Los beneficios no crecen y se concentran, cada vez más, en las grandes empresas
La rentabilidad media de las empresas cántabras se reduce, salvo en hoteles y campings, donde se dispara, el transporte y la alimentación selecta
En 2022 las ventas de las 2000 mayores empresas de Cantabria, sin incluir al Banco Santander, sumaron 17.000 millones de euros, mil quinientos más que en el año anterior, pero sus beneficios no llegaron a los 800 millones, frente a los 830 del año precedente, lo que supone un descenso de la rentabilidad, que resultaría bastante más relevante si se resta el efecto de la inflación. Pero lo más significativo es que esta pérdida le afecta sobre todo a las pymes. Mientras que las mil mayores obtuvieron una rentabilidad media del 7,72% sobre las ventas, las mil siguientes se quedaron en un 4,3%, un punto y medio menos que el año anterior.
Los negocios a veces no son negocio y eso ocurre cada vez más a menudo. La rentabilidad se está concentrando en las empresas de mayor tamaño, que son también las que más crecen. Si se analiza la rentabilidad media de las empresas incluidas en el ranking que hemos publicado en diciembre (las mil mayores) y en el que ofrecemos ahora se puede comprobar que no solo en números absolutos sino también en los relativos, las grandes ganan por goleada, aunque unas y otras vieron mermada su rentabilidad en 2022. N obstante, fue un buen año en general, con pocas compañías en pérdidas.
El rendimiento de unas y otras es muy distinto, según los datos declarados al Registro Mercantil. En las mil primeras, que sumaron 752 millones de euros de beneficio (772 en 2.021), se pasó de una rentabilidad del 7,7% a un 7,5%, mientras que en las mil siguientes el beneficio medio cayó del 5,7% al 4,3%.
Quizá no parezca tan relevante, pero lo es, porque, por debajo de una determinada tasa de rentabilida, la inversión realizada no compensa el riesgo y el esfuerzo que conlleva una empresa. Esa puede explicar los numerosos negocios de larga trayectoria que están procediendo al cierre.
La parte más vistosa, la de las compañías que más ganan (el ranking de beneficios que publicamos a continuación), puede dar una idea de los actividades y sectores más pujantes, aunque no siempre permiten la tipificación, porque son muchas las excepciones.
Algunas circunstancias afectaron a la mayor parte de los negocios, como las derivadas de la guerra de Ucrania y la postpandemia: una fuerte inflación, el encarecimiento del dinero y la interrupción de algunos suministros, que provocó problemas con la comercialización, como le ocurrió a los concesionarios de coches. Resulta curioso que, con tantos factores distorsionadores, la cifra de corte, los beneficios de la última empresa que incluimos en el listado sean exactamente los mismos que los de la que cerraba el listado del año anterior.
Si tenemos en cuenta que en 2022 el IPC subió un 5,7% es notoria la caía de la rentabilidad, incluso en números absolutos: las privilegiadas que superaron el millón de euros de beneficio anual fueron 86 frente a las 91 del año anterior.
En este análisis dejamos fuera las cifras del Banco Santander, que distorsionarían por completo la comparación. El Banco, con 9.600 millones de euros de beneficio neto, multiplica por 12 el que obtuvieron conjuntamente las 2.000 mayores empresas restantes de la región.
Lo más destacado
En los márgenes de rentabilidad se pueden observar tres tramos claramente diferenciados. El de las grandes empresas, que como hemos dicho, son capaces de mantener un crecimiento acelerado en sus ventas y, en menor medida, en sus beneficios. El de las empresas de tamaño medio y capital familiar local, que se están defendiendo muy dignamente, y el de las pymes, que van quedando cada vez más arrinconadas y en muchos casos ya solo apuestan por la supervivencia o por la venta a una compañía mucho mayor. Todas aquellas barreras que protegían su mercado, incluido el escaso interés de las multinacionales por los colectivos pequeños, van cayendo. Con internet y una logística cada vez más evolucionada, las multinacionales pueden llegar fácilmente a cualquier cliente, esté donde esté, y sin sobrecostes. Por ese motivo, el fabricante o comerciante local ya solo puede competir si ofrece esos mismos precios, lo que le obliga a rebajar sus márgenes, algo perfectamente notorio en el comercio textil y en algunos servicios.
También se están produciendo cambios internos en los sectores, especialmente en la hostelería. Si antes, el prototipo era un hostelero con un solo bar o restaurante, ahora se están formando grupos locales compuestos por media docena de establecimientos que así pueden defenderse de las cadenas nacionales o internacionales que desembarcan cada día. Así se da la circunstancia de que en el mismo sector, los grupos hosteleros han tenido un año magnífico, mientras que muchos autónomos se están viendo obligados a cerrar sus bares de toda la vida.
Fuerte subida de la rentabilidad de los hoteles y campings. Unos y otros están demostrando que, con la recuperación del turismo, pueden conseguir rendimientos que no están al alcance de ningún otro sector, hasta el punto de convertir en beneficio, en algunos casos, prácticamente el 50% de la facturación. Esta euforia no alcanza, en cambio, a los restaurantes, afectados por una reducción en el importe medio de las comandas.
Las principales empresas familiares locales han alcanzado velocidad de crucero. Si hace años cabían dudas sobre la posibilidad de que resistiesen la competencia de las multinacionales, la mayoría han sabido mantener su espacio e incluso ampliarlo. Semark, Cantabria Labs, el Grupo Alvarez, Quesería Lafuente, Formaspack, Panusa, Semark, Hierros y Aceros, Arniella, IACAN, Ascensores IMEN o José Saiz, entre otras, y un escalón más abajo Arlequín, Quiter, Pladomín, Derwent o Ecrimesa han conseguido encaramarse a los puestos del ranking que tradicionalmente estaban reservados a grandes fábricas, financieras, constructoras y promotoras.
También lleva camino de entrar muy rápidamente en ese grupo la reinosana GMI, fabricante de ferroaleaciones, que ha adquirido Excavaciones Gaby para ampliar sus actividades a la construcción; West Packaging, a pesar de sus pocos años de vida; y la tecnológica TTI.
Otras empresas de reciente creación y capital foráneo están colaborando en poner patas arriba los listados tradicionales, como las filiales eléctrica de Repsol; la energética italiana ENI o la portuguesa Bondalti, que se instaló en el recinto de Solvay para aprovechar un negocio que el grupo belga desechaba por poco rentable (la producción de cloro) y en el segundo ejercicio ya ha conseguido un resultado positivo de más de doce millones de euros. También James Hardie, que resucitó el proyecto de GFB y lleva camino de convertirse su planta de fibroyeso en la mayor del mundo.
Fue un buen año para las fábricas. Creció sensiblemente la exportación y algunas se beneficiaron de las interrupciones de los proveedores asiáticos que sufrieron plantas europeas de todo tipo para reemplazarles e incrementar sus ventas en el continente.
Su actividad arrastró a otros sectores muy vinculados, como el transporte o los suministros, que también cerraron el ejercicio satisfactoriamente.
Las empresas de alimentación siguen tocando el cielo, pero menos que el año anterior, cuando los españoles parecíamos deseosos de salir de la pandemia disfrutando de pequeños placeres, como la comida. También aquí empiezan a verse unas tendencias claras hacia las empresas de más dimensión.
No fue un buen año para las constructoras, aunque sí para las empresas más enfocadas a la rehabilitación. A pesar de tratarse de un año preelectoral y de las importantes licitaciones del puerto de Santander, la escasa promoción privada y la gran competencia en las subastas les sigue limitando. Sus beneficios provienen, cada vez más, de actividades de diversificación (hoteles, centros deportivos…).
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