La APD cántabra premia la esforzada trayectoria profesional y personal de Jorge Oliveira

EL DIRECTOR DE SOLVAY, EJECUTIVO DEL AÑO

La Asociación para el Progreso de la Dirección de Cantabria ha reconocido como Directivo del Año 2024 a Jorge Oliveira que, en casi una década como director general de Solvay Química, ha capitaneado su ambicioso proceso de descarbonización y se ha ganado un hueco en el ámbito profesional y en la vida cultural de Cantabria. Oliveira se mostró esperanzado en que por fin queden superados los muchos obstáculos de esta inversión y relató sus azarosos comienzos, desde su huida de su país natal, Rodesia, a sus primeros pasos en Solvay, después de ayudarse con muchos trabajos eventuales para poder estudiar ingeniería en Portugal.


Las historias personales suelen ser más motivadoras que las ponencias académicas y la del director de Solvay, Jorge Oliveira, al que la Asociación para el Progreso de la Dirección (APD) de Cantabria ha premiado como Directivo del Año, lo fue para todos los asistentes. Nacido en Rodesia, la actual Zimbabue, relató ante un amplio auditorio de empresarios y directivos su periplo personal, con huida de su país natal en guerra, para hacer la carrera de ingeniero químico en Portugal, el país de origen de su padre, que emigró al sur de África:

“Los 17 años me marcaron porque en esa época se vivía la guerra en las fronteras y los jóvenes tenían cuatro años de servicio militar antes de iniciar los estudios superiores. Entró un gran amigo mío y a los pocos meses murió en combate. Eso me hizo pensar. Lo estuve madurando con mis padres y en tres días tuve que decir adiós a mi país, a mis amigos y a mi novia, sin podérselo decir a nadie”.

Estudiar en Portugal tampoco le resultó sencillo. Sin nada más que una pequeña maleta con lo justo para sobrevivir unos días, tuvo que trabajar en limpieza, construcción o como pinchadiscos en un club para pagarse la universidad y la subsistencia. 

Manuel Iturbe, director del territorial del Banco Santander y presidente de APD Cantabria, entrega el premio a Oliveira. FOTO: RAMIRO SILVESTRE

Con el tiempo, su situación mejoró al llegar a un acuerdo con una modista que no conseguía plasmar las ideas de sus clientas en un diseño sobre un papel. “A mí siempre me ha encantado pintar acuarelas y vestidos de mujer. Y como estaba durmiendo en el suelo y trabajando en el comedor de la Universidad, llegué a un acuerdo con ella para dibujar lo que le pedían sus clientas para que ella lo confeccionase. Eso me supuso la supervivencia, porque esta señora también alquilaba habitaciones para estudiantes, y llegué a un acuerdo con ella para que me dejase la mejor, además de obtener el 15% de lo que cobraba por los vestidos”.

Al acabar los estudios de ingeniería química “tuve que buscarme la vida y estuve un año vendiendo enciclopedias británicas de puerta en puerta y cromatógrafos líquidos para los hospitales con el mismo éxito que Will Smith en la película ‘En busca de la felicidad’, ninguno. Pero enviaba currículos y un día llegaron dos sobres, una oferta para L’Oreal y otra para Solvay. Yo de Solvay no sabía nada, a excepción de su proceso químico, que había estudiado, pero para eso me sirvió la Enciclopedia Británica que no vendía: había tres páginas explicando lo que era Solvay y que tenía 80 plantas. Cómo quería volver a un país de habla inglesa, que es mi lengua nativa, y Solvay tenía una fábrica en Australia pensé que seguramente me tendrían un tiempo en Portugal y después me enviarían a Australia”. 

Jorge Oliveira ha recorrido los cinco continentes con distintos cometidos profesionales dentro de Solvay pero nunca fue a aquella fábrica apuntada mentalmente tras consultar en la enciclopedia que no conseguía vender. Comenzó su andadura en 1986, con 26 años, como ingeniero de procesos en una planta de Solvay en Portugal, para ejercer después como jefe de la unidad de carbonato sódico y de la planta de agua oxigenada. En 2001 le nombraron director de la fábrica de Solvay en Reino Unido. De allí pasó a la dirección de Solvay Portugal y más tarde se hizo cargo de la fábrica de Torrelavega. Ahora es el Director General de Solvay Química para España y Portugal y es presidente de la Asociación de Grandes Consumidores Industriales de energía eléctrica de España y Portugal,  además de vicepresidente de la Asociación Portuguesa de la Industria Química.

Trabajar en otros países le proporcionó una apertura mental que defiende para todo el mundo, porque ahora toca gestionar el cambio y para eso se requiere, según explicó ante la APD, flexibilidad mental. También se necesita paciencia y persistencia, a la vista de los seis años que han pasado desde que empezó a tramitar el proyecto de descarbonización de la fábrica de Torrelavega, que pretende dejar atrás para siempre sus calderas de carbón y sustituirlas por las de biomasa. Después de muchas idas y vueltas al Ministerio de Transición Ecológica, y muchos emails cruzados con la que ahora es nueva ministra, Sara Aagesen, confía en un final cercano, aunque no se engaña sobre la dimensión que puede alcanzar la financiación pública: “Para una inversión de casi 300 millones de euros, se ha anunciado una subvención de 30 millones, el 12%, así que estamos analizando líneas adicionales de inversión”. 

Solvay Torrelavega acaba de recibir la autorización administrativa para la planta de cogeneración, en la que invertirá 250 millones de euros, con una ayuda estatal de 30 millones. Ya solo resta el permiso de ejecución.

La primera planta dentro del grupo belga en plantear la descarbonización se ha convertido, por este tortuoso camino administrativo, en la que más retrasada lleva el proyecto, a pesar de los esfuerzos que atribuyó a “todo el equipo de Solvay y el comité de empresa. Todos juntos estamos luchando con mucho sacrificio”.

 Reconoce sentirse feliz en Cantabria, su lugar ideal para vivir, junto a Lisboa. Para trabajar su preferido es el Reino Unido, de donde guarda una gran experiencia vital.

Sus elogios a la comunidad donde reside no le impidieron lanzar una pequeña carga de profundidad: “Creo que es una región que se resiste al cambio. Hay que avanzar, hay que creer, y no hay que tener miedo. Proyectos como Aguayo son fantásticos. Cantabria tiene una riqueza agrícola tremenda y los residuos del ganado podían ser aprovechados para producir biogás. Las oportunidades están ahí y hay que aprovecharlas, porque si algo he aprendido es que si el tren se va y te quedas en la estación quizá no vuelvas a tener otro”.

‘Cantabria es una región ideal para vivir, pero creo que se resiste al cambio’

Para Oliveira, proyectos como el Besaya H2, previsto en los suelos que ocupaba Sniace, o el de Lithium, dentro del complejo Solvay, pueden marcar un antes y un después, “pero si un empresario no se siente arropado, va a buscar otro sitio”.

Oliveira tiene dos hijos, habla cinco idiomas y entre sus aficiones se encuentran los viajes, la pintura, el golf, la música, el piano, la fotografía y los deportes acuáticos. Después de tantos años de ingeniería y de gestión, en su retiro le gustaría centrarse en su parte artística, y no descarta poner una tienda de moda, un ámbito en el que sigue vivamente interesado: “Hace poco tuve un momento muy especial. Mi hijo se casó y he hecho unos bocetos para los vestidos de las damas de honor solo para entretenerme, pero ha sido volver un poco a los viejos tiempos y sacar provecho de las competencias, porque a veces nos frenamos demasiado”.

Pero también reflexiona sobre la forma en que puede “devolver algo de lo que he aprendido para ayudar a otras empresas a modernizarse”. En cualquier caso, advierte que su prioridad es la familia “y tanto mundo para descubrir, tanto mundo para conocer y tanta vida para disfrutar…”.

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