La competición de la navidad le sale rentable a los ayuntamientos
La decoración navideña se convierte en un motivo de peregrinación por los pueblos, que los hosteleros acogen con entusiasmo
El alcalde de Vigo, Abel Caballero, lanzó un órdago al apostar por el derroche lumínico elevado a la máxima potencia para celebrar la Navidad. Una apuesta políticamente incorrecta en tiempos de ahorro energético y más viniendo de un líder de izquierdas, pero el resultado no pudo ser más favorable: La Navidad de Vigo atrae a decenas de miles de visitantes y su alcalde gana por mayoría absoluta. El ejemplo ha cundido en Cantabria, donde los ayuntamientos se disputan la primacía: Santander ha colgado este año más de tres millones de leds, pero su propuesta queda absolutamente eclipsada por el abeto gigantesco de Cartes (el más alto de Europa) o por las ambientaciones de Torrelavega.
Aunque es difícil superar a Caballero, muchos ediles se han sumado a esta moda de la iluminación esperando atraer visitas y, sobre todo, ganar notoriedad. En Cantabria, Santillana del Mar consiguió récord de visitantes las navidades pasadas con las más de 90.000 personas que acudieron para disfrutar de la magia que transmiten sus casonas medievales iluminadas, aunque todo acabó en una gran polémica porque el maquillaje navideño se había realizado con un absoluto desprecio de las fachadas, perforadas sin piedad para instalar los tacos de sujeción de las guirnaldas. El daño ya está hecho, pero este año se ha buscado una forma de colgarlas más cuidadosa con el patrimonio y de las 120.000 luces del ejercicio anterior se ha pasado a nada menos que 400.000.
Este nuevo ‘espíritu de la Navidad’ coincide cada vez más con el patrón americano que vemos en las películas, y los alcaldes parecen dispuestos a igualar ese derroche de luz e, incluso, a invertir los papeles. Basta ver la suficiencia irónica de Abel Caballero cuando le preguntaron al respecto: “En Nueva York verán el resplandor de Vigo”, dijo.
Los alcaldes de Cantabria van por el mismo camino, aunque el pionero de todo esto es un vecino de Parbayón que ha conseguido convertir su casa y finca en un espectáculo gratuito de referencia, y no solo en Cantabria. Toda España tiene conocimiento de su decoración (a la que cada vez se suman más casas de la zona) a través de las redes sociales y las televisiones nacionales. La iniciativa de este particular (un profesional de la electricidad) ha estado a punto de crear un conflicto, al advertirle los juzgados de que ha de obtener una autorización, por crear un problema de seguridad vial. Los coches que circulan por la carretera que pasa junto a la finca frenan bruscamente o se detienen en la orilla para ver el espectáculo, y cada noche son muchos cientos de personas las que se acercan a ver semejante derroche de luz y de imaginación.
Un ayuntamiento, Los Corrales, ha decidido aprovechar la creatividad de este electricista, fichándolo para decorar alguna de sus calles, mientras que Torrelavega ha encargado a un comerciante local que cada año organiza una cuidadísima escenografía navideña en torno a su tienda, que amplíe su ámbito de actuación. El resultado es una idílica estación de esquí en plena calle.
Quién tiene el árbol más grande
Los árboles iluminados son un elemento decorativo principal en estas fechas, y los alcaldes han visto la posibilidad de sacarles jugo. Si el encendido del abeto natural de Nueva York marca el inicio de la Navidad en EE UU, el que ha creado Cartes con una gigantesca estructura metálica anuncia a media provincia donde está el pueblo, porque se puede ver a gran distancia cada noche. Con algo más de 65 metros de altura (estrella incluida), es el más alto del país, al dejar atrás a los de Badalona (40 metros), Vigo (44 ) y Granada (55), sus competidores más directos.
Los 32 kilómetros de luces LED que iluminan la estructura colocada por Andamios AGZ, han puesto a Cartes en el candelero, como certifican las colas diarias de automóviles para acceder al pueblo. Si los jueces de los récords Guinness lo certifican, podrá presumir de ser el árbol de navidad más alto de Europa.
Adrián Gómez, gerente de Andamios AGZ, vive con orgullo este hito, aunque asegura que no surge de un mero afán por competir. “El año pasado pusimos dos árboles de 14 y 18 metros para decorar el pueblo, y este año se nos ocurrió hacer uno más alto. Monté el de 45 metros y quería aumentar su altura el próximo año, pero la gente del pueblo estaba muy ilusionada y eso, junto a los ánimos de mi familia y de los trabajadores, nos llevó a alcanzar los 65”, explica.
Gómez agrega que las estimaciones que ha hecho con su equipo permitirían llegar hasta los 150 metros, pero solo se acercará a esa cifra si puede organizarlo con suficiente tiempo para mejorar la estructura actual. “Me gustaría incluir una zona interior por la que la gente pueda subir”, adelanta. En el existente, el interior de la base, que es visitable, ya deja asombrados a cuantos acuden, y se ha convertido en el escenario fotográfico más solicitado de estas navidades.
Son varios los ayuntamientos de la región que se han sumado con entusiasmo a estas exhibiciones navideñas, aunque no sean tan ambiciosas: pistas de patinaje, atracciones infantiles, mercadillos… Algunos intentan innovar y sorprender año tras año a ciudadanos y visitantes, como Torrelavega.
Tras acoger las tres primeras ediciones de ‘La Fábrica Mágica de la Navidad’, este año no solo han convertido la calle Ancha en una pista de esquí, sino que también acoge el Parque Mágico de la Navidad. Más de cinco kilómetros de tiras led transforman el parque Manuel Barquín en un escenario de cuento navideño donde los niños podrán visitar la casa de Papá Noel, hasta el día de Navidad, y la de los Reyes Magos, hasta el día de la cabalgata.
Santillana del Mar, donde la afluencia de visitantes está creando, como en Cartes, problemas diarios en los accesos a la villa, ha vuelto a ribetear de luces los aleros de sus casonas, y las calles adquieren un aire de gran belén, con espectáculos diarios y un vídeo cargado de efectos especiales que se proyecta sobre la Torre de Don Borja.
El problema en este caso es de cantidad: una propuesta elegante y un ambiente muy especial puede caer en lo kitsch cuando se llena de objetos luminosos sin sentido. Una estética de bazar chino que Santander lleva hasta el paroxismo. La capital cántabra nunca ha sabido encontrar su medida en la decoración navideña y, salvo el Paseo de Pereda o la Alameda de Oviedo, parece una mera recopilación de saldos luminosos de años anteriores, cuajados de guirnaldas de colorines que hace mucho que pasaron a la historia y de glorietas anuncio en las que lo importante parece el patrocinio.
Los restaurantes no dan abasto
La fiebre navideña no solo inunda los Ayuntamientos, sino también la hostelería, que ve complacida cómo los efectos se extienden como una mancha de aceite a las semanas anteriores. La Asociación de Hosteleros de Cantabria reconoce que desde principios de noviembre ha costado poder reservar mesa para las cenas de empresa de final de año y algunas de ellas se han celebrado sin esperar a diciembre, un adelanto que también se ha producido en algunos eventos.
Lo confirma Mariano Mora, gerente de los restaurantes La Prensa y La Radio. Este año han empezado a dar comidas y cenas de Navidad desde mediados de noviembre y el último sábado de ese mes más de 200 personas celebraron eventos en sus locales. “Desde el 10 de diciembre en adelante tenemos prácticamente completo todos los días: los fines de semana para comidas y cenas, y muchos días de entre semana para las cenas. Incluso tenemos varias comidas de grupos reservadas para el propio día 24 de diciembre, algo que nunca habíamos visto”, revela asombrado. Unas ocupaciones nada desdeñables, teniendo en cuenta que La Prensa tiene capacidad para 300 personas y La Radio para algo más de 100.
Mora estima que este año ha habido en torno a un 20% o 25% más de reservas para eventos navideños que en ocasiones anteriores. Al tiempo, observa un cambio en el comportamiento de la clientela con respecto a hace cinco o diez años. “Antes, en La Radio, había dos filas de personas delante de la barra, ahora la gente sale a la calle. Además, las cenas también se dan a horas más tempranas”, constata.
Los grupos continúan optando por menús cerrados para estas cenas navideñas, cuyos precios han subido en torno a un 10%. Dependiendo del lugar elegido, cuestan entre 36 y 50 euros.
Tradiciones que no fallan
A pesar de todos los cambios, hay costumbres que permanecen impasibles, como el consumo de dulces típicos. Alfredo Mira, gerente de Monerris, recalca que su pauta de trabajo continúa siendo prácticamente la misma que la de las tres generaciones que lo han precedido en el negocio.
Cada año, elabora sus recetas en el pequeño obrador de Jijona que pertenecía a su bisabuelo y, aunque algunos trabajos se han mecanizado, gran parte se siguen haciendo a mano, como las figuritas de mazapán o el pan de Cádiz.
Las fechas de elaboración tampoco han cambiado, ya que en este ámbito los hábitos de consumo han variado muy poco: “Empezamos a fabricar a finales de septiembre, ya que nosotros siempre ponemos a la venta una primera remesa de dulces navideños por el puente de Pilar”. No obstante, Mira percibe el efecto del cambio climático en esas primeras ventas. “Cuando yo estaba con mi abuelo en la tienda, a partir del puente del Pilar hacía muy malo y ya venían los clientes con sus abrigos a comprar los primeros productos de Navidad. En los últimos años, con la subida de temperaturas, la demanda de helados se alarga y se nos solapa esa campaña de verano con la de los dulces navideños, que se ve ligeramente perjudicada”.
Pero hay cosas que no cambian: “Los clientes empiezan a comprar a partir del 20 de noviembre, especialmente los que quieren enviar productos a otras ciudades o hacer regalos de empresa, aunque es a partir del puente de diciembre y hasta Navidad cuando se producen las ventas más fuertes”, relata el gerente de la emblemática tienda.
Año tras año elaboran entre 25.000 y 30.000 kilos de dulces navideños. Los turrones duro y blando siguen siendo los más vendidos, pero en Monerris intentan ampliar cada año la gama e incluir otros productos relacionados (tortas de avellanas, más opciones de chocolate…) para aportar novedades a los clientes. Hay un campo en el que prefieren no entrar: “Nos hemos resistido a fabricar pannetones, un dulce que parece que va cogiendo fuerza con los años, por no ser típico de nuestro país”.
Aunque el mundo y la Navidad hayan cambiado, hay tradiciones que se mantienen, como el turrón.