena parte ha sido cedido por los trabajadores, actuales y jubilados, que han querido colaborar en esta recuperación de la historia de la fábrica.
La exposición atrajo a un gran número de personas y en ella se pudo ver desde un motor seccionado, para que los visitantes comprobasen cómo son los productos que fabrica la empresa, a fotografías de cómo era la vida de los empleados desde sus inicios en la escuela de aprendices. En esa historia vivida, algunos antiguos trabajadores narraban, en audiovisuales, los momentos más importantes de su trayectoria en la factoría.
Además de la exposición se instaló en la Plaza de España de la localidad un generador eólico de grandes dimensiones, capaz de abastecer de energía eléctrica a más de 2.000 hogares, una forma de demostrar que, después de haber cumplido 90 años y haber atravesado por muchas vicisitudes económicas, tecnológicas, empresariales y laborales, la planta reinosana mantiene intacta su capacidad para adaptarse a lo único que es constante: el cambio.
David Pérez